One-Shots RiLen

Cinderella a mitad del dia.

— ¡Por fin! — gritó eufórico.

Había llegado el tan esperado día.

Aquel día en el que se convertiría en un gran diseñador ( si es que ganaba) o uno más en aquella larga lista de postulantes.

Todo estaba listo, tenía sus materiales, el vestido que había confeccionado por meses, hilos y agujas ( por si acaso), y como podría faltarle el gran discurso que daría cuando ganara, por qué esa era su meta, GANAR, y no se iría de ahí hasta demostrar ser el mejor.

– todos aquellos que vallan a anotarse, favor de pasar a recepción. – habló una chica con el característico cabello café y excelente cuerpo, quien le guiñó el ojo al rubio.

Le mandó buenos deseos, ¿como no hacerlo? El apoyo familiar es excepcional en asuntos así.

Todas aquellas personas se dirigieron a donde antes dicho, todos formados en una fila demostrando sus "buenos modales".

— siguiente— anunció una voz monótona, tal característica de una persona que la usa tanto.

Trago duro, el primer paso, la re-inscripción ya estaba echa.

Ahora era la formal.

Dio un paso, siendo seguido de todos aquellos que se encontraban detrás.

Y con una hermosa letra (tal como su rostro) anotó "Kagamine Len" , revisó el número anterior para después (en consecución) anotar el suyo, " 14", el turno que le tocaba.

Le dedico una sonrisa a aquella chica y se retiró.

Salto mentalmente. Estaba feliz.

Se dirigió a su "camerino", o mejor dicho, el cuarto que le asignaron para sus objetos personales.

Antes de llegar hasta él su celular vibró.

Se angustio un poco al saber que aquel mensaje era de nadie más ni nadie menos que su modelo.

" ¡Len!
¡Le  pido mil disculpas !
Sé que este es mi asunto ... pero mi padre está muy grave en el hospital.

Me temo que no podré asistir, ¡espero y pueda perdonarme!

Se lo importante que es para usted y lo defraude.

¡Lo siento!"

- ¿y ahora que haré? Tengo que conseguir a alguien q- sus ojos se abrieron como platos dejando ver sus cuencas. Sus ojos escasearon y lagrimas comenzaron a correr por estos, con la boca (antes abierta) ahora formaba una mueca amarga, apretó los dientes todo lo que pudo y sus nudillos se colocaron blancos por tanto apretar sus puños.

Había llegado a aquel lugar, nada más para presenciar su trabajo de meses, destruido.

Se acercó lentamente, con pasos pesados, hasta llegar a su "obra maestra" ( que ahora no eran más que harapos), lo tomo entre sus manos y le apretó.

Tenía máximo 2 horas y media hasta que su turno llegara.

Sintió su mundo desvanecerse, no tenía modelo, y lo que era aún peor, no tenía su confección.