Carencias.
El cielo estaba nublado, tanto que ni un sólo rayo de sol lograba traspasar las nubes. Viento corría pegando contra los árboles y arrancando una que otra hoja, mientras que los caballos hacían resonar sus lujosas herraduras de hierro contra el suelo, estaban siendo torturados con nuestro peso, casi pude sentirme culpable.
Era divertido de cierto modo, saber que creían que estabas entre sus manos, cuando en verdad era todo lo contrario; alucine con la rapidez de que me creyeron rendida, quizás sea porqué pensé que no me tomarían tan a la ligera, por ese punto era algo humillante, he de admitirlo. Mi único propósito era recuperar a mi diamante de sangre; que por un fatídico error se encuentra entre los tesoros de la corona real, sí, tampoco yo debería de ser tan descuidada como para haberlo dejado en una piedra para nadar un poco.
Lastimosamente la manera más simple de entrar en los territorios de la manada del rey, exactamente en el castillo real, era caer rendida, algo fácil pero mortal si no tenías la astucia adecuada. No me fue difícil entregarme siendo conocida por la realeza, era la única que podría derrotar a sus preciados reyes... aunque mi existencia era un secreto mundial y sólo conocido por los gobernantes; la reina y el rey. Las razones de ello eran entendibles conociendo mi poder... bueno, parte de el, jamás necesite escabullir más profundo, ojalá no necesite descubrir las habilidades de mi lado oscuro.
Sobre el manto del día, que estaba pintado de un hermoso gris, las nubes qué eran de un especial grisáceo oscuro, amenazaban con llover y como consecuencia; empapar mi cabello cuando saliera. Una de las cosas que mas cuidaba era mi cabello, inconscientemente aquélla parte de mi resulto estar intacta con el pasar de los años.
La única libertad que tenia dentro de este cubo de acero demoníaco, era ver el cielo gracias a mi visión especial. No era mi don mas útil, pero era algo ventajoso en ciertas situaciones, como estás. Solía no desperdiciar mis energías, pero debía de tener una mínima pista de donde me encontraba si quería continuar.
Me daba gracia saber que aún había personas que creían que me podían debilitar con el acero demoníaco. ¡De hecho podía vestirme con él si así se me daba la gana! Ese sucio truco no funcionaba conmigo, con varias razas quizás, pero deberían de haberme investigado un poco antes del lanzarse de lleno al abismo. Era como intentar escalar un precipicio sin tener algo de seguridad.
Agilice mi oido al escuchar que estaban platicando los guardias que conducían la carreta que me transportaba en este cubo metálico.
—¿Estás seguro de que es ella?— Preguntó el que parecía estar al lado del conductor.
—Tiene la marca en forma de Luna— Sonreí con superioridad, mi marca de nacimiento era única, me gustaba. ¿Quién demonios tenía una marca de luna perfectamente hecha? Exacto, sólo yo, por lo qué conozco.
—¡Eso no significa nada! Cualquiera tiene una cicatriz— Amplíe mi sonrisa aun más ante la ignorancia de su compañero.
—No es cualquier marca, es una de nacimiento— ¿En serio realeza? ¿No pudieron enviar a alguien más capacitado? Esto deberia ser una estupida broma.
La reina no pudo ser tan tonta de enviarme a estos idiotas... ¿Se estaban burlando de mí? Si ese fuese el caso, habría que hacer algunas 'cosas' más para que aprendan que conmigo no podían jugar, por lo menos no de esta manera ridícula. ¡No somos niños! Estos tipos deberían de ser de los más capacitados si es que sabían de mi existencia.
Lo único que en estos momentos anhelaba era encontrar a mi diamante de sangre. Mi preciado tesoro, cualquiera que osase tocarlo terminaría mal.
—¿Cuánto crees que nos dará el alfa Máximo?— Con razón... Había escuchado de Máximo. ¡El gran alfa que se creía la gran cosa por unos cuantos envases bonitos pero vacíos! Absurdo, pero cada quien con sus gustos.
No tenía la menor idea de como estos enclenques pudieron saber sobre mí. ¡Pero les haría el favor de acabar con su inservibles recuerdos! No podía dejar que nadie más se enterará de lo que sea que van a contar.
Me paré con calma, no me preocupaba mucho luchar con ellos. Con mis uñas hice trizas las cadenas de acero demoníaco. Ya con mis manos libres, me estire un poco y por último alcé mi puño lanzando un golpe hacia el techo; destrozando por completo este mismo y creando un detenimiento en respuesta.
ESTÁS LEYENDO
El rey. [1# Libro de la biologia "Nuestros".]
Werewolf- ¡Tú, eres mía! Unas manos me encarcelaron por la cintura. -Tranquilo niño, no soy tu juguete. No tengo tiempo para jugar con un puberto, tengo que encontrar al poseedor de ese grandioso aroma. Olfetee el aire pero sólo llegue a una conclusión... ...