Capítulo 4

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Es otro soleado día en el Atlántico, llevaba tres días bastante intensos y aún quedaba un mes para volver a Nueva York, a mi monótona vida, pero dejemos esos pensamientos tan aburridos, el sol brilla, Ann está durmiendo y por fin siento la tranquilidad.

Me quedé sentada en la cama y miré la hora, las 9:00, el desayuno lo traían a las 9:30, y mientras tanto me fui a cambiar y a asearme, puse la música de mi móvil casi al máximo de volumen, últimamente me sorprende lo rápido que hago las cosas, porque en 10 minutos ya estaba lista, y a todo esto Ann seguía durmiendo, aunque no por mucho rato, desde que le tiré el cubo de agua me he quedado con las ganas, aquellas ansias de hacerle el mal se me quitaron cuando escuché la voz de Ann, estaba super dormida, y sólo pude distinguir la palabra hambre de lo que me decía.
- Vale, primero, no he entendido casi nada de lo que me has dicho, segundo, el desayuno lo sirven dentro de 15 minutos, y vístete porque hoy va a ser un gran día. - le dije emocionada.

- Me duele todo el cuerpo. - se quejó.

- Pero bueno Ann... te estas oxidando, antaño aguantabas más. - le respondí con una sonrisa, a referencia de la noche loca que tuvo anoche, me contó que era un italiano, como la conozco, y que según ella había sido el mejor polvo de su vida.

Lo único que recibí fue un cojinazo de su parte en toda la cara. Ann se fue al baño y 10 minutos ya estaba preparada para el día que nos esperaba.

Nos trajeron el desayuno a y media en punto, mi amiga lo devoraba y no dejaba nada en el plato, a veces me pregunto como puede estar tan delgada si come como un cerdo.

Nos preparamos para salir. Había preparado el día para pasear a primera hora, hacer fotos, por la tarde iríamos a las clases de baile y luego al spa, por la noche no tengo nada planeado pero a veces mientras menos planes hagas mejor salen las cosas.

En el tablón de anuncios habían puesto las actividades de hoy y aprovechamos para mirar qué había hoy por la noche. Resulta que había una especie de Show en el que te podías presentar para bailar, cantar...

- Podríamos ir al Show, o si no siempre nos quedan las actividades para adultos. - me dice Ann y me da un codazo. Por las noche también habían espectáculos de señoritas, para adultos, no eran Strippers pero sí habían bailarinas exóticas.

- Creo... que deberíamos informarnos para ver si hay algún club de Strippers, los podríamos contratar.

- Skye, no sabes cuánto te quiero ahora mismo.- Dijo y las dos nos reímos.

Las clases de baile no estuvieron nada mal, era graciosísimo ver al monitor super emocionado y a las personas más mayores quejarse, Ann y yo estuvimos sudando demasiado.

Por fin estábamos en el spa, Ann y yo habíamos tenido la suerte de que nuestros masajistas fueran demasiado sexys. Estábamos prácticamente solo con una toalla recostadas en una camilla, y en ese momento estaba en la gloria, las manos del masajista eran mágicas. Estaba demasiado relajada cuando de repente solté una especie de gemido extraño, la camilla de Ann y la mía estaban al lado, así que Ann se giró lo más rápido posible para mirarme y reírse, no podía estar más roja y para colmo mi masajista soltó una risita.

- Tranquila, a las mujeres les suele pasar, ya estoy acostumbrado.- me dijo mi masajista. - bueno, a ver... no va con doble sentido, quería decir que- le interrumpí.

- Ya, ya, no te preocupes te he entendido. - Le respondí. Cómo podía ser tan sexy este hombre, su voz es tan dulce, creo que iré más a menudo al spa.

Me fijé y Ann y su masajista estaban demasiado bien diría yo. Su masajista le metía las manos demasiado por debajo de la toalla y esa cara de gusto que tenía Ann me perturbaba un poco así que giré mi cabeza y me concentré en las manos de aquel masajista.

Vacaciones // Jeffrey Dean Morgan //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora