Extra II - Celos

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Rachel Lombardo:

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Rachel Lombardo:

—Uhm —al despertar escucho la voz ronca y soñolienta de Mark. Con su pecho unido a mi espalda, me abraza y atrapa en el calor familiar de su piel. Es él, el lugar al que pertenezco—. Buen día, cariño.

Murmura con sus labios en mi cuello. Pego mi trasero a su entrepierna y disfruto como su deseo por mí crece más y más en cada ligero movimiento. «Buenos días, señor Harvet» Le digo volviendo a contornearme contra él. La sensación es tan buena, se me escapa un gemido.

Por debajo del camisón que llevo puesto, Mark dirige una de sus manos a mi pecho, los delinea con su pulgar, la manera atenta y dedicada que me acaricia... Enciende todos mis sentidos. Continúa besándome el cuello y moviendo las caderas.

Cierro los ojos complacida de sentir la desendencia de su mano hábil por mi abdomen hasta llegar al inicio de mis bragas.

—Mami, papi —escuchar a nuestros hijos gritar afuera de la habitación nos paraliza—. ¡Es día de parque!

—No. Es día de sexo —se queja Mark entre susurros, regresa su mano a mi cintura, abrazándome más a él. Me rio. Ni siquiera tenemos un día de sexo, pero si que mantenemos la tradición con nuestros hijos de pasar en familia los fines de semana, y tal como podíamos escuchar; Los domingos, día de parque son sus favoritos.

—¡No hermano, aún no podemos entrar! —al instante que la cerradura de la puerta se gira, se escucha el regaño de nuestro hijo. Inmediatamente Mark y yo nos sentamos en la cama, cubriéndonos con la manta. Johan vuelve a hablar, sé que es él, pese a que el tono de voz de los gemelos es idéntico, sus palabras lentas y pausadas son inconfundibles—. Papá dijo que si llamábamos a una puerta teníamos que esperar a que nos invitaran a entrar.

—Ahg, está bien —responde Matt. Mark y yo sonreímos sentándonos en la cama—, ¿mamá, papá podemos entrar?

Mientras estiro mi mano hacia la mesita de noche y tomo la bata salida de cama, colocándomela. Observo el rostro de Mark, sonriente y lleno de orgullo al oírlos.

—Si, cariño, pueden pasar —hablo en tono alto para que me escuchen. Sonrío al verlos entrar a la habitación, ellos corren hasta el pie de la cama.

—Mami, papi —con su tierna voz nos saluda Karla, nuestra pequeña hija, quien a pasos cortos es la última en llegar hasta nosotros.

—Hola, amor —digo tomándola en los brazos para sentarla en mis piernas, ella mira a Mark y él acerca sus labios a la frente de nuestra hija.

—¿Cómo está mi princesa? —Pregunta mi esposo, el rostro de Karla se ilumina al verlo, le responde con un dulce y mimado «muy feliz»

—Papi ha pintado su carita de rojo —de repente ella señala el rostro de Mark, observo entendiendo a lo que se refiere. Mi esposo está completamente sonrojado; efectos de nuestro despertar. Reflexiono—. Igual que mami tiene pintura en las mejillas. ¡Yo también quiero esa pintura!

¿En clases no? - DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora