Relato

132 6 0
                                    

Despejarme, eso buscaba yo mientras miraba por la ventana y veía los árboles. Esos árboles tenían hasta más felicidad que yo, y me reí de sólo pensar que estaba triste.
Entonces, como uno de esos golpes que te despiertan un poco del sueño que uno mismo se crea, sentí un suspiro de agotamiento.
"Dos horas por delante, la pucha"
La pucha, dijo la señora y largó un suspiro que ocupó varios minutos.
La pucha, pensé yo mirando a mi padre, quien también tenía varias horas por delante haciendo algo que (siendo sinceros) no le agradaba.
La pucha, me dije a mi misma, que estaba disfrutando del viaje mientras otros lo sufrían, y quejándome de mi situación.

Y habría que decirnos la pucha varias veces; cuando no valoramos, cuando no vemos, cuando no admiramos.
La pucha, cuando le hablamos mal a quienes más nos quieren por un afuera que nada tiene que ver con el adentro.
La pucha, con los sentimientos y palabras que guardamos, siendo que sólo tenemos un pucho de vida.
La pucha con todos aquellos que trabajan en algo que los hace suspirar, y no precisamente de alegría.

Y alguien dijo una vez: "siempre lucha por aquello que te hace feliz".
¿Y cuántas veces quisimos hacer eso? ¿Y cuántas veces pensamos que no seríamos buenos? ¿Y cuándo fue el momento en el que dejamos de buscar porque ya habían sido muchas veces sin ser nada?

¿Quién dijo cuándo es tarde para hacer algo que te haga feliz?
Le pregunto a aquella señora que le quedaban dos horas por delante y unos cuantos suspiros.
La pucha, digo yo, si nos hará falta a veces suspirar, con la más pura sencillez; de alegría.

27 Inviernos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora