A pesar de ser madre e hija y tener un lazo emocional fuerte no puedo decírselo.
Recuerdo haber querido decírselo tanto un día. A los 8 años.
Mamá, ¿Puedo hablar contigo?.
Mamá dice "Claro, ¿De qué?".
De mí.
"¿Te ocurre algo?".
Todos los días.
...
Mamá, creo que tengo depresión.
Mamá dice "¿Porque?".
No me siento bien. Mi depresión cambia de forma muy a menudo. Un día es una pequeña luciérnaga en la palma de un oso. AL DÍA SIGUIENTE ES EL OSO.
Llegan días en los que ese oso no deja de molestarme. Y prefiero hacerme la muerta y dormir todo el día hasta que se cansa de vigilarme y se va... Llamo a esos días "los días oscuros'.
Mamá dice "¿Y porque no intentas encender una vela?".
Ese día en la noche lo intenté. Y solo logré ver esa pequeña flama candente un recuerdo joven de medio día y a miles de personas con tantas lágrimas en sus rostros que se podrían llenar miles de tarros de cerveza con ellas. Estoy de pie al lado de un ataúd abierto. Su ataúd. Esa noche, con el destello de esa memoria aprendí que cualquier persona que algún día llegué a conocer MORIRÁ.
Incluso yo no le temo a la obscuridad. Quizá eso sea una gran parte del problema.
Mamá dice "Pensé que el problema era que no puedes salir de la cama".
NO PUEDO.
La ansiedad me tiene como un rehén. Atrapada dentro de mi cama. De mi casa. De mi cabeza.
Mamá dice "¿Y de dónde vino la ansiedad?".
La ansiedad es esa prima que vive en otra ciudad y viene de visita. Esa la que la depresión trae por obligación a la fiesta.
MAMÁ, YO SOY LA FIESTA.
Solo que soy la fiesta en la que NO QUIERO ESTAR.
Mamá dice "Entonces, ¿Porque no intentas ir a fiestas reales? Con tus amigos".
Claro, hago planes. Hago planes, pero no los quiero hacer, no quiero ir. Sé que debería querer hacer planes e ir; sé que alguna vez quise hacer planes e ir. Es solo que no es tan divertido divertirte cuando NO quieres divertirte, mamá.
Verás mamá, el insomnio me carga entre sus brazos cada noche hasta la repisa de la cocina y me sumerge en la llama brillante azul de la estufa. Hace un ambiente tan romántico que se siente tan bien la luna, como la perfecta compañía.
Mamá dice "Intenta contar ovejas".
Claro. Mi mente intenta contar ovejas pero solo logra contar RAZONES PARA SEGUIR DESPIERTA. Por eso deambuló, mis rotulas rechinan como cucharas de plata. Suenan en mis oídos como campanas de iglesia retumbantes, recordándome que estoy sonámbulando al rededor de un océano de felicidad en el cual NO puedo bautizarme.
Mamá dice "La felicidad es una decisión".
Pero mi felicidad es tan hueca como un huevo pinchado con un alfiler.
Mi felicidad es una altísima fiebre en un termostato que estallara. Lanzando vidrios por doquier y cortando toda esperanza de TENER ESPERANZA.
Mamá dice que soy tan buena inventando cosas de la nada y después me pregunta:
"¿Tienes miedo a morir?"
...
¡NO!
¡TENGO MIEDO DE VIVIR!
Mamá, estoy SOLA.
Creo que aprendí desde que no volví a ver a papá, a convertir la ira en soledad, la soledad en ocupaciones.
Así que cuando te diga: "Últimamente he estado muy ocupada", quise decir "Me he quedado dormida viendo Dr. House en el sofá, porque no quiero enfrentarme al lado vacío de mi cama".
PERO LA DEPRESIÓN SIEMPRE ME ARRASTRA DE NUEVO A LAS ENTRAÑAS DE MI CAMA.
Hasta que mis huesos se convierten en fósiles olvidados en una ciudad de humo y polvo de huesos. Y mi boca un jardín de dientes rotos por morderse tanto a si mismos.
El hueco de mi pecho parece un auditorio que se cae poco a poco con el eco de los latidos.
Pero solo soy una niña despistada que nunca sabe y nunca sabrá en dónde ha estado.
MAMÁ AUN NO LO ENTIENDE.
MAMÁ...
...
¡¿NO PUEDES VER QUE YO TAMPOCO?!