Capítulo 1.

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Todo comenzó hace dos días, justamente el Lunes. Dimitria, una niña que era amante del patinaje artístico, sufre una caída monumental al tratar de hacer por decimoquinta vez un salto demasiado complicado para ella.

Pero, lamentablemente, nuestra protagonista es una chica muy terca, valiente y testadura. No se rinde, o mejor dicho, no sabe cuándo rendirse.

Por lo que con todo el dolor que tenía en las piernas, a causa de las décimocuartas  caídas, la mejor idea que tuvo fue: Intentarlo de nuevo. Vaya chica

Y esta vez, cayó tan fuerte —o tan mal —, que su tobillo sufrió un esguince. Por un momento aulló de dolor, y varias lágrimas trataron de salir por sus ojos, pero no se quiso rendir, no quiso llorar.

Solo desamarró sus viejos y ya desgastados patines para ponerse sus botas de invierno e ir directo a casa. Solo quedaba un problema

Sus padres.

No debían darse cuenta de su caída, ni siquiera se debían dar de cuenta sobre los patines, en su casa estaban prohibidos. El patinaje para la señora Kozlov era tabú, y para el señor Kozlov todo lo que dijera su mujer, era ley. Por lo tanto no se metía en sus "prohibiciones"

Pero la niña, la bendita niña, había nacido con un talento inimaginable, innegable y demasiado hermoso, el patinaje. Era para ella algo injusto que la única cosa que hacía que su corazón latiera como un tambor sea lo que más odiarán y repudiaran sus padres.

Aguantó el dolor hasta llegar a su casa, y entró con un nudo en su corazón.

—Dimitria Kozlov ¿Dónde estabas? Hace ya una hora que saliste de tu instituto —Reclama su madre cuando la ve entrando, todos los sentidos de la pequeña se agudizan para no dejar de caminar recto y hablar con toda la calma del mundo

—Madre — Comienza diciendo mientras mide sus palabras —Me encontraba en la casa de mi amiga, Milenka. Estaba tomando apuntes —Miente a su madre como siempre lo hace.

—Dimitria, sabré si mientes. Llamaré a la madre de Milenka —Dicta y va al salón principal a coger el teléfono que hay en la mesa, Dimitria sonríe, siempre tiene el apoyo incondicional de la madre de su mejor amiga.

Al rato vuelve su madre, Dasha y le pide que se siente a comer, ya son pasadas las 5 y la cena empieza a las 6. Pero ella debe de retirarse a su club de lectura, por lo que todos en la casa comen antes.

Dimitria sube las escaleras y va directo a su cuarto, ya en su dormitorio se quita su bota y nota el bulto morado que se le ha formado en el tobillo, lo toca por encima y arruga la cara del dolor.

—Va a ser un problema luego —Habla para sí misma y busca su celular. Maldice por lo bajo, se le ha olvidado que su madre lo tiene confiscado por sus bajas calificaciones, tendrá que dormir y rezar para que la Tierra de vuelta rápidamente e ir al colegio a hablar con Milenka, su mejor amiga.

Volviendo al día de hoy. Es Miércoles

Su pie sigue doliendo y no puede aguantar más, y lo mejor de todo.

Es su cumpleaños

—Felicidades, mi florecilla hermosa —Le abraza su padre mientras le da un beso en su coronilla —Quince bellos años ya no tienes, las primaveras pasan demasiado rápido para este viejo.

—Papá, no estás viejo —Sonríe su hija mientras le devuelve el beso, en su mejilla.

—Ya tienes diesciseis, Dimitria, a partir de ahora debes de actuar más como una mujer que como una niña ¿Me has entendido? —La voz dura de su madre hace eco en su cabeza

Volando sobre hielo (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora