No sé que título colocar.

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Estaba afirmando su cabeza en la palma de la mano, su brazo estaba apoyado en la mesa de aquella aula mientras miraba las cuatro paredes de lo que es su cárcel, jugaba con un lápiz de tinta azul con la mano libre, se sentía absolutamente aburrido, mirando los cuadrados del cuaderno de anillas, pensando en que solo faltaba una hora más de tortura para poder salir a descansar y fumarse un cigarrillo escondido en el segundo patio, donde los "guardias" no llegaban a pasar... por miedo o resignación, realmente nadie lo sabía, solo se conocía que allí se hallaba la peor escoria de aquel colegio público y, aunque él era uno de los más inteligentes de aquella institución, se juntaba con la basura de ahí, bendito sea el amigo de este extraordinario chico, pues se vuelve intocable para cruzar a ese lado.

-Gabriel...- La profesora pasó la mano por el área visual del muchacho, pero él parecía muy absorto en sus pensamientos- ¡Gabriel!

El chico despertó de su ensoñación y la miró con una cara que le helaría la sangre a cualquiera, excepto a aquella maestra, bajita, esbelta, pelirroja, con buenos atributos pero con un carácter el doble de ellos, la única capaz de poder caminar por ese segundo lugar tan prohibido sin miedo, sin temblar y hasta siendo respetada por todo aquel que la viera, todos los maestros cuchicheaban sobre ella y de cómo se habrá ganado un puesto ahí, porque no es lo que se dice, simpática con los alumnos, altamente estricta y con un humor tan ácido que ha dejado a alumnos llorando y alegando al director de que no debería enseñar, varios padres han reclamado sobre el comportamiento de ella con los alumnos, pero dado el hecho de que es la única que puede cruzar al otro lado sin salir herida, era un arma vital para aquél lugar, habían veces que esos niños pasaban demasiado la raya entre lo permitido y lo realmente prohibido, por lo que la profesora era la única capaz de sacarlos de ahí.

-¿Si, señorita Troyan?- Respondió el joven, con un tono gélido, falta de respeto gigante hacia esa profesora, era el único que no le tenía respeto puesto sabía más de ella que cualquiera, y lo que hacía en su tiempo libre por internet... o lo que antes hacía-¿Necesita algo miss T?

El apodo tiene mucho que ver con ese pequeño secreto, y ella se sintió intimidada de golpe, maldecía fuertemente el día que decidió crear esa cuenta en un lugar tan expuesto como ése, un solo día le arruinó su reputación intachable, ¿y por qué?, por una maldita curiosidad que, a final de cuentas, mató al gato.

-¿Sería tan amable de anotar lo escrito en el pizarrón?-Contesta, con tan leve temblor que, solo Gabriel pudo fijarse, sonrió, mostrando sus frenillos y sus dientes blancos derechos, que relucían en contraste con su piel trigueña.

-Por supuesto Miss T- Contestó, mirando el pizarrón, sin borrar esa sonrisa de superioridad, el salón entero quedó mirando aquella escena mientras que la profesora explicaba lo expuesto en el pizarrón, él solo podía recordar ese día, aunque nunca mostró el rostro completo, lo cubría con un antifaz, él reconocería ese lunar bajo la clavícula derecha y ese asomo de tatuaje de serpiente cerca de la nuca, que, ese día, pudo contemplar completamente, aunque no hizo nada sucio con eso, dado que, curiosamente esa pequeña y joven profesora no le provocaba nada, fue un día memorable para él.

La hora pasó rápido, por lo que guardó rápidamente las cosas y desapareció de la sala antes que cualquiera hubiese cerrado su cuaderno, se colgó la mochila al hombro y bajó las escaleras de dos en dos con sus altas piernas. Gabriel es un chico de un metro ochenta y cinco, delgado y con algo de musculatura, sin ser excesivo, sin mucho que visualizar por atrás, pero lo compensa con su gran carisma y simpatía, con esa sonrisa de frenillos y sus ojos brillantes detrás de esas gafas. Se encaminó hacia el segundo patio, en la marcha una chica bajita, de lentes y con un pequeño pero notable sobrepeso se unió a él, lo agarró del brazo y solo sonrió, nunca hablaban, nadie en aquél colegio saben como se hicieron amigos, los rumores dicen que son vecinos, que son amantes o que se conocen desde pequeños, han llegado a decir que es su amor de la infancia, pero les resulta sumamente extraño que, por lo menos en el patio principal nunca crucen palabras, lo único certero que saben, es que ésta chica es quien lo logró integrar en el segundo bando, y no es que sea una niña fuera de lo normal, piernas gorditas, buen trasero, poco pecho, realmente nada fuera de lo normal, exceptuando su estilo, calaveras, un largo delineado por el párpado, labios color vino y pelo rosa, castaño oscuro y rubio, un tatuaje del gato de Alice Madness Returns en el antebrazo, todo en su conjunto la hacía ver como una pastel goth, y bueno, el chico solo vestía de negro, una cadena en el pantalón, roturas en las rodillas, nada muy lejos de lo normal. Los vieron alejarse hacia la entrada del segundo patio y desaparecer, creyeron ver a la niña comentarle algo mientras cruzaban y al chico pasar su brazo por los hombros mientras sonreía.

-Oye- Dijo la chica, su tono de voz era femenino pero profundo, un timbre de voz que solo podría tener una cantante contralto- ¿Te gustaría venir a tomar once a mi casa? Mamá te echa de menos ya, creo que te quiere más a ti que a mi.

Gabriel la miró y sonrió, pasando su brazo por los hombros de aquella bajita y menuda chica, asintió con la cabeza mientras volvía su mirada al frente, sabía que a este lado, tenía que mantener bajo su protección a aquella mujercita que tanto atraía la mirada de los maleantes, ella siempre fue de este lado, todos ahí la respetaban de cierta forma, tiene cierta fama de ser una puta, pero una puta de cuidado, muy difícil entrar entre sus piernas, y ahora que aquél chico estaba con ella, más aún porque no dejaba que cualquier se le acercara, lo que redujo el grupo de ella, aunque ella no demostraba interés en eso mientras Gabriel estuviera a su lado. De su mochila, el chico sacó una cajetilla de luckys y sacó dos, uno para la pequeña y otro para él, los encendieron al mismo tiempo y presionaron las pelotitas de sabor, naranja, el mejor de todos hasta ahora, una calada y el mundo empezaba a desaparecer a través del humo, ya no eran los más mirados del colegio, no eran los más raros, ahí no daban miedo, ahí eran ellos mismos, eran felices.

Historias in/completas de una mente intranquilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora