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El violento y frío viento golpeaba en la cara de una criatura que corría frenéticamente sobre la nieve, sus amplias patas grises no eran vulnerables al frío, es más, era la temporada de cacería; el animal se movía con agilidad hasta que siente un olor completamente extraño, pero no por eso menos delicioso, el exótico aroma venía de una gran mansión blanca. Tras la loba venía un ejemplar oscuro como la noche que comienza a percibir la empalagosa esencia que tenía absorta a la de pelaje gris, él tenía cuentas pendientes con los seres que vivían ahí, no pensaba dejar pasar la oportunidad que tenía enfrente las puertas abiertas, irónicamente el de pelaje oscuro pasa a ser un joven de cabellos platinados vestido con ropa oscura, su blanca piel relucía gracias al reflejo de la luna en la nieve.

-Wynter-

La loba rápidamente toma la forma de una chica con ojos claros como el hielo pero, también fríos como este.

-¿Qué es ese olor, Asher?, jamás lo había sentido, no es precisamente de un vampiro, pero tampoco de otra cosa-

La curiosa joven se posiciona junto al mayor quien tenía sus calculadoras orbes doradas fijas en el palacio, olfateando el aire asqueado por tantas sanguijuelas juntas. Suelta un gruñido.

-Los chupasangre son traicioneros entre ellos, no son como nosotros, son capaces de experimentar con sus propios hijos para ganar algo, creo que eso fue lo que hicieron con el dueño de esa peste...vamos Wyn, vamos a ver-

-Muero de hambre, con suerte le pego una mordida al idiota que salió -

El tono burlón le saca una sonrisa a el platinado que se transforma en lobo y comienza a correr cerca del páramo, ella por su parte acomoda su bufanda negra para luego seguirlo con agilidad entre el hielo, sus sombras agiles y misteriosas espantan a una que otra ardilla pero eso no los detiene, quieren el premio mayor, el dueño de ese olor podría ser la clave de la venganza de Asher, su amiga de ojos claros tenía una lengua de terciopelo, capaz de convencer a cualquiera que el negro es blanco mas era terriblemente fácil de distraer. Se habían conocido cuando Wynter tenia siete años, ella estaba asustando crías de águila, pero no contó que la madre de estos comenzara a perseguirla, él por su parte en ese momento tenía diez y practicaba con su arco cerca del río, cuando ve llegar a una niña corriendo despavorida alza inmediatamente su arco en busca de lo que sea que la haya espantado de tal manera, cuando ve el águila perseguirla no sabía si reír o ayudar mas su prioridad cambia cuando el ave rasguña el cuello de la niña, una cicatriz que quedó permanentemente por lo demás, sin dudar la mata para luego ir a ver que tan grave era el daño a la pequeña, con el tiempo se da cuenta que la terca niña siempre estaba metida en problemas, ya sea por quemar mariposas, cortarle la cola a los lagartos o simplemente por tener complejo de pirómana, una bella amistad había nacido desde el momento en que él se convirtió en su «ángel de la guarda».

Se colan entre las rejas sin mayor problema, con un suave gruñido el mayor avisa que se separarían, el rápidamente se dirige al ala derecha del patio pegado a las paredes, mientras ella se va sin miedo alguno por la mitad del hermoso patio, los enormes arbustos forman una especie de laberinto para la loba que prefiere no tomar su forma humana, comienza a nevar nuevamente, los delicados copos caen sobre su pelaje gris claro, ella no tarda en sacudirse para quitarlos, no era su plan enfermarse en el tiempo que la manada más la necesitaba, pero se detiene abruptamente al sentir ese embriagante olor de nuevo, galletas de jengibre y chocolate, no comprendía como alguien podía oler así mas no le importo mucho las advertencias que se le habían otorgado cuando vio al dueño de la fragancia; sus cabellos blancos como la nieve caían con gracia sobre su frente, las joyas escarlata que eran sus ojos se encontraban cristalizados como si hubiera estado llorando, sus finas facciones arruinadas por algún golpe que ahora se había tornado en un horrible moretón arruinando su caucásica piel, pero lo que más la horrorizó fue la daga que trataba de presionar contra su pecho, sus lágrimas caían por sus rojizos pómulos, una imagen totalmente devastadora para ella.

-Madre, por favor, si llego donde estas tú ve a buscarme, no tolero esto más, soy un monstruo de por sí y ahora un esclavo... no... no puedo más-

Con la voz cortada el joven balbuceaba cosas que a ella simplemente le rompieron el corazón, desobedeciendo a toda cosa aprendida durante su vida se acerca a el bajo balcón del joven quien se comenzaba a sentir observado, tratando de contener sus lágrimas para morir dignamente alza la hermosa daga plateada dispuesto a enterrársela en el pecho mas la impulsividad de la loba fue tal que se abalanzó contra él, la daga cae en la nieve, los ojos fríos de ella contra los escarlata de él, le resultaban demasiado humanos, no sabía de dónde había salido la loba que en ese minuto gruñía ligeramente, sus ojos le recordaron a los de su hermano mayor cuando se molestaba, aunque sean casi las mínimas veces, una especie de fuego frío, aterrador y enigmático, pero los de su hermano eran azules, estas orbes eran celeste clarísima, parecían de cristal. Sintió la negra nariz de ella contra su cuello tratando de olfatear algo, su olor no era extraordinario, es más él no sentía su olor, se sienta sobre su pecho observándolo, pero él la tira a un lado.

-Perro estúpido-

Entre ofendida y molesta muerde los talones del joven que trataba de ir a buscar su daga, ¿por qué tiene que ser tan idiota?, el pensamiento de ella era el más "suave" de otros que se le cruzaban, casi como en una carrera lo suelta abruptamente y corre como alma que se la lleva el diablo, cogiendo la daga entre sus colmillos delicadamente, él por su parte quiere recuperar su daga mas ella no lo piensa dejar ganar, pero sí jugar con él. Estaba agazapado frente a ella cuando suelta la daga, la trata de recuperar, pero la loba la agarra y corre un par de metros más atrás volviendo a soltar el arma, la cara del chico era un poema, ella comenzaba a disfrutar eso mas siente el aullido de su compañero, tenía que volver, vuelve a agarrar la daga y corre hacia la salida, no sin antes dedicarle una última mirada a el vampiro, quien la observa perderse entre los arbustos y nieve, lamentablemente para él la próxima vez que vea su daga estará contra su cuello.

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