¡Recuérdame!

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-¡Mario es una bolita, Mario es una bolita!-Canturreaban un grupo de chicas a su alrededor. El niño de ocho años lloraba mientras el helado se le derretía en las manos. Cuando las chicas se fueron, llegó ella.

-¿Mario estás bien?-Los ojos verdes de la niña dejaban entrever una gran preocupación. Decidió abrazarlo. Él no decía nada, seguía llorando miro a la niña a los ojos y tiró el helado al suelo, después de eso salió corriendo para ir a abrazar a sus padres.

Mario

                Llevo años sin venir por aquí, no me trae buenos recuerdos. Mis primos siempre hablan maravillas de este pueblo, nunca me han dado envidia. Sin embargo, este año mis padres se han ido de viaje y tras hablar con mis tíos han hecho que venga. No conozco a nadie más persistente que mi tía. Dije que sí por no oírla más. Y aquí estoy, esperando a que mis primos recojan las cosas para ir a la playa. Parece que nos juntaremos con Eva, Sonia y Helena antes de llegar en la puerta del supermercado que se encuentra a medio camino de la playa. Recuerdo a las chicas ligeramente.

                Llegamos al supermercado y ahí están las tres chicas esperando. Ninguna de ellas llama especialmente mi atención, pero cuando nos juntamos para saludar la chica de pelo largo y negro se abalanza sobre mi saludándome con dos sonoros besos. Dice llamarse Eva. Sonrío sin prestarle mucha atención, y después vienen las otras dos chicas a saludarme. Tras esto vamos a la playa todos juntos mientras ellas van comentando todo tipo de cosas. Nunca he sido muy extrovertido, de manera que permanezco callado. Llegamos a la playa y cuando estamos dispuestos a buscar un sitio Sonia comenta:

-¿Chicos esa de ahí no es Naty?-La rubia mira hacía una toalla en la que se encuentran dos chicos hablando y otra chica levantada mirando a su alrededor. La chica es preciosa, lleva un biquini amarillo en contraste con su piel dorada y el pelo a media espalda castaño claro está bastante despeinado. No le veo bien la cara pero me resulta tan familiar…

-¿La del biquini amarillo?-Pregunta Pablo. Viendo como Sonia afirma.

-Estoy segura de que es ella. ¡¡Natyyyyyyyy!!-Comienza a gritar, veo que la chica mira a su alrededor intentando localizar de dónde viene la voz. -¡¡Natyyyyyyy!! ¡¡¡Aquí!!-Grita mientras todos los demás sacuden los brazos. La chica se gira hacía nosotros y sonríe abiertamente. Viene a paso rápido y al llegar todos se tiran sobre ella abrazándola. Yo me quedo ahí de pie mirándola. Es muy guapa, pero tiene algo… Yo la conozco.

                Vienen la chica y el chico que estaban sentados en la toalla al lado de ella. Y otra vez, abrazan a la chica. Ella a su vez presenta al chico. Estoy un poco distraído mirando la escena cuando oigo que la recién llegada llama mi atención.

-¡Hola! A ti no te conozco, ¿cómo te llamas?- Me saca de mis pensamientos pero antes de que pueda decir nada mi primo contesta por mi.

-Es Mario, nuestro primo, tú ya lo conocías Naty. Solía venir con nosotros cuando éramos más pequeños.

Claro, ya sabía de qué la conocía. Fue ella la que vino a preguntarme qué tal estaba cuando unas niñas se rieron de mi. Aquella fue la última vez que vine a la playa. Y dejé de comer tanto… Siempre me había preguntado porque no llegó antes, para un niño de ocho años fue un momento realmente traumático, y aunque lo he superado, todavía siento cierto rencor. Ella no me defendió, Naty siempre había sido una niña muy guapa, y el resto de niñas solían hacerle caso, pero no solo por ella misma, tenía un hermano que si te metías con ella era capaz de arrancarte todos y cada uno de los pelos de la cabeza. Sin embargo, ese día ella no hizo nada, esperó a que todas se fueran para preguntarme como estaba. Eran cosas de niños, era algo que tenía que superar pero a lo mejor no lo había hecho.

Apaga el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora