Una parte de mí cree que nunca va a pasar nada. Que nunca seremos algo más que amigos, y que si logramos serlo todo se volvería bastante incómodo para ti, para mí, para nuestros amigos en común.
A veces pienso que lo mejor sería evitar toda esa incomodidad que a la larga va a tener consecuencias nada positivas. Bueno, lo pienso la mayoría de las veces que tu nombre viene a mi cabeza.
Y ahí está el problema. Tu nombre aparece muchas veces, demasiadas para mi gusto.
¿Desde cuándo las cosas se convirtieron así? ¿Desde cuándo me di cuenta que pensaba en ti, solo en ti, y no en las cosas que hacíamos con el grupo de amigos?
Debería dejar ir todos estos pensamientos porque hay muchísimas razones para detenerme.
Pero aún así, estoy esperando que mi celular vibre y me diga que tengo un mensaje tuyo. Porque quiero tener esas conversaciones largas que me hacen olvidar esas razones para decir no.
No, siempre no.
