La tenue luz inundó la costosa suite del hotel, la chimenea ardía haciendo desaparecer el frio abrasador que había fuera de las gruesas paredes. Mi pecho estaba agitado y mis manos sudaban; me sentía nuevamente como un adolecente.
No quería rendirme, no quería llevarla a ella por mi camino, no quería ser tan débil, pero no me pude contener; fui débil, fui más sentimental que racional y simplemente cedí. La vi entrar, tan elegante, tan pulcra y tan inocente que todos mis sentidos gritaron peligro, ella era peligrosa, yo era peligroso y los dos juntos podíamos ser mortales. Su esculpida mano paro a la de Christian, quien le sonrió con dulzura, no podía culparlo, ella era perfecta. La mire, su bello rostro estaba bajo una máscara, pero sus ojos mostraban tristeza, sus pasos al caminar por la habitación eran calculadores y recatados, ella no emanaba esa alegría rebosante por la cual se caracterizaba, me mato un poco más.
Danzo al ritmo de la música, su vestido marfil se movía acariciando su delicado cuerpo, sus cabellos se balanceaban esparciendo su aroma por el lugar, y fue todo lo que pude soportar. Me quebré como nunca antes lo había hecho, me sentí débil y carente de vida, de esencia, carente de ella. No tolere verla en sus manos, no soporte la idea de que fuera de él, simplemente no tolere pasar mi vida sin ella a mi lado.
No me arrepiento; de hecho, fue la mejor decisión. Me sentí con vida, sentí como si mi corazón frio y muerto volviera a latir como cuando era un niño y la adrenalina corría por él. ¿Tendría consecuencias? Por supuesto que las tendrían ¿Valían la pena? Valían cada maldita pena de este mísero mundo, ella valía todo, hasta la muerte eterna.
Dos meses me dieron, dos meses que tomare para amarla, adorarla y hacerla parte de mí. Rompí todas las reglas; celestiales y terrenales, rompí sus malditas reglas, pero se puede joder e irse al carajo, ella seria suya para la eternidad, yo solo tenía dos míseros meses para venerarla, para hacerla mía. El destino era una maldita ramera y encontraría la manera de separarnos. No lo aceptaba, pero aceptaba que así debían ser las cosas, ella era vida y yo oscuridad, la luz nunca traspasó la fina línea de la oscuridad, y la oscuridad era tan deprimente y debil que siempre le huyo a la luz escondiéndose en un simple agujero como rata asustadiza. No podíamos estar juntos, lo sabía, no era correcto, pero ¿Quién dice que es lo correcto? ¿él lo dice?, pues si es así, que se valla al carajo.
—No tengas miedo —musite contra sus labios.
—No tengo miedo, sólo estoy nerviosa —admitió como sus mejillas se tornaron de un carmesí, ella era hermosa.
Tome sus labios en los míos, estaban húmedos por mis besos previos y un poco inflamados por la agresividad que dominaba en mí. Me besaba con anhelo, con devoción, sus labios me adoraban de una manera que nadie lo había hecho jamás, de una manera que no creí posible. Su cuerpo tembló bajo su vestido; su cabello era un desastre y su escaso maquillaje se había corrido por las lágrimas regadas horas atrás.
Solté sus labios y la deje respirar, yo no lo necesitaba, y estaba más que agradecido por ello. Bese su mandíbula y fui bajando por su delicado cuello; aspire su aroma y un leve gemido salió de mis labios, ella olía exquisitamente, y no hablo de su refinado perfume; por sus venas corría su sangre con rapidez intentando abastecer su acelerado corazón. El olor dulce de su sangre se convino con la esencia prohibida de su excitación. Mi boca se hizo agua y el anhelo corrió por mi ser. La devoraría, probaría el sabor de su carne, la poseería y al final de la noche ella seria mía, su cuerpo y alma solo me pertenecerían a mí y su pureza no se perdería ante los ojos de Dios.
Descendí con mis labios y bese su clavícula, deje una pequeña marca que en cuestión de minutos desaparecería no dejando rastro de mi posesión sobre ella. Con mi mano temblorosa, la coloqué en su espalda y comencé a bajar el cierre interminable de su vestido; llegue a la mitad y la parte de adelante se aflojo dejando ver su piel y un hermoso y sensual sostén de encaje color blanco, ese color quedaba tan bien con su piel. Fui bajando su vestido y dejé sus turgentes pechos a mi disposición; no la iba a desnudar como cavernícola, aunque era lo que mi cuerpo más deseaba. Me contuve, esa noche todo era sobre ella, todo era sobre mi mujer.
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Ángeles & Demonios.
VampiriUna maldición, un hombre despiadado odiando la vida que se le fue dada, un bebe abandonado en un callejón envuelto en magia antigua. Dimitri Belikov, es un hombre que no siente remordimiento ni amor por nadie, una noche de fiesta se encuentra con un...