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La lluvia caia fuertemente sobre el pequeño redil donde un viejo pastor se apresuraba a guardar sus reses cuando vio la silueta de un chico joven, empapado y temblando bajo la lluvia. El pastor le acogió en casa y le dió ropa seca para cambiarse mientras lavaba y secaba su ropa que estaba cubierta por una costra reseca que podia ser barro... o sangre. Le dió también un plato de sopa caliente para que entrara en calor y le dijo que se quedara esta noche ya que con la tormenta creciente era peligroso andar solo por el bosque.

-Señor, debería dejarme morir, le pondre en peligro. -Murmuraba el joven, bien consciente del destino del anciano pastor.

Un destino que él no le deseaba pero que era inevitable.

-Venga, no intentes asustarme, he visto muchas cosas aquí en el bosque... -Le respondió el pastor. -¿Tienes nombre, chico?

-Jad -contesto el joven firmando definitivamente el destino del anciano.

«Bien... No has tardado en elegir a tu sexta victima. No me gusta esperar» Despertó somnolienta la voz del demonio que habitaba en su cabeza, Jad se sentó frente al fuego de la chimenea para entrar en calor.

Ignorando al demonio.

Ignorando al anciano.

Simplemente fijó su vista en la llama que consumía los gruesos y bastos troncos, que danzaba gracil y hermosa al fondo de la chimenea.

«¿A que esperas?» Se quejó la voz.

Jad no contestó.

El pastor se sentó en un sillón que debía ser tan viejo como él y observó al muchacho que había acogido.

-Es fuego. ¿Nunca habías visto el fuego, chico? -Bromeó.

Pero a Jad no le hizo gracia. El fuego no era cosa de risa pero mucho menos para él.

-Deberías descansar, seguro que estás agotado... ¿Cuanto tiempo llevas andando?

El chico tardó en contestar y durante unos instantes tan solo se escucho el crepitar de las llamas que se reflejaban en sus ojos azul marino.

Pero finalmente habló.

-Mucho... Días, quizás semanas... ¿Por qué hace esto? -Dijo con voz cansada, consciente del demonio agazapado en su mente, a la espera para tomar el control si él se negaba.

-¿Y por qué no? No iba a dejar que te murieras de frio para que me atrageras a los lobos. -El pastor sonrió tratando de hacer que Jad se sintiera mejor pero difícilmente lo iba a conseguir.

«Si no lo haces tu lo haré yo, es viejo. ¿Qué más da?»

La voz se impacientaba y Jad empezaba a sentir como crecía el deseo de acabar con el anciano, toda esa compasión... Si supiera lo que era le tendría miedo, estaba seguro, él también se tendría miedo... Pero ya era tarde para dar marcha atras.

Si lo hacía él evitaría la carnicería que tanto enloquecía al demonio.

-Lo siento... -susurró Jad levantandose del lugar donde estaba sentado.

«No pidas perdón, vamos... tengo razón, lo sabes»

-Ya lo sé, callate -le contestó.

De inmediato cogió el atizador de la chimenea.

A falta de algo mejor... Tendría que servir.

Antes de que el anciano se levantara le golpeó con la barra de acero.

El pastor gimio de dolor, el sillón en el que estaba volcó hacia atrás y se levantó torpemente sujetandose el costado.

-¿Qué se supone que estás haciendo, muchacho? -se quejó intentando alcanzar la escopeta que apollaba junto a la puerta pero en cuanto alargó el brazo para cogerla Jad le golpeo de nuevo con el atizador.

El pastor gritó callendo al suelo pero no dejó que Jad volviera a golpearle y agarró el arma con la otra mano, apuntando al chico.

-Quieto.

«No te detengas, no va a disparar...» Susurró la voz.

Jad se avalanzó sobre el pastor, deseando acabar con esto lo antes posible. Golpeo la escopeta para apartar el cañon en el momento en el que el anciano disparó contra él.

La bala paso rozando el hombro de Jad y este gruño pero tampoco se detuvo y atacó de nuevo sin darle tiempo al pastor para recargar. Le golpeó con más fuerza, en la cabeza, en el costado, el estomago... Hasta que el anciano le suplico clemencia.

Jad lloraba, la voz le gritaba que continuara y no era capaz de desobedecer.

El pastor hizo amago de volver a alcanzar la escopeta que se le había escapado de las manos y ese fue el instante en el que Jad decidió acabar con todo.

Le clavó el atizador en el pecho.

-Lo siento... -susurró.

El anciano calló sin aliento y Jad dejó de prestarle atención.

-Estarás contento.

«Hm, sí... no es tan malo, lo has echo bien»

-No.

Se acercó a la chimenea y le dio una patada a uno de los troncos sacandolo de la chimenea, el fuego se propagó en seguida y Jad se apresuro en dejar atrás el cadaver.

«¡Espera, joder! ¿A donde vas? ¡Te has dejado medio ritual!»

-¡Mierda, podías habermelo dicho antes! -gritó Jad dandose la vuelta hacia la casa, pero las llamas se habian extendido por el suelo y las vigas de madera y era imposible volver a entrar.

La voz estalló en carcajadas.

«Creia que ya lo habías pillado, que pena, tendrás que repetir»

Jad Story {Pausado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora