9. El malo

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—¿Cómo quieres llamarle?

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—¿Cómo quieres llamarle?

La pregunta que durante toda la semana me he hecho, es formulada esta vez por Mark. Escoger un nombre para el hámster que me regaló ha sido difícil, mucho más difícil que intentar adaptarme a ella, aunque es la segunda vez que la veo, apenas entré al departamento de Mark, el valor que había recaudado desde hace días se volatilizó.

—No lo sé, quería un nombre representativo —algo que me recuerde a Mark... Haciendo una breve pausa medito sobre los nombres que mi mente empieza a recrear por milésima vez—. ¡Eso es!

Dejándome llevar por la emoción hablo enérgica. «Dory» Le digo.

—¿Cómo el pez? —Pregunta con intriga.

—Como tú y tu época Dory —él junta las cejas al mismo tiempo que intenta ocultar una sonrisa—. ¿Es usted alumna de mi clase? Su rostro me suena.

Citando sus palabras y exagerando mi tono de voz, le explico. La risa que emite y la alegría que provoca el sonido, es contagiosa.

—En mi defensa señorita Lombardo, diré que intentaba ocultar lo atraído que me sentí por usted, desde el primer momento en el que la vi —removiéndose del sofá, toma mi mano.

—La discreción no duró mucho, señor Harvet —suelto, esbozando una sonrisa—. Y pensar que ahora estamos aquí... ¡Qué locura!

—¿Te arrepientes? —Su curiosidad es familiar. Es la misma pregunta que me he hecho. ¿Se arrepentirá Mark de todo lo que ha sucedido hasta ahora?—. Es decir, salir de una relación de seis años, verte involucrada en rumores con nuevas historias cada día, no debe ser fácil.

—No lo es —hablo con sinceridad—. Y por eso quizás he llegado a desear que las cosas sucedieran de otra manera. ¿Pero arrepentimiento? No es lo que siento ahora, no contigo.

Si bien, la manera en la que mi relación con Jackson terminó fue lamentable, y los rumores incómodos, son cosas que pasaron, incluso antes de que Mark y yo decidiéramos acercarnos.
Haciendo acopio de toda mi valentía, decido devolverle la pregunta. Aunque no es agradable pensar que podría obtener una respuesta diferente a la mía, es justo saberlo.

—¿De qué podría arrepentirme, señorita Lombardo? —Su mano deja de sostener la mía para dirigirse a mi rostro— ¿De ver de cerca los preciosos ojos marrones que rondaron en mi cabeza por días? ¿Poder acariciarte?

El suave tacto de sus nudillos sobre mis mejillas, se mezclan con las palabras dulces que pronuncia. «¿Besarte?» Añade, mientras inclina levemente su cabeza y me besa. Un beso lento y dedicado, como si deseara que lo grabara a fuego en mi memoria.

—No hay nada de lo que pueda arrepentirme si se trata de ti, Rachel —alejando su boca de la mía, confiesa él en un tono pausado pero intenso—. Me gustas, demasiado.

¿En clases no? - DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora