Pesadilla

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Estaba sentada en una silla, atada de pies y manos. Delante de mí ellos dos. Mario me miraba con esa sonrisa que me quita el hipo. Su pelo negro estaba despeinado y sus ojos castaños me miraban con indiferencia. Estaba a la izquierda a escasos dos metros de pie mirándome. Sus fuertes brazos se cruzaban en su pecho. A su lado a la derecha estaba Raúl, sonriendo con aires de superioridad. Sus ojos azules estaban distraídos mirando hacia otro lado. En ese momento llega Eva y le da un beso a Mario. Intento gritar pero no puedo. A su vez dos chicas llegan y se ponen cada una a un lado de Raúl mientras él les sonríe. Mario y Raúl se miran y a la vez se giran echando a caminar dándome la espalda.

                Era la tercera vez esta semana que tenía esa pesadilla, a pesar de que en el sueño reconocía perfectamente que estaba soñando, no podía despertar. Me despertaba bañada en sudor. Pero en la realidad las cosas no son muy diferentes respecto a mi pesadilla. Llevo una semana sin hablar con Mario, bueno sin que me mire siquiera a los ojos. Creo que la que debería estar enfadada soy yo, después de que me dejará tirada. Sin embargo, es él quien me ignora y yo cada vez tengo más necesidad de hablarle. Necesito sabes qué narices le pasa. Además desde el día que vinieron a jugar a la play con Alan, Eva y él no se separan ni un segundo. Y cada vez que los veo me da una rabia…

                Por otra parte está Raúl, que realmente no sé a qué está jugando. El otro día me dijo que estaba aquí y que quería verme y estuve esperándole una hora porque no apareció. Y ni me ha dado una explicación. Genial…

                Creo que es hora de levantarse de la cama. Ali lleva días sin dormir conmigo porque cada vez que tengo una pesadilla la despierto asique ha decidido dormir con Adrien. Bajo a la cocina y me preparo el desayuno. Alan está abajo tirado en el sofá, que es dónde suele dormir habitualmente. Desde que vino está rarísimo, parece como si me ocultase algo, llamadas a horas indecentes en las que se esconde para hablar, mira a Adrien y Ali muy raro… No sé qué le pasa a la gente pero parece que lleve una semana habiendo luna llena.

-Hola hermanito, ¿qué tal?-Pregunto sentándome a su lado en el sofá y dejando la taza de café encima de la mesa.

-Bien, ¿qué harás hoy?- Pregunta con interés.

-Ni idea… ¿Se te ocurre algo?-Respondo.

-¿Te apetece que vayamos al pueblo ese que hay un castillo enorme?- Ahí es dónde solíamos ir con nuestros padres cuando éramos más pequeños y siempre inventábamos historias que podían haber sucedido allá.

-¡Es una idea genial! Tendremos que preparar todo rápido y así pasamos el día.

                Nada más proponer esto subí a preparar todo mientras él hacía los bocadillos para llevar. Les pregunté a Ali y Adrien a ver si querían venir pero no quisieron asique nos fuimos los dos. Ahora estamos en el coche de camino, conduce Alan. Presto atención cuando escucho los primeros acordes de nuestra canción favorita en la radio. Subo el volumen al máximo y le miro. Me sonríe y los dos empezamos a cantar a pleno pulmón. “Birds flying high, you know how I feel. Sun in the sky, you know how I feel. Breeze drifting on by, you know how I feel. It's a new dawn. It's a new day. It's a new life. For me, and I'm feeling good.” Desde pequeños escuchábamos esta canción de Nina Simone y cantábamos como locos. Pero cuando cuándo escuchamos la preciosa versión de Michael Bublé me enamoré al instante.

                Acabamos de llegar, nada ha cambiado desde la última vez que vinimos. Es un pueblo pequeñito con estrechas callejuelas. Está a escasos 10 minutos del mar pero es una playa rocosa a la que nunca va nadie. El pueblito se encuentra en la ladera de un monte no muy alto, pero hace que todo el pueblo esté en cuesta y en la parte de arriba se encuentra el castillo. Aparcamos el coche en el aparcamiento que hay al lado de la playa. Nos ponemos las mochilas y empezamos a subir por el pueblo. Hay niños con balones por las calles y señores mayores sentados en bancos hablando alegremente. Se respira tranquilidad.

                Llegamos a la puerta del castillo y empieza el juego, como hace 15 años cuando vinimos por primera vez.

-Vamos pequeña ¿estás escasa de imaginación?-Pregunta riéndose, es una de las personas más competitivas que conozco y eso me gusta, porque por suerte o por desgracia yo soy igual.

-Ya te gustaría –afirmo guiñándole un ojo- Hace 500 años, vivía una princesa…

-Vamos no fastidies… Siempre empiezas igual- me dice interrumpiéndome mientras le miro con cara de pocos amigos.

-¡No me interrumpas!-Le digo dándole una colleja-¿Por dónde iba? ¡Ah! ¡Sí! La princesa. La pobre estaba siempre sola y no tenía amigos. Además querían casarle con un viejo feo y asqueroso –digo haciendo una mueca de disgusto para echarme a reír después.

-Vale me toca. Tenía un perro que un día se escapó y la princesa se fue a la parte de atrás de la montaña a buscarlo, pero el perro se había ido más lejos de lo que pensaba y cuando por fin lo vio echó a correr tan rápido como pudo para alcanzarlo. Con tan mala suerte que su pie se quedó enganchado en una rama y se cayó perdiendo el conocimiento.

-¿Eso es estar inspirado?-le provoqué riéndome de él a lo que él me miraba con cara de perro- Una mujer muy mayor la encontró y la llevó a casa para cuidarla. La anciana tenía un hijo y vio lo guapa que era la princesa. El hijo era leñador. Cuando volvía del bosque todos los días se sentaba al lado de la princesa y tallaba un trozo de tronco con la imagen de la princesa. Cuando la princesa despertó había una estatua enorme de madera a los pies de la cama. Se asustó muchísimo porque nunca había visto una escultura y salió corriendo de la casa.

-¿Se asusta de una estatua? Que original…-dice metiéndose con mi relato, íbamos narrando la historia a medida que paseábamos por todos los pasillos y habitaciones del castillo- bueno, la princesa volvió al bosque e intentó volver al castillo estaba un poco lejos pero al final lo logró. Su padre se alegró mucho de verla e hicieron una fiesta en la que todos los habitantes del pueblo estaban invitados. Por su parte el leñador en el tiempo que había estado haciendo la escultura se había enamorado de la princesa y la buscó por todo el pueblo pero no la encontró. Sin ganas, el leñador fue a la fiesta pensando que no la encontraría jamás pero ahí estaba la princesa.

-¡Sigo! Ahí estaba la princesa, la vio y se acercó a ella. El rey lo vio y le mando a cortar la cabeza. Fin-digo riéndome a carcajadas viendo la cara de susto de Alan.

-¡Eres una asesina de cuentos Naty!-dice abalanzándose sobre mí para hacerme cosquillas, es la única manera que tiene de que cambie el final del cuento. Siempre es igual.

-No, no, no. –Digo apartándome y mirándole muy digna. Me mira sorprendido. Le saco la lengua y echo a correr. Le pilla desprevenido y le cuesta seguirme. Salgo por la puerta del castillo y voy hacía la playa. Por las calles, voy salteando niños y mujeres con la compra. Cuando llego a la playa Alan me alcanza, pero nos quedamos los dos viendo la preciosa puesta de sol que se refleja en el mar.

-¿Sabes Alan?-Le digo mirándole de reojo.

-¿Qué?-Pregunta.

-Te he echado mucho de menos-le digo sonriendo. Él me pasa el brazo por la espalda y me acerca a él.

-Y yo a ti pequeña. No dejaré que te hagan daño-dice mientras apoya la barbilla sobre mi cabeza.

                Nos hemos pegado horas paseando por las calles y en el castillo y ahora estamos viendo un atardecer precioso. Ha sido uno de los mejores días que he pasado en mi vida. Pero es hora de volver. Cogemos el coche y en un par de horas llegamos. ¿Qué hace la puerta de casa abierta? Qué raro… Entramos y está todo patas arriba. En el sofá está Ali llorando como una loca.

-¿Qué ha pasado?-pregunto mirando a mi alrededor sorprendida. Parece que haya pasado un huracán por casa…

-¡Naty!-Se levanta y me da un abrazo lloriqueando. Veo la cara de Alan, no parece sorprendido para nada…

-Ali tranquilízate y dime qué ha pasado.-Le digo tratando tranquilizarla.

-Han venido… han… han venido unos hombres y se han llevado a Adrien…-lloriqueaba.

                ¿Qué? ¿A dónde narices se lo han llevado? ¿Por qué? Veo como Alan agacha la cabeza, leo sus labios, susurra para sí mismo “lo sabía”. ¿Quées lo que sabía?

-Alan, ¿Qué narices ha pasado?- Le digo enfadada.

Apaga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora