Declaración de guerra

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01/12/20XX

Sebastián:

El ruido de mis pisadas terminador por enfriar mi cabeza, mírame, considerar patear ese gato, -Despreciable.-

Las calles que he recorrido tantas veces siguen siendo las mismas, el cielo es igual que siempre, celeste y profundo, las casas que enmarcadas por la acera, llena de gente que alguna vez he visto pasar pero que no me he esforzado por reconocer, todas pasan a mi lado mientras se alejan donde mi mirada no las alcanza.

Las rutas de siempre que recorro a pasos largos se despiden en una silenciosa e inmóvil señal, con el murmullo del viento.

Decido entrar en un pequeño negocio en una esquina. Todo es tan típico, pisos de madera reluciente, anaqueles y estantes repletos de productos con buena pinta, en el mostrador la cereza del pastel, una ancianita de baja estatura y cabello gris que da paso a las arrugas, incluso camina con un bastón.

-¿Qué quieres querido?- La anciana despega sus ojos del televisor que tiene al lado y se dirige a mí con palabras algo temblorosas.

-Nada especial, solo busco algo para un amigo.- sonrío con cortesía a la adorable mujer.

-¿Quieres leche verdad?- Acaso leía mentes, es un poder que ganas con los años o algo así, porque ella está en lo correcto.

-Sí, lo agradecería.- sonrío sin alterar mi tono de voz.

Aquella mujer baja de su asiento y busca en el frigorífico que usa como caja de pagos. - Debe ser por todos los años de atender gente, incluso sabe lo que quieren antes que ellos mismos.-

-Aquí está querido.- Se detuvo delante mío alzando la caja de leche.

-Gracias, ¿Cuánto sería?-

-Es gratis.- La anciana me sonrió entregándome el producto.

-Pe...- Dudo seriamente que pueda aprovecharme de una anciana.

-Nada de peros.- Me hace voltear hacia la salida despidiéndome con unas palmaditas de su bastón.

- Gra... Gracias por la leche.- Me despedía entre señas mientras se sentaba en la banca fuera del negocio.

Llego a la escuela y guardo la leche en mi mochila. Ya en mi salón abro la puerta, parándome en el umbral observo a los pocos que están allí. -Nadie importante.-

Con mis pies subidos en la mesa y mi cuerpo balanceándose en la silla, mientras miro el invertido pupitre solo se me hace raro que Brutus no esté durmiendo en él.

-Ese idiota siempre se levanta a las 5am y termina tan cansado que duerme hasta que las clases comienzan.- No puedo evitar reír en silencio.

Somos amigos desde hace tiempo, desde el jardín de niños, -En ese tiempo era un llorón.- Vuelvo a reír para mi persona.

En ese tiempo sufrió acoso constante, el pobre terminó con un trauma, no puede ni hablar correctamente con las personas por que le dan ataques de ansiedad. Recordar eso solo me pone furioso, -Algún día pagaran por todo Brutus, pagaran por todo.- Mientras los torturo en mi imaginación recuerdo como nos hicimos amigos.

En ese tiempo al igual que hoy en día es un cachorro de malvavisco por dentro aunque por fuera es un pitbull rabioso.-Si sigo conteniendo mi risa talvez explote o parezca un loco de remate.-

Volviendo a lo importante esos eran momentos difíciles para ambos po...

Mis recuerdos son cortados por el sonido estruendoso de la puerta siendo azotada, y lo que vino después capturó mi completa atención.

La hermosa, inteligente, atlética y adinerada Raquel, entró al salón azotando la puerta con Brutus a su espalda. No era un secreto para mí el amor platónico de mi amigo, -¡Anotaste una buena, campeón!- Mis pensamientos sarcásticos eran tan fuertes que podrían haberse escuchado por todo el salón con un incomodo silencio o talvez unas risas de fondo, como un programa de televisión.

La chica prosiguió su entrada con el gesto de jugar con su cabello de una forma pretenciosa, como si fuese la reina del lugar.

- Vamos perro tonto, ve a tu asiento.- Ya era la reina del lugar, ordenado sin siquiera voltear, encima al matón más temido de toda Costa Norte.

-mhp.- Brutus que en este momento parece un guardaespaldas o algún perro guardián, se dirige hacia mí con un ceño fruncido de pocos amigos como si estuviera enojado y con ganas de sangre, es la cara que pone cuando está nervioso.-Nunca me canso de esa cara, ¡es malditamente gracioso!-

No puedo ver mi rostro, pero estoy ansioso por comenzar el interrogatorio, de seguro tengo una sonrisa maliciosa pero eso no importa.

-Verdaderamente interesante.- Cuando se acomoda en su asiento y mi boca se abre para comenzar la ronda de preguntas soy interrumpido.

-Gusto en conocerte, soy Raquel Lockwood.- Apoya las manos en mi pupitre mirándome desde arriba con una expresión fría en sus ojos sobre sus rosados e inexpresivos labios.

-Sebastián, mucho gusto.- Digo fingiendo cortesía, cada vez esto es más y más interesante. Alzo mi mano en señal de darnos la mano. Mi malicia no para,
-¿Cómo parar con tanta diversión de por medio?-

-Es probable que nos veamos de vez en cuando así que recordare tu nombre, espero que nos llevemos bien.- Esa última parte fue recalcada con exigencia, estaba ordenándome que no me meta en su camino, su mirada fría y déspota me azota.

-Una chica educada, como quieras, seamos amigos.- Responde mi apretón de manos y se voltea digna y con todo bajo control hasta los pupitres de adelante.

Es claro que ella tiene algún interés por Brutus, planeo ayudarlo con su "crush", pero te advierto ahora Raquel, que si tratas de dañarlo o utilizarlo no me quedare de brazos cruzados.

-Señorita Lockwood, esta... ¡es una declaración de guerra!-

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