20. Compañías...

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NOTA IMPORTANTE ANTES DE CONTINUAR CON LA LECTURA: Debo aclara que no incentivo el uso o mal uso de medicamentos mencionados en el capítulo. Por favor, hay que ser responsables con el tipo de información que adquirimos.
No olviden que no existe mejor amor que el AMOR PROPIO.



 No olviden que no existe mejor amor que el AMOR PROPIO

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Diciembre 07

Todo termina de derrumbarse cuando llego al centro médico del pueblo, donde el cuerpo de mamá aún es atendido por algún servicio funerario del lugar.

—¿Qué le hicieron? —Cuestiono alterada al doctor que me recibe en el pasillo— Ustedes la mataron. Mi madre estaba bien...

—Rach, mi amor, cálmate —pide mi abuela, rodeándome con sus brazos. Me alejo.

No. No quiero malditos gestos de consuelo. Lo único que quiero y necesito es una explicación.

—Señorita, la septicemia es un asesino silencioso, se desarrolla rápidamente y muchas veces no es detectado a tiempo, como el caso de su madre. Su estado de salud no era bueno —el hombre de bata blanca, empieza a hablar—. La enfermedad había avanzado y evidentemente el tratamiento que ella estaba realizando no funcionó. Por lo que un choque séptico terminó acabando con su vida.

Niego con la cabeza, sin poder creer lo que dice. ¿Mi madre estaba realizando un tratamiento? ¿Por qué no me lo contó? ¿Cómo maldita sea no pude notarlo?
Debí saberlo, con el primer infarto que sufrió, debí deducir que ella estaba mal, que las razones que dio ante ese hecho no eran ciertas.
Me mintió y yo confiaba ciegamente en sus palabras.

—Necesito verla —ruego al doctor entre sollozos, él asiente, dirigiéndonos por el pasillo.

Mientras avanzamos siento la mano temblorosa de mi abuela sostener la mía, entonces entiendo lo que intenta decirme "no estás sola", pero solo es eso; Un gesto de consuelo de su parte, no es la realidad. Porque me siento vacía. Vacía al saber que apenas cruce por aquella puerta, por primera vez no estarán sus brazos cálidos recibiéndome.

—Adelante —quedándose a un costado de nosotras, el doctor nos invita a seguir el camino y por un momento dudo. Sin embargo, es tarde. La puerta de la habitación se abre y puedo observarla desde afuera, luciendo un vestido blanco que se pierde en su piel pálida.

—Extraña —me acerco a ella apartando a la mujer que está a su lado. Tomo su rostro entre mis manos mientras lágrimas ruedan fluidamente por mis mejillas. No. Este no es el rostro de la mujer que conozco. No hay una sonrisa en sus labios, no es mi madre, no puede ser ella. Aferrándome a su cuerpo, la abrazo y el vacío en mi pecho es más profundo, provocándome un dolor tan agudo que amenaza con postrarme de rodillas—. Abrázame, por favor. Aunque sea la última vez que lo hagas, lo necesito, te lo ruego. Necesito grabarme tu abrazo como no lo hice la última vez que nos vimos.

¿En clases no? - DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora