Con cada día transcurrido te cuestionas más si este es el camino correcto que quieres tomar. Con cada hora que pasa sientes la desesperación y angustia apoderarse poco a poco contigo. Te sientes asfixiada, te sientes arrinconada, presionada. Te miras en el espejo y ves a una desconocida, no sientes tu verdadero yo. Eres una presa en tu propio cuerpo. Quieres gritar, llorar, pero no puedes ni aunque quisieses. La pasividad se adueñó de tu figura.
Evitas contarle a tu madre tus pensamientos y sentimientos, temes otras burlas e insultos de su parte. Ignoras a tu hijastro, últimamente siempre que os encontráis a solas te observa de una manera que no te agrada. Tu futura suegra no hace nada más que criticarte.
Te sientes a punto de explotar, no te soportas ni a ti misma.
Tu único consuelo se encuentra en el libro, aquel libro.
Lo lees una y otra vez, sin cansarte.
Es como una caricia, es el bálsamo y cura de tus heridas.
No volviste a tener ningún inconveniente con él, pero —fingiendo timidez y pena— le dijiste que querías esperar a la noche de bodas para consumar vuestro "amor". Sabes que no te creyó, pero al menos lo mantiene lejos físicamente de ti. Mas el tiempo se escurre como la arena en el reloj, tan rápido que no entiendes como es que ayer estabas anunciando tu compromiso y ahora te estás probando el vestido de novia.
No te gusta, es demasiada ceñido; te sientes asfixiar en él. Tiene demasiados brillos, te sientes incómoda.
Siempre soñaste con tu vestido ideal, perfecto. Te habría gustado que sea de princesa, con una falda esponjosa sin llegar a ser muy grande. Que no tuviera muchos brillos, ni diamantes, ni nada. Aborreces el que llevas encima ahora mismo. Nunca te gustaron del estilo sirena.
Sueltas un suspiro y lo disimulas con una tos. Observas a tu madre, suegra e hijastra. La última dice que le encanta y que te queda fenomenal —es la única de la familia de él a quien le agradas—. Tu suegra hace una mueca y a duras penas masculla que te ves bien. Tu madre sonríe con la ilusión dibujada en los ojos y afirma que le encanta.
Asientes con la cabeza y te quedas observando el suelo. Te duele la cabeza, es tan grande la molestia que se te empieza a nublar la vista.
Esperas a que todos salgan de la sala para sentarte en el sofá y acariciarte las sienes, cuando de repente se escucha como llaman a la puerta. Retumba por doquier.
Alzas la vista y te sorprendes al verme. Sonrío y te extiendo un vaso de agua y una aspirina. Los agarras, me observas de nuevo y murmuras unas "gracias". Inclino ligeramente la cabeza y me voy por donde he venido.
Presiento que pronto todo acabará, bella.
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Se ve en su rostro©
Teen FictionEres tan femenina, refinada, delicada... ¿Dónde quedó aquella chica que le encantaba jugar con el barro? ¿Dónde quedó aquella chica que se burlaba de las mujeres que se maquillan incluso para ir a tirar la basura? ¿Dónde te perdiste, cariño? Palabr...