Ella ya no quería que su corazón palpitara más...
Ahí estaba ella, nuevamente. Lagrimas cristalinas con sabor a odio, profunda tristeza y amargura caían desde su mirada ya cansada hasta sus labios con rastros del cosmético color vino oscuro que le había puesto aquel chico, antes de que la última gota derramara el vaso.
Había tocado delicadamente su boca, como si fuese el ultimo rose que podría haber tenido con la de melena gris. Vaya que fue el último.
Tomó entre sus delicadas manos la libreta color escarlata que estaba posada sobre el buró, donde se había quedado el aroma a jazmín que desprendía aquel chico, chico que ya no vería nunca más. Abrió la libreta en un punto donde una página en blanco hizo presencia, página que se llenaría con tinta plasmada con tanto odio hacia sí misma y tanto desprecio a la vida, su vida.
Ya no se sentía bien en su piel, ya no era lo mismo que hace tiempo, ya su cuerpo estaba desgastado. Su alma pedía a gritos salir de su cuerpo ya, tanto que en ocasiones sin querer brotaban gotas cristalinas y saladas de sus ojos color azul azabache sin querer, sin ser planeadas, sin siquiera venir a la ocasión. Solo salían en busca de ser libres, tanto como lo quería ser aquella solitaria chica.
Escribió lo que para ella era su nota de decir adiós, Su nota de suicidio. El último recuerdo que supuso ella, podría ser el último.
Comenzó a escribir rápidamente en cada pagina, dejando rastro de sus bellas lagrimas en cada una.
¿Adivinen que?, Aquella chica, era yo.