7. Sangre

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Una gota rojiza se deslizó por su mejilla, llegando hasta su cuello y extendiéndose entre la tela blanca de las sábanas... su cabello dorado también se encontraba manchado.

El silencio desde hace ya varios minutos no le resultaba nada satisfactorio, aunque la expresión de deseo que tenía en su delante, no era algo que podía ignorar. Kuroro se deshizo de su camisa, también teñida de rojo por los arañazos anteriores y así fue como se permitió sentirlo mucho más, examinar la casta piel de su amante. Porque así lo decidió, su juego empezó desde hace media hora y no tenía que torturarlo la noche entera para saber que él era el indicado.

Su retorcida forma de analizar era excitante.

Empezando por el cuello no dudó en dejar pequeñas y grandes marcas que seguramente cobrarán más color al día siguiente, que inmensas ansias de herirlo tenía, solo para dejarle en claro aquella fuerte idea que rondaba su cabeza.

--Eres mío, Kurapika...

Soltó entre suspiros y en un estado de total embriaguez por el olor corporal de su pareja. Estar ahí era lo mejor del mundo. Con la expresión serena levantó la cabeza y miró los grandes ojos azules que seguramente estarían enfadados.

Kurapika no se movía y ni parecía reaccionar a los toques suaves y atrevidos de Kuroro. Si no tenía otra opción más que permitirlo, al menos no perdería del todo. Con las manos atrapadas por encima de su cabeza y el cuerpo totalmente desnudo, no tuvo otra opción más que morder su labio para evitar soltar aquellos gemidos que le avergonzaban. La habilidosa boca de Kuroro ya lo tenía rendido pero no lo dejaría enterarse.

Kurapika mordió tan fuerte su labio que empezó a sangrar. Una imagen realmente sensual.

Las piernas de Kuroro; aún bajo la tela negra del pantalón, se acomodaron muy cerca de la entrepierna de Kurapika, que yacía excitada y húmeda. El más leve contacto lo haría retorcerse por la enorme espera.

--Si no dices nada, entonces no será divertido. – declaró Kuroro con aquella sonrisa burlona y perfecta.

--Esto no es un juego. – respondió con la voz ronca.

Lo cual resultó inmensamente divertido. Pues hasta el momento ya marcaban las tres de la madrugada y por supuesto, no tenía apuro.

--Es cierto...-- Kuroro le correspondió y apretó más el agarre de las muñecas ya rojizas en la cama. Mientras decía: –Esto en un castigo. – entonces le propinó un leve golpe en su zona más frágil, sintiendo su palpitar y la alta temperatura, supo que Kurapika no podía guardar silencio por siempre.

Un gemido sonoro se le escapó tal y como esperaba, este repleto de dolor así como excitación. Por un momento Kuroro dejó en libertad las manos de Kurapika y él por reflejo se dirigió a su entrepierna, que pedía atención urgente.

Pero la diversión apenas estaba empezando.

--Espera...-- dijo fríamente y detuvo las inquietas manos del menor. –No puedes tocarte, lo haré por ti. – replicó tan animadamente que no se supo si lo estaba reconfortando o amenazando. Kuroro nuevamente lo empujó a las sábanas manchadas de sangre y dijo: --Quiero escucharte, no te contengas o tu castigo se alargará—

Sin perder de vista el destello rojo entre sus grandes ojos azules, estaba preparado para lo que venía.

--¡Vete a la mierda!—vociferó Kurapika, tratando de levantarse. Sus manos así como el resto de su cuerpo parecían perder fuerza a cada segundo. Que inútil se sintió al seguir sometido por aquel bastardo que repugnantemente, lo volvía loco.

SEDUCCIÓN(KuroKura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora