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Recuerdo lo que era la felicidad, mis alas.
¿Por qué tú no puedes aportármela de manera efímera e inconmensurablemente?
¿Por qué tengo que fallar de este modo? Si me esfuerzo tanto...
Tanto, tanto...
Y no hay consuelo que me aporte ganas de tocar una pluma y escribir de nuevo.
¿De que vale?
Te estoy siendo sincero. Tú no me bastas para consolarme.

—S. A

✦ ✥

—¿En que trabajas... Ehm...?

Asher se encoge de hombros, hundiendo más en el asiento trasero del auto de mi madre. Su cabello dorado se denota algo perlado por el sudor producido por la incertidumbre —con mi mamá interrogando, cualquier persona se sentiría amenazado o con un alto nivel de agripnia—.

—Asher. Mi nombre es Asher.

—Está bien. Asher. ¿En qué trabajas?

—Terminé el lycée hace poco. Así que se puede decir que no trabajo. Me incliné más hacia el itinerario profesional.

Entorné mis obres hacía Asher. Ahora que lo meditaba en su totalidad, nunca le había preguntado su edad. Pareciese que tuviera la misma que la mía. Mi madre me dedica una mirada de abulia.

Mi padre y mi madre son muy diferentes. De lo que me puedo asegurar es que mi papá le habló sobre mis motivos de quedarme en Grand Anse, y como tuve que faltar a los ensayos de la Filarmónica por Asher no le habría agradado en lo absoluto; no la culpo, ya que este es mi asunto y tengo que carga con la responsabilidad de la misma.

—¿17?

—18.

—¿Y tus padres?

—Me imagino que andan en casa. O en una estación de policía preguntando por mi localización. Quién sabe.

Eso alarmó a mi madre. La cual hizo un frenazo muy brusco en un semáforo. Para mi conmoción, observo a Asher carcajear por lo bajo, mientras se aparta levemente su pollina de su frente.

—Mamá, déjalo en paz.

—Tengo que saber sobre el chico que se quedará en la casa del padre de mi hija. Además el que está sentado en mi auto. Muchas gracias.

Asher se cruza de brazos, bajando la mirada hacia un bolígrafo. Lo tomó entre sus dedos y probó la tinta en su muñeca. Por consiguiente me hizo un ademán de que me acercara; lo obedecí, y con vilipendio Asher tomó mi muñeca y empezó a trazar líneas difusas.

Aunque entendí su acción cuando siento su marca en mi dermis. La luz del día se abolió, y la parte delantera se mostró ennegrecida, así para que sólo se mostrara unas manos escuálidas manejando el auto. Asher lanzó el bolígrafo hacia el techo del auto, provocando que este lo atravesara. Por consiguiente Asher tomó el mango del lapicero y empezó a hacer una especie de cuadrado sin un lado; atravesando el metal tiznado sin ningún tipo de esfuerzo. La verdad ya no me sorprende.

—Ven —me ordena al mismo tiempo que se levanta y se adentra en la abolladura del auto. Lo imito. Sonrío al sentir el viento en mi cabello y Asher por alguna razón sonríe igualmente, pero mostrando los dientes. Frunzo el ceño, jamás lo había visto de ese modo; me pareciese que... No fuera él.

Peccata minuta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora