Capitulo 11

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Cuando era más joven, mi abuela me enseñó a controlar mi ira. Siempre fui una persona controlada y la cual no deja que sus emociones fuertes se manifestaran de manera que puedan causar daño a nadie, no me gusta lastimar a la gente; aunque debo admitir que cuando era un poco más joven, en la época que recién había despertado, vivía enojado con el mundo por lo cual no pasaba un solo día en el cual no golpeara alguien hasta el borde de la muerte, siempre temía que lo mataría, pero al final siempre fui capaz de detenerme, ¿autocontrol? No creo que haya sido eso, más bien pensaba que yo no era un monstro, me había convertido en uno, pero no por ello tenía la excusa de actuar como uno.

Con los años aprendí a canalizar esa energía negativa y me la guardaba, no quería perder los estribos y realmente terminar matando a alguien; durante años opté por mejor golpear sacos de boxeo, eso hasta que alguien intento dañar a Rose. Aquel día sentí como que algo exploto en mi interior, fue una mezcla de rabia, impotencia y ¿miedo? Aun no estoy seguro de eso último, de hecho, aún hay noches en las que me pregunto si realmente sentí miedo en aquel momento, miedo a perderla o el miedo irracional de no poder protegerla. Y aunque pasaba horas dándole vueltas al asunto nunca encontré la respuesta, tal vez era porque no fui creado para sentir temor.


Pero, aunque no fui diseñado para temer, si lo hice para matar, por lo cual esa noche en la que arranque la vida de ese hombre, me sentí en éxtasis, quería matar y arrasar con todo el mundo, me sentí poderoso, me sentí en la cima del mundo. No sé qué fue lo que me contuvo, si fue la promesa, fue mi parte racional o fue Rose; creo que fue esta última, ella me hacía estar en paz con el mundo, conmigo mismo, yo quería ser lo mejor para ella. A pesar de mi naturaleza sádica y oscura quería mostrarle que de la oscuridad podría brillar luz.

Con el paso de los años no volví a perder los estribos, ni siquiera Rose con sus elocuencias y sarcasmo me hacían perderlos, de hecho, ella pensaba que me enojaba y quería arrancarle la cabeza, pero ella no veía que me causaban gracia, cada locura y travesura que pasaba por su mente me resultaba de lo más divertido. Si, sé que no debía ser así, pero era inevitable, si fuera mi hija tal vez me enojaría, digo, como padre queremos lo mejor para nuestros hijos, pero el caso era que ella no era mi hija, para mi ella más que eso y a pesar de que la eduque como tal nunca la vería como mi hija. ¿Cómo mujer? Si, de hecho la veía como mujer y creo que es desde antes de que ella lo fuera.

Y es por eso que tal vez, nunca me había sacado de mis casillas, bueno, eso hasta ahora. La imagen al frente mío casi nublaba mi juicio.

Sobre un costoso sillón estaba, mi niña, mi mujer, desnuda sobre un hombre, pero no cualquier hombre, era nada más ni nada menos que Christian. Mi sangre hirvió. Rose estaba de espaldas a mí, pero vi su desnudez la cual sólo tapaba una fina tela de encaje que supuse que eran sus bragas, las manos de Christian estaba en sus glúteos y este los masajeaba mientras devoraba la boca de mi mujer. Lo odie, odie cada centímetro de él, ¿Cómo se atrevía a tocarla? Pero a un peor ¿Quién se creía si quiera para pensar que era digno de su cuerpo? Se escuchó un sonido, la voz de alguien llena de odio, costo darme cuenta de que era la mía y eso lo descubrí porque tome a Rose de los hombros y la aparte de Christian, tan duro que sabía que mañana sus brazos estarían magullados.

— ¿Qué está pasando aquí? —grite. Rose, en vez de lucir temerosa, tenía una sonrisa llena en su rostro, ella no tapo su desnudez en cambio se quedó ahí parada como Dios la había traído a la tierra. Por un momento me maraville mirando el cuerpo que hace tanto tiempo dejo de ser el cuerpo de una niña; sus curvas eran definidas al igual que sus turgentes y grandes pechos; su abdomen era marcado por las horas de gimnasio; sus piernas eran largas y torneadas. Ella era perfecta más allá de exquisita, por un momento desee que la pequeña y sexy tanga no estuviera y así poder apreciarla totalmente desnuda. La imagen ante mi despertó a mi amigo, y vaya que fue de una manera que nadie lo había hecho jamás. Deseaba arrancarle ese trozo de tela e incrustarme en ella y hacerla mía, solo mía.

Ángeles & Demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora