Aquella mañana el despertador sonó demasiado pronto. Susanna escuchó cómo aquel atronador sonido se introdujo en sus dulces sueños durante un momento, confundiéndola, antes de que fuera consciente de que la hora de despertarse había llegado. Abrió uno de sus hermosos ojos grises manteniendo el otro cerrado conscientemente y observó la oscuridad que la rodeaba. Ya eran las seis de la mañana y no podía alargar más el momento que había temido durante las últimas dos semanas, desde que el encargado de la cafetería en la que había trabajado durante los últimos cinco años y donde, para su sorpresa, era muy feliz, le había comunicado sin preámbulos que la empresa se veía obligada a cerrar y, por consiguiente, su contrato había llegado a su fin. Al parecer, en los últimos tiempos el negocio ya no era rentable, y el dueño había tomado la dura decisión de prejubilarse. El local había sido vendido y nadie sabía lo que ocurriría con él en el futuro. En realidad, a ella eso no la preocupaba. En cuanto había escuchado aquellas inesperadas palabras, no había tenido otro remedio que comenzar a buscar otro empleo con urgencia. De lo contrario, no podría continuar pagando el alquiler del precioso apartamento del centro de Manhattan que compartía con Phoebe, su mejor amiga, y no tenía ninguna intención de presentarse en la puerta de casa de sus padres con un par de maletas para averiguar si estarían dispuestos aacogerla con ellos de nuevo. Un escalofrío recorrió su cuerpo durante un segundo cuando aquel pensamiento penetró en su mente sin su consentimiento. No, aquello no era una opción. Ellos siempre dijeron que no conseguiría salir adelante por sí misma, pero lo había hecho, y no pensaba rendirse después de tantos años luchando para demostrarles que no les necesitaba. El recuerdo de la condescendiente voz de su madre tras ella a cada momento ordenándola sin miramientos todo lo que debía hacer con su vida la dio elempujón que necesitaba para ponerse en pie al fin y decidirse acomenzar el día. Tenía un nuevo trabajo al que acudir, y no podía llegar tarde su primer día.
La ducha de la mañana la reconfortó lo suficiente como para salir a la cocina y prepararse el desayuno. Cuando el suave aroma del café que acababa de hacer invadió todo el ambiente y había colocado sus tostadas en un plato, observó al fin la figura de Phoebe en la puerta, frotándose los ojos con dramatismo.
—Buenos días— La escuchó decir en un bostezo.
—Buenos días¿Qué tal has dormido?— Contestó Susanna con una sonrisa,tratando de convencerse a sí misma de que no estaba preocupada por el día que la esperaba.
—Bien...—Phoebe la observó durante unos segundos con los ojos entrecerrados—Pareces contenta esta mañana. No sabía que, de repente, te gustaba madrugar...
—No me gusta...Pero ya sabes lo que dicen... «Al que madruga, Dios le ayuda...»—Afirmó guiñándola un ojo.
—Vaya...Así que ahora lo tuyo son los refranes...— Murmuró Phoebe mientras se sentaba frente a ella tomando una de las tostadas que Susanna se había preparado para ella misma— Yo prefiero ese de «No por mucho madrugar amanece más temprano...»— Añadió con unasonrisa mientras se terminaba de untar la tostada y le daba el primer mordisco. Susanna no pudo evitar emular su gesto alegre a pesar deque era consciente de que la había quitado parte de su desayuno y tenía hambre. Su amiga era un desastre, pero siempre la había apoyado en todo, y era gracias a ella que había conseguido un nuevo trabajo en tan poco tiempo. De no haber sido por ella, lo másprobable era que en aquel momento se encontrara en el paro, así queno tenía más remedio que estar agradecida por el detalle que había tenido al haber hablado tan bien a su jefe de ella que éste al final no había tenido otro remedio que contratarla. En realidad, ella tenía amplia experiencia como camarera, con lo que Phoebe no había tenido que mentir demasiado. El problema era que el tipo de local alque ella estaba acostumbrada, donde se servían cafés y alguna comida de vez en cuando, solía tener un ritmo relajado, de modo que no se parecía nada al lugar donde iba a trabajar a partir de aquel día. Phoebe sin embargo estaba acostumbrada, dado que llevaba años trabajando en aquel local de moda, que siempre estaba tan lleno que la gente no tenía más remedio que hacer cola en la entrada paraconseguir una mesa casi a cualquier hora del día, y por la noche era el más concurrido de la ciudad. Al principio ella había dudado sobre si era el sitio adecuado para ella, que estaba acostumbrada atrabajar en un local casi vacío, pero Phoebe la aseguró que se acostumbraría pronto, y además la tendría a ella si en algún momento necesitaba ayuda para adaptarse, lo que con seguridad iba aser necesario, sobre todo al principio. Sus reconfortantes palabras,unidas a que no había recibido ninguna otra oferta de trabajo en las últimas dos semanas, fueron determinantes para tomar la decisión de aceptar el puesto. Y, para su sorpresa, a cada segundo que pasaba estaba más segura de que todo iba a salir bien. Era un sitio precioso, y sabía por su mejor amiga que las propinas eran muchomejores que en la cafetería...
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LA LUZ DE UNA ESTRELLA
Storie d'amoreSusanna nunca imaginó que la vida pudiera cambiar tanto en un momento. Ser la novia de una estrella del rock empezó siendo un sueño que acabó convirtiéndose en una pesadilla de la que no sabía cómo despertar. Su amor por Jared la embaucaba tanto com...