Capítulo 5

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—Estas.... Muy bonita —Su sonrisa perfecta adornó su cara mientras la de Dimitria se volvía una rosa, tan roja y linda. 

Las palabras dentro de su cabeza iban desapareciendo cada vez que abría la boca para responder a tan lindo cumplido. Por fin se lleno de coraje y dijo: 

—M-muchas gracias Iván... —Su corazón le perdía decir otra cosa —Tú... tú también te ves muy bien esta noche, me gusta tu saco —Añadió haciendo que el caballero se volviera un niño de nuevo, con sus ojos azules bien abiertos y sus dientes blancos que arrebataban almas. 

No se pudo seguir la conversación, el ambiente fue cortado por el mismo adulto joven altísimo que salía de nuevo del estudio en sí. 

—Con que al fin llegaste, te voy a colgar después de la cena —Comentó con una mueca de disgusto y tomando el brazo del chico —Me he estado desesperando por tu culpa —Lo arrastró mientras decía un montón de insultos suaves a su hermano, mientras que éste se hacía el sordo y solo se despedía con la mano de Dimitria. 

Nadie dijo nada después de eso, la familia de Iván salió en un santiamén y por fin era el turno de Dasha. Agradecía el cielo... 

—Bien... —Dijo la madre una vez que se acomodaron en el taxi de nuevo, el que los llevaría al supuesto restaurant donde Dasha había pedido la reservación —¿Puedes decirme de una vez por todas quién es ese muchacho y la relación que tienen? —Oh no, ahí estaba de nuevo ese tono autoritario que Dimitria tanto odiaba de su mama 

—Es un amigo madre, nada de que preocuparse... Hemos hablado unas dos veces en la vida 

—No quiero mentiras Dimitria, te conozco. 

—Te digo la verdad madre, esta es la segunda vez que hablo con él, lo juro por mi vida 

—Dasha, déjala en paz, ésta diciendo la verdad —Añadió el padre que interrumpía el drama que se llevaba acabo —Lo ha jurado... ¿Podrías calmarte un momento y escuchar a nuestra hija? —Dió como consejo.

El tono de Pavel hizo que ambas se callaran, sorprendentemente. 

Al llegar al restaurant, los atendieron amablemente, quitandoles los abrigos y llevándolos a la mesa reservada. Por muy extraño que fuera, los Kozlov si tenían dinero, no tanto para tener la mejor casa, o tener un auto, pero siempre tenían ropa bonita y cenaban en lugares caros si se complacían. Los padres de Dimitria eran muy básicos, su pensamiento era: Lo necesario es lo primordial. Mientras tuvieran un techo, comida sobre su mesa, educación y ropa lo demás eran simple banalidad. Claro que, no dejaban un lado aquellos pequeños lujos como el del día de hoy, en donde rentaban trajes hermosos y sofisticados e iban al restaurant más caro que podrían conseguir. 

Eran unos padres algo peculiares. 

Pavel, al sentarse, no ha podido con la tentación —y el hambre— y ha empezado a comer los esponjosos panes que están como centros de mesa, Dasha, llena de vergüenza lo empieza a reprender como si no hubiera un mañana 

—¡¿Y tus modales, qué?!—Se escuchaban el quejido de la mujer por encima de la mesa. La niña, Dimitria solo quería esconderse por debajo y fingir morir. 

Detestaba todo aquello. 

Al llegar el mesero, se disculpó enérgicamente: 

—Disculpe, Madam... ¿Podría bajar un poco la voz? Estamos llenos hasta la cocina, y algunas familias desean algo de paz... Ya traeremos sus pedidos —Se alejó sin esperar la respuesta de la madre, haciéndole arder la cara de vergüenza y cólera. 

Volando sobre hielo (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora