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—Ahh— se quejó Albus en silencio en la parte de atrás del salón de pociones, Scorpius rodo los ojos.

—Te dije que los elfos domésticos no te darían nada, la vez pasada se enojaron porque arruinaste la cena de Huffelpuff— le recordó Scorpius— Oye, tranquilo, ¿sí?— trato de clamar a su amigo, al escucharlo quejarse nuevamente— Solo faltan 20 minutos para que la clase termine y después vamos al almuerzo.

—Tengo hambree— lloriqueo Albus haciendo caso omiso de todo lo que había dicho Scorpius— Vamos hombre, tu eres bueno en Trasformaciones, convierte está pluma en un cupcake— pidió Albus levantando su pluma.

—Albus... yo no, no puedo hacer eso— se negó Scorpius.

—Por favor— le rogó Albus mientras abrazaba a Scorpius, este instantáneamente se llenó de color.

—Señor Malfoy y señorita...— dijo el profesor de pociones dejando la frase en el aire, al ver la escena del abrazo este pensó que se trataba de alguna chica, pero Albus saco la cabeza y miró con una sonrisa nerviosa al profesor— ¡¿Señor Potter?!— dijo sorprendído — sería mejor de su parte que prestarán atención a la clase, este será un tema muy importante para los TIMOS— ambos chicos asintieron y trataron de ignorar las risas de sus compañeros.

¿Qué eran esos murmullos y risitas mal disimuladas a que Albus Potter te abrazara?

—¿Entonces, me haces un cupcake?...— Albus dejó salir esa sonrisa de inocencia que tan bien se le daba a él y a sus hermanos — ¿Scorpius?, ¿Te sientes bien?— preguntó Al esta vez un poco más serio comprobando la temperatura de su amigo que de la nada se había puesto de un rojo intenso.

La mirada de preocupación de Al hacía que Scorpius entrará en más en pánico.

—Estás caliente, colega... ¿Oye?, ¿Scorpius?, ¿Necesitas ir a la enfermería?— el rubio se había quedado mudo.

El mundo en si estaba en silencio a los oídos de este.

—¡Ya, Scorpius!, ¡Me estás asustando!— se quejó Albus.

Scopius simplemente hizo un sencillo movimiento con su varita y la pluma de Albus se convirtió en un lindo red velvet. La cara de miedo de Al la remplazo una sonrisa gigante.

—Bueno, Scorp— al azabache se le olvidó que su amigo tenía una fiebre de muerte en ese instante— . Hay que aceptar que te luciste— y ese momento los dientes de Scorpius quedaron al descubierto con mucha satisfacción.

«Que linda sonrisa».

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Ramé • ScorbusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora