I know you're nothing like mine

Soundtrack to disaster

Casi dos meses sin verse, sin percibir el peculiar olor a tabaco que desprende. Arabella podría decir que se ha acostumbrado a no tener al engominado por su casa, o arrastrándola a alguna fiesta a la que ella no quiere ir porque verá a alguno de sus ídolos y le será difícil no actuar como una melómana medio chalada y empezará a balbucear cuando le plante delante de alguien, pero mentiría. Echa de menos hasta la traviesa sonrisa que coloca cuando la abandona en pleno ataque de timidez y nerviosismo. Por eso, cuando se ha levantado por la mañana y ha visto un mensaje de él, un escueto «esta noche estamos completamente libres, ¿te apetece venir a tomar algo?» sus dedos han reaccionado informándole de que pensaba salir con sus amigas.

Suerte que él mensaje de él era de las cuatro de la madrugada, así el que le ha mandado ella a las siete no queda de desesperada. Claro que no, el desesperado es él; intenta convencerse mientras se retoca nerviosa el pelo frente al espejo del baño. En el reflejo aprecia la sonrisa burlona de su amiga Samantha, y se remueve inquieta en el sitio, jugueteando con uno de sus rizos.

— ¿Le gustarán estos tirabuzones que me he hecho? — pregunta su amiga con cierto toque cruel en la broma — ¿Será demasiado recargado? ¿Me he maquillado demasiado? Seguro que no se da cuenta, cálmate Arabella, no estás desesperada; porque evidentemente haberme metido en el baño nada más verle acercarse a la puerta y llevar quince minutos buscando fallos no es de desesperadas.

— No llevo quince minutos — intenta defenderse ella mirando al suelo.

— Ara. Relájate.  Y que sepas que me parece increíblemente rastrero que te lo tuvieras todo tan callado. Ah, vas perfecta, ahora sal a divertirte — dice imitando el tono de las madres que dejan a sus hijos a la fuerza en el colegio, empujando a la chica fuera del cuarto.

Cuando llegan a la mesa en la que están el resto de sus amigos y los recién llegados nota varias miradas sobre ella, pero la que más logra incomodarle y hacer que los nervios se adueñen de sus manos es la de Alex. Llevan dos meses sin verse, no son nada, ¿cómo tiene que reaccionar? ve a Samantha vocalizar un 'natural' como si le hubiese leído la mente, y se sienta en el sitio que le hace el chico del tupé dándole un puñetazo amistoso en el brazo.

— Eh, ¿qué tal por el norte de Irlanda? — pregunta poniendo un acento de la zona mencionada que le arranca una sonrisa a Nick. 

— Todo perfecto, ¿y por aquí, hermana? — responde el golpeado imitando las mismas acciones que ella, exagerando el acento de Sheffield.

Arabella está rara, jamás le ha dado un puñetazo en el brazo, y hasta Samantha comprende que se ha dado cuenta de la actitud de su amiga. Unas cuantas horas más tarde, tras rondas y rondas de bebidas y anécdotas, acceden a ir todos al piso de la castaña. La tropa de borrachos invade el piso en cuestión de segundos. Son las tres de la madrugada, y nadie quiere continuar en el pub ni irse a casa. Un total de seis chicos y tres chicas. No, no se trata de ninguna de esas orgías ebrias que a la mañana siguiente te hacen replantearte la vida. 

Nick, Jamie, Samantha y otra amiga y el novio de esta se encuentran medio tirados sobre el enorme sofá en forma de L, todavía riendo y bromeando sobre los chistes que se iban contando por la calle. Matt se ha apoderado del sillón, y tras mandar un par de mensajes se debate entre permanecer consciente y dormirse; y por las cabezadas que da cada poco parece que va ganando la segunda opción. El otro amigo, que responde al nombre de Vincent, finge estar casi dormido, espiando a todos. Y por eso no se le pasa por alto que la anfitriona se ha metido en la cocina y el de Sheffield no ha tardado en ir. Arabella resopla, abriendo una lata de coca-cola, y se desliza hasta el fresco suelo. Alex se acerca, ocupando silenciosamente las baldosas vacías que hay a su lado.