La cabeza me da vueltas, parpadeo al abrir los ojos y de inmediato los vuelvo a cerrar. Hay una luz que da directo a mi cara.
—¿Despertaste bella durmiente? —Sonríe muy cerca de mí—. ¿Te pongo nerviosa? —dice y me guiña un ojo.
¡¿Kaylah?!
¿Qué hace aquí? ¿Qué hago yo aquí? ¿Dónde es aquí? ¿Qué carajo me pasó? Lo último que recuerdo es caminar por la calle.
—¿Perdiste la capacidad del habla? —inquiere Kaylah.
—¿Do-dónde estoy? —pregunto.
—En mi casa —responde.
Echo un vistazo. Es un departamento, los muebles son escasos. Un sillón frente a una TV de plasma. Un escritorio con algunos artículos de oficina regados por todos lados. En el suelo hay ropa sucia (lo deduzco por el olor a transpiración) encima de la alfombra gris. No quiero saber si el color que tiene sea el original o es porque lleve mucho tiempo sin lavarse. ¡Arg, los hombres y su falta de higiene! Más allá se ve la cocina y el comedor, también bastante desordenados. La puerta a la derecha debe ser el baño. Todo su "hogar" puede definirse con una sola palabra: monocromático.
—¡¿Por qué me secuestraste?! —grito.
—No te secuestré, te... —hace una pausa— desmayaste y como no sé dónde vives decidí traerte aquí.
Suspiro, eso tiene sentido. Creo.
Aprovechando que estamos juntos me atrevo a cuestionarle sobre un tema que me anda dando vueltas.
—Y dime, ¿cómo supiste mi nombre? —pregunto, llena de curiosidad—. El día en que nos conocimos nunca te lo dije, y sin embargo lo conocías.
—Tengo mis métodos... No me lo creerías —responde Kaylah y dibuja una media sonrisa en su rostro. Sé que oculta algo.
—¿Me vas a decir que eres un vampiro que lee mentes? ¿O un mago que me vio en su futuro en una profecía? ¿Tal vez mi ángel de la guarda que recién ahora se hace presente? Vamos, dispara tu excusa —bromeo—. Prometo no reírme.
—Soy el dios de Patattah. —dice en tono sensual; y de nuevo, me guiña un ojo.
Empiezo a creer que tiene un problema ocular.
¿Cómo demonios puede decir algo tan estúpido con seriedad? Estallo en carcajadas.
—Prometiste no reír. —Él arquea una ceja.
—Lo siento —respiro hondo—. Y dime, ¿qué es Patattah?
—Un planeta.
—Nunca he oído hablar de él —admito mientras le sigo el juego.
—Es que me lo han robado. —Kaylah suena enojado.
—¿Quién te ha robado un planeta? ¡¿Y cómo?! —Quiero oír su delirio. Sé que me divertiré.
—¿Has oído que en algunas historias los hombres le dicen a su amada que le bajarán la luna? Bueno, antes uno prometía a su chica que le bajarían Patattah, hasta que el planeta fue robado. Supongo que alguno de los enamorados ha encontrado la forma de quitarme el planeta y dárselo a su chica.
—¿Y ella lo guarda en un cajón junto con cartas de amor? —pregunto.
—Eso creo. Pero he revisado ya tantos cajones que perdí la cuenta. No sé qué ha sido de mi planeta, ahora soy el dios de nada —lamenta Kaylah.
—¿Y qué había en Patattah? —insisto. Luego, añado—. Y no me digas que había patatas porque te golpearé.
—Muchas chicas lindas como tú. —Me guiña un ojo.
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KAYLAH (editando) #Wattys2017
ParanormalCuando mi madre me llevó a la conferencia sobre vocación para adolescentes a punto de graduarse del secundario, lo que menos sospechaba era que iba a encontrar allí al amor de mi vida. Claro está, tampoco imaginaba que ese amor no sería humano...