CAPÍTULO 1

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Entró apresurado a la clase jadeando del agotamiento por la carrera. El despertador no le había sonado y al final fue su hermano quien lo despertó 15 minutos antes del comienzo de las clases. Por suerte había llegado antes que el profesor por lo que podía comprobar.

Alcanzó el pupitre para desplomarse en la silla tirando la mochila sin ningún cuidado y suspiró agotado.

-- Oe Luffy, ¿Como te las apañas para llegar siempre tarde? -- Rió su compañera divertida.

El chico se encogió de hombros sonriendo alegre.

-- Será cierto eso que dicen de que cuanto más cerca vives más tarde llegas. -- Argumentó Usopp desde el pupitre de atrás.

De sopetón apareció Sanji sonriente apoyando las manos en las mesas de la pelirroja y el moreno.

-- ¿Adivinad qué?

-- ¿Qué? -- La pelirroja arqueó una ceja.

-- ¡Gané la apuesta con el Marino! ¡Estoy deseando que llegue, se va a cagar!

-- ¿Qué apostasteis?

-- Pufff... pues verás...

Fue interrumpido por un fuerte murmullo que llamó su atención. Al girarse para ver la puerta los chicos se fijaron en el muchacho alto y moreno que buscaba algún sitio donde poder sentarse. Al estar prácticamente todos los alumnos de pie paseando de un lado a otro era difícil saber cual era el pupitre sin dueño, asignado para él.

-- Es el nuevo.

-- Que serio está por Dios, ni que viniera de un funeral.

Luffy rió divertido por el comentario de su amigo y enseguida fue acompañado del resto que rieron por lo bajo. Se ganaron una mirada de fulminante llena de molestia por parte del recién llegado que acabó por avanzar hasta la última fila al fijarse en el pupitre que no tenía pertenencias de nadie.

-- ¿Os habéis fijado en como nos a mirado? Menudo idiota.

-- Pff, ya tiene pinta de macarra. Con esos tatuajes y esos pendientes...

-- Seguro que es de los que dan problemas.

Mientras sus amigos comentaban sobre el personaje el curioso moreno de la banda se había quedado sorprendido por las enormes ojeras que le adornaban la cara. ¿Es que acaso no dormía bien por las noches? Y los tatuajes que alcanzaban de las manos a los brazos y se perdían en la manga corta de la camiseta, lo habían cautivado. Ya llevaba una temporada planteándose el hacerse él uno, pero prefería esperar hasta cumplir la mayoría de edad para no recibir mucha reprimenda.

El ojeroso, hasta el momento distraído viendo el horario escolar para descubrir que materia tocaba en esos momentos, alzó la vista al sentirse observado y frunció el ceño al ver de quien se trataba. Uno de los cotillas e idiotas que se encontraban criticándolo cuando entró.

El nuevo sonido de la puerta los devolvió a todos a la realidad y en cuanto vieron al profesor cada uno se fue a su pupitre para comenzar a sacar los libros de matemáticas.

-- Bien, empecemos...

-- ¿Profe ya tienes los exámenes corregidos? -- Se apresuró a preguntar una de las chicas lo que todos deseaban saber.

-- Sí Rebecca, ya los tengo corregidos. Ahora mismo os los entrego, pero dejame apuntar firmar el parte primero. -- Miró a los chicos interrogante. -- ¿No falta nadie, ¿no?

-- Falta Zoro profe.

-- Okay. Roronoa Zoro. -- Apuntó en la hoja de faltas. -- Vale, aviso de ante mano que los exámenes han sido un poco desastre. A ver si estudiamos más.

Cogió un matojo de papeles y comenzó a caminar por la clase repartiéndolos.

-- Luffy has mejorado bastante, no te desanimes eh. A la próxima seguro que llegas al 5.

El chico vio su nota y suspiró frustrado. Un 4'5, no había forma de que aprobara. Siempre se quedaba en el maldito 4.

-- Nami podrías sacar mejor nota.

El muchacho vio el examen de su compañera, un 6. La verdad es que siendo ella sí que podía sacar mucho más aun tratándose de matemáticas.

La miró interrogante señalando la nota para pedir una explicación.

-- No tuve tiempo para estudiar. Además, ¿qué más da? Es un aprobado igualmente.

El chico hizo una mueca y se giró para ver a su amigo de cabellos rizos que se frotaba la frente nervioso.

-- Mierda, mierda, mierda. Ahora sí que no apruebo. Con esto ya no me va a dar la media a menos que saque un 9, cosa que es imposible. ¡Joder!

-- ¿Qué sacaste?

-- Un 1'5.

-- ¿Tú estudiaste algo?

El chico se rascó la cabeza nervioso y negó con una leve sonrisa.

-- Es que se me olvidó que había examen. Jejeje.

No tardó en llevar un fuerte golpe por parte de Nami.

-- ¡Baka! ¡Como sigas así vas a catear el curso!

-- ¡Ahh! ¡Pero no me pegues!

El chico volvió a reír por lo bajo divertido y dejó de preocuparse por su nota. Al menos el profesor había notado su esfuerzo, eso sin duda alguna lo ayudaría en la evaluación. Quizá con un 4'5 si pudiera conseguir el aprobado al final del curso. A parte, para eso aun quedaban prácticamente dos trimestres.

El resto de la clase transcurrió tranquila seguida de las dos siguientes hasta que al fin llegó el deseado recreo. A esa hora ya se moría de hambre, necesitaba su bocadillo de media barra para llenar el estómago en la media mañana.

Se apresuró a coger el dinero y salir con su pandilla apresurado por llegar a la cafetería antes de que se acabaran los bocatas.

Pero había tanta gente que en cuanto se adentró perdió a los chicos de vista y cuando salió con el bocata en mano ya no los veía por ninguna parte. Decidió salir afuera intuyendo que por el buen tiempo se encontrarían en el patio por el césped.

Corrió apresurado y entusiasmado, pero tan distraído que no se percató del viento hasta que este se llevó su sombrero alejándolo de su cabeza.

Viró sus pasos para correr tras él hasta que no tuvo más remedio que pararse a respirar exhausto. Miró entonces a los lados deseando que hubiera caído al suelo y lo encontró en un lado de la gran explanada de césped junto a un árbol donde alguien se encontraba apoyado. Este en cuanto vio el objeto no dudo en cogerlo para buscar al dueño quien no tardó en presentarsele delante.

-- Es tuyo ¿no?

Luffy asintió con la cabeza y sonrió agradecido mientras extendía la mano para que se lo devolviera. Pero el otro frunció el ceño y se cruzó de brazos sin soltar el sombrero.

-- ¿Sabes? Eres un maleducado. Las personas con al menos algo de respeto dicen por favor y gracias.

El chico lo miró entre sorprendido y disgustado a la par que algo molesto. No quería ser maleducado, por eso le había sonreído tan gratamente.

Volvió a extender la mano reclamando lo que era suyo.

-- ¿Tanto te cuesta ser educado?

Ya mosqueado frunció él el ceño y de un manotazo le arrancó el sombrero de la mano. Acto seguido le soltó un bufido y se dio media vuelta para buscar a sus amigos.

-- Maldito imbécil. -- Murmuró el ojeroso.

"Idiota, estúpido y descerebrado..." Pensó el moreno colocándose el sombrero.













Palabras sin sonido (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora