CAPÍTULO 3: Perseguida por las sombras

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¡Jamás se lo perdonaré!

Camino de vuelta a casa, sola. Todo porque a Astrid se le ocurrió jugarle una broma al director de la escuela. Estuve en el momento y lugar menos indicado, ella huyó rauda y no la vieron. Me culparon y pasé tres horas castigada, eso hasta que admitió su culpa. Afortunadamente fue antes de que llamaran a mi madre. Pero ahora debo ir a pie.

Gracias a que hoy tocaba educación física traigo tenis.

Me coloco los auriculares para distraerme, tarareo la canción. No entiendo la letra, mas la música es pegajosa. El enojo se me pasa un poco, es lo que logra el K-pop. Desde que Astrid me mostró un videoclip de coreanos cantando se han vuelto una adicción, claro, no lo suficiente como para ponerme a buscar el significado de las letras.

Estoy consiente de que mi furia no es con mi mejor amiga. Bueno, en parte sí. Lo que me tiene mal es que sigo sin poder decidir lo que quiero en el futuro. Le he planteado la idea de un año sabático a mis padres, lo que es inaceptable según ellos. ¿Es que no lo entienden? Así tomara miles de capacitaciones vocacionales como la de la semana pasada, no encontraré la respuesta.

Si destacara en algún deporte sabría que hacer. O si fuera buena en alguna materia podría optar por ella. Sin embargo soy una chica normal, nada especial. Si estuviera en un libro sería un personaje sin importancia, de esos que se mencionan en una sola ocasión nada más para rellenar un espacio y prolongar el número de palabras. Ni soñar con ser la protagonista. Eso está destinado a chicas guapas e inteligentes. Pensándolo bien, no siempre es así.

Algunas veces sueño con eso, que mi vida sea más emocionante; con un propósito fundamental. Quisiera sentirme sustancial, importante en algún acontecimiento. Ser la principal. Son tonterías, jamás pasará.

De repente un escalofrío recorre mi cuerpo entero, puedo sentir la mirada amenazadora de alguien en mi nuca. Volteo y no hay nadie. Quizá estoy siendo paranoica, pero la sensación no desaparece. Me rodeo con los brazos en un vano intento de calmarme. ¿Hace frío? ¿O soy sólo yo? Imposible, en la mañana dijeron que la temperatura sería de treinta y siete grados. Sudor frío pasa de mi cuello a mi escote, y no, no es nada sexy.

De vez en cuando miro de reojo. No me tranquilizo ni siquiera al ver a otras personas. No me dan seguridad, además no estoy acostumbrada a irme sin compañía. Generalmente Astrid me lleva, ahora me arrepiento de decirle a mi madre que dejara de traerme y venir a buscarme. El cansancio por la escuela me juega una mala pasada, por dos segundos las sombras de los desconocidos lucen amorfas. Sacudo la cabeza.

La música deja de sonar y le doy play de nuevo, si no la escucho me alteraré más.

Necesito constatar que no estoy siendo perseguida. Una última vez, giro la cabeza y lo mismo, nada. Aunque me extraña la sombra de un edificio, se supone que deben ser rectas, y noto una ligera ondulación. En serio necesito vacaciones. Parpadeo, ya está bien. Seguro que imagino cosas.

—Cálmate, Rose. Estás a plena tarde, nadie puede hacerte daño. Te encuentras a salvo.

Es increíble, hablar conmigo misma funciona para apaciguar mi acelerado corazón. No importa si me consideran loca por hablar en voz alta. Prefiero eso a entrar en un ataque de pánico. Poco a poco respiro con normalidad.

Aún falta para llegar a la parada de autobús, primero debo pasar por un callejón. ¿Por qué debe estar sucio y oscuro?

De repente siento algo frío alrededor del cuello, son como garras. Es real, su aliento roza mi nuca. Las piernas me tiemblan y me cuesta respirar. Alzo la vista y la oscuridad rodea el lugar. Tal vez es por ello que luce más amplio. Tengo miedo. Me mareo. No puedo hablar ni moverme. El perseguidor se acerca, no lo veo, sólo lo sé. Está a centímetros de mí, estoy perdida. Me matará, lo presiento. ¿Por qué? Me lamento de haber deseado emoción, preferiría una vida completamente aburrida a este pánico paralizante.

Entonces escucho su voz, Kaylah.

—Déjala en paz —dice.

Otra voz responde, no comprendo el idioma. Utiliza un lenguaje raro, parece que Kaylah le entiende y continúan hablando. Tal vez sea el miedo, la confusión o el agotamiento, pero me sofoco.

Trato de aferrarme a las palabras de Kaylah.

Antes de que pierda la conciencia él sale de la negrura, luce tan irresistible como siempre. Tiene una sonrisa en la cara y la confianza emanando de sus ojos.

Es lo último que logro ver.

KAYLAH (editando) #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora