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Ahí estás tú, sonriendo triunfante con tus labios pintados con carmín, burlándote con tu mirada azul de todas aquellas personas que están impactados observándote a ti y al hombre de avanzada edad que te tiene agarrada de la mano posesivamente. Su mirada con arrugas alrededor brilla con orgullo. No puede creer la suerte que tiene contigo. Te encuentras sentada a su lado. Él, con sesenta y cinco años y viudo desde hace una década, acaba de comprometerse con una hermosa mujer con apenas dos décadas y medio de vida.

No puedes borrar la sonrisa de tu boca.

Miras a tu madre y sientes tu pecho hincharse al ver la aceptación plasmada en su expresión.

Todos se mantienen callados, la pesadez e incomodidad del ambiente podría ser cortada con una afilada hoja. Incluso el apetito ha desaparecido. Sólo la nieta de él se atreve a preguntarte si te ha otorgado el anillo de compromiso. Arqueas la ceja con desagrado, no obstante, finges tu expresión. Asientes levemente con la cabeza. Te sueltas del agarre de él —no le gusta aquello— y tiendes lentamente tu mano hacia la niña.

Eres tan femenina, refinada, delicada...

¿Dónde quedó aquella mujer que le encantaba jugar con el barro, dónde quedó aquella mujer que se burlaba de las mujeres que se maquillan para ir a tirar la basura? ¿Dónde te perdiste, cariño?

Ves como la niña agranda los ojos sorprendida al ver la joya que adorna tu dedo anular. El enorme zafiro azul hace juego con tus ojos y los detalles en relieve, tallados en oro puro, brillan con la luz del sol que se filtra discretamente a través de las cortinas.

Tu madre se halla igual de sorprendida que la niña.

Siente orgullo por ti y asiente con la cabeza con aceptación.

Tú no cabes en ti de lo contenta que estás, al contrario que la familia de él. Sus hijos gemelos están pálidos y su yerno y madre consternados. No pueden entender cómo se pudo haber comprometido con una mujer que no hace ni un mes que la conoce. Pero tú sabes el motivo; nadie se resiste a tus encantos, a tus miradas, a tus caricias y besos.

Eres una princesa y a las princesas las consienten, de ello te aseguró tu madre.

Pero no te valió un mísero noviazgo.

No, tú aspiras a algo más grande, tus expectativas son altas.

Tú quieres el título de esposa del gran magnate, uno de los hombres más adinerados del país.

Y tus sueños se hallan próximos a cumplirse.

¿Tus sueños o los de tu madre, bella?

Se ve en su rostro©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora