VII

561 52 0
                                    

Pasaron tres semanas desde la ultima vez que hablé con Hugo. El y Jose se marcharon en búsqueda de unos ladrones de camino. Pasado mañana era la boda.

Sonaron trompetas y las puertas se empezaron a abrir. Miraba desde la ventana la entrada de un carruaje con un escudo, mi escudo.

Bajé tan rápido como pude y ahí estaba Ana y otra mujer. Ana, hizo la reverencia que debía hacer ante Carmen y se abrazaron. 

Yo, que estaba al lado, mirándo hacia el horizonte con orgullo, tal y como Carmen me enseñó, estaba esperando una reverencia de las dos mujeres, hecho que acababa de suceder.


-Maria, querida, me abrazó. Te presento a la condesa Isabel. Espero que os lleveis muy bien.

-Vamos a pasar dentro, dijo Carmen. Pediré algo de vino y queso para tomar antes de que sirvan la cena.

-Donde está tu hijo Carmen? Me gustaría conocerlo.

-Ana querida, está en busqueda de unos ladrones.

-Llegará para la boda no?

-Claro que si, es el novio.

- Sabes Carmen, me preguntaba como se había educado a Maria y veo que muy bien, es perfecta aunque no podría decir nada parecido de tu hijo.

-Donde quieres llegar Ana?

- Solo quiero decirte mi querida Carmen, que no voy a permitir una humillación más. Recuerda que Maria no solo es mi Reina, también es la única hija que mi difunto marido tuvo y como tal pido respecto.

-Ana, no sufras, mi hijo tiene muy claro lo que se espera de el.

-Entonces por que sigue aqui la joven dama? señaló con la cabeza a la doo, ncella 

-Fui yo, contesté.

- Por que? Se le puede acusar de alta traición y morir ahorcada.

-No la iba a echar del castillo. No le haría lo mismo que se le hizo a mi verdadera madre. Carmen y yo le buscaremos un marido.

-Bueno, si tu decidiste esto Maria, lo entiendo. Ahora perdonadme pero el viaje ha sido agotador. Con vuestro permiso me retiro a descansar.


 Carmen y yo asentimos y las dos damas se marcharon.

-No le dije nada Carmen.

-Lo se Maria, aunque parezca mentira, Ana tiene ojos y oidos aquí, sobre todo cuando se trata de ti.

-Bueno, me marcho yo  también a descansar. Esperemos que mañana lleguen todos sanos y salvos.

-Maria, si llegan mañana, creo que decapitarán a los ladrones. Si llegan tarde, lo harán el día de tu boda.

-No, eso no lo voy a permitir. Mi boda no estará manchada de sangre. Os esperareís a dos días después de la boda.

-Maria, no podemos hacer eso.

-Si podemos madre, contestó Jose por mi. Estoy de acuerdo con Maria, nos esperaremos a después de la boda.

Las órdenes de una bastardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora