Lo mejor para Esteban

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—¡¿Qué?!

—Lo que oíste. Soy un vampiro.

—Pero ¿cómo?

—Te contaré lo que me sucedió.

Suspiró y empezó a contarte todo con detalles. Ella había sido engañada con mucha facilidad después de haberse quedado sin memoria.

—No puedo creerlo. Ni siquiera puedo creer que estés aquí.

La expresión de Sergio se volvió confusa. Parecía estar discutiendo internamente entre la fantasía y la realidad.

—Lo siento, Susana.

—Descuida. Ahora debo continuar por mi bebé —se tocó el vientre.

—Si es el hijo de Esteban, entonces yo soy su tío.

—Exacto.

—¡Voy a tener un sobrinito! —festejó DelValle—. Un momento, ¿por qué viniste aquí y no fuiste con Esteban?

Ella bajó la cabeza y una lágrima se escapó de sus ojos.

—Es que quiero saber cómo está. Solo le diré que estoy viva, bueno lo que sea esto, si va a ayudarlo. Pero me temo que ya rehizo su vida con otra mujer.

De la nada, Sergio empezó a reír con ganas. Susana le miró sorprendida, no había nada que no fuera serio en la plática, ¿por qué se reía de esa forma?

—Susana, créeme cuando te digo que estás equivocada. Rehacer su vida está muy lejos de lo que él está pasando.

—Pero yo lo vi con otra mujer.

—Tal vez a una de muchas.

—No entiendo.

—Te explicaré. Tu muerte destrozó a Esteban. Él llegó lo más rápido que pudo de su viaje y le dimos la noticia. Jamás lo vi tan afectado por algo, no le importó llorar frente a todos, se aferró a tu tumba y no dejaba de decir que te amaba.

—¿Él hizo eso? —inquirió incrédula, con lágrimas en los ojos.

—Sí, y no es todo. Estaba tan mal que bebió mucho y le dio un coma alcohólico, permaneció así durante semanas. Y cuando se despertó, tu muerte volvió a golpearlo. Aunque prometió no volver a tomar, lo sigue haciendo.

—¿Y la mujer?

—Bueno, no solo utilizó el alcohol, también a las mujeres. Según lo que me dijo Elvio, creo que lo conoces por fotos, ¿dónde estaba?

—Elvio te dijo algo.

—¡Oh, sí! Pues Esteban se acostaba con una mujer diferente cada noche para demostrar que nadie le llenaba como tú lo hacías. Solo no se suicidaba porque decía que tú lo odiarías si hacía eso.

—¡Dios mío! —empezó a sollozar—. Y yo pensando en que no me había amado lo suficiente. Que quizá no quería sentir culpa de mi muerte y por eso me llamaba en sueños.

Sergio se conmovió con la escena de su cuñada llorando y la abrazó. La piel de la pelirroja era fría, frío inmortal.

—Ya sabes que hacer, Susana.

—Sí. Voy a contarle la verdad.

—Mientras yo guardo el secreto. Me supongo que esto solo lo sabremos él y yo.

—Gracias —le dio un beso en la mejilla y salió por donde había ingresado.

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Sintió que Susana se acercaba y esperó con impaciencia. Confiaba en que las cosas salieran bien. Después tendrían que encargarse de Arturo, eso sería mucho más difícil. A él no le agradaría nada la idea de haber perdido a su "esposa".

Conexión CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora