Capitulo 4

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Parecía extremadamente complacida consigo misma, los ojos le brillaban con pasión desatada. Draco se pregunto si sabría donde se estaba metiendo y decidió darle una última oportunidad para cambiar de idea antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse. Se lo debía a ella y a él mismo.

Sí, ella confiaba en él, Draco nunca haría algo para herirla. Pero si le demostraba exactamente lo exigente y agresivo que podía ser a la hora de conseguir lo que quería, tal vez ella se diera cuenta de lo peligroso que su plan podía ser para ambos.

_ Ya que hemos llegado a un acuerdo, ¿estas lista para la primera lección?- le preguntó.

Hermione se quedó atónita y echó un vistazo fugaz a la ventana que había detrás de Draco, con vista al aparcamiento del edificio.

_ ¿Aquí, ahora?

Por lo visto, la aterraba la posibilidad de que la descubrieran. Estupendo Draco estaba dispuesto a asustarla todavía más. La acorralo contra la pared más cercana y colocó las manos a ambos lados de su cabeza, dejándola sin salida...a menos que ella fuera la que le pidiera que la soltara.

Bajo la mirada a sus brillantes labios rosados y volvió a subirla lentamente hasta sus ojos.

_ Claro, ¿Por qué no?- preguntó, arrastrando desvergonzadamente las palabras. La emoción de lo prohibido destello en los ojos de la castaña.

_ Sea cual sea la primera lección, estoy dispuesta- susurro, provocándolo con sus palabras y su impaciencia por explorarlo todo con él- vamos a ello.

_ Sí, vamos- murmuro él, inclino la cabeza en busca de su boca y finalmente la besó...como había querido besarla durante lo que parecía una eternidad.

Hermione había soñado con aquel momento durante años, pero ninguna de sus fantasías se acercaba ni remotamente a la realidad de aquel beso, de la boca de Draco contra la suya, de la presión de sus labios convidándola a separa los suyos para deslizar la lengua y saborearla. El beso fue ardiente, ávido y apasionadamente agresivo; todo lo contrario a los delicados preliminares caballerescos a los que Ron la tenía acostumbrada.

Draco no era un caballero a la hora de besar, y su respuesta la excitó más de lo que nada la hubiera excitado en su vida. Aquello era exactamente lo que anhelaba. Ser poseída por un hombre y experimentar la pasión en su forma más salvaje e indómita.

Un solo beso había bastado para que se sintiera viva, una mujer con deseos y necesidades, era maravilloso experimentar un arrebato instantáneo de lujuria por un hombre.

Pero por muy excitante que fuera aquel beso, no era suficiente.

Ansiaba un contacto más íntimo y no solo en los labios, las manos del platinado seguían firmemente apoyadas contra la pared y al menos había seis centímetros de separación entre sus cuerpos.

Adoptando el papel de mujer agresiva, que pretendía ser aquel fin de semana, buscó remedio al problema para borrar cualquier resto de cohibición que pudiera quedar en él y hacerle saber que no quería el menor comedimiento entre ellos.

Bajo las manos hasta la cintura de sus pantalones y enganchando los dedos en el cinturón, tiró lenta e inexorablemente de él hasta que sus curvas femeninas se amoldaron a los recios contornos masculinos. Sus caderas se encontraron, la impresionante erección se apretó contra su vientre, sorprendiéndola muy agradablemente.

Saber que era ella la responsable de su excitación acrecentó su confianza y avivo aun más su deseo, deslizo las manos hasta su trasero y aferró sus glúteos. Instintivamente se arqueo hacia él y froto la pelvis contra la dura protuberancia de sus jeans, deleitándose con el gemido que retumbo en el pecho de Draco.

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