La Separación

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Cuando no encuentras salida del problema más grande, a veces, tomas la decisión más dolorosa de tu vida.

Hace 17 años, cuando una mujer dio a luz a dos niños, gemelos, tomé esa decisión.

Yo soy el padre.

Nueva York, 23 de diciembre de 1999.

-911, ¿Cuál es su emergencia?-

-¡Si! ¡Mi esposa está a punto de dar a luz, necesito atención médica!

-Entendido, una ambulancia va en camino.

La ambulancia tardó cerca de 15 minutos en venir por Elena, mi esposa. Al llegar al hospital la ingresaron a urgencias de inmediato, mientras yo estuve ansiosamente en la sala de espera.

Al cabo de una media hora, los doctores salieron a darme la noticia, ¡Son gemelos!

Dos varones, sanos y salvos nacieron aquel día. Pero cuando mi esposa los cargó en sus brazos, ellos empezaron a llorar, como si un dolor intenso los abrumara, ella y yo nos angustiamos, y los doctores los llevaron a revisar. Fueron las horas más largas de toda mi vida.

-¿Y si están enfermos?- me cuestionó ella

-No cariño, no digas eso, ellos estarán bien, solo ten fe y paciencia, estarán bien-

Después de un rato, la enfermera entra con nosotros.

-No logramos encontrar que es lo que sucede con ellos, pero relativamente están bien. - Dijo ella, su tono de voz me inquietó - ¿A que se refiere con que están relativamente bien? - pregunté con voz alterada - Si, sus análisis y diagnósticos están completamente limpios, pero hay algo que no entendemos... - Solo vi como agachó la cabeza y con voz preocupada dijo -... Cuando ellos están juntos, lloran, sus presiones aumentan y sus defensas bajan, sin embargo, cuando los separamos de sala, los dos entran en paz, cien por ciento tranquilos y sanos -

Su respuesta me desconcertó, eso era extraño, volví mi mirada a mi mujer, y con lágrimas en los ojos exclamó

- Entonces... - su voz se quebraba
-... ¿Nos está diciendo que no pueden estar juntos? - mire a la enfermera

- Al parecer no señ... -

- ¡Eso es imposible! - Interrumpió ella a la muchacha, que se veía que solo iba empezando a trabajar en aquel hospital.

- Mi amor tranquila, estás un poco alterada, estás cansada y sensible - intenté calmarla - Necesito que descanses, yo iré con los doctores y averiguaré qué sucede, ¿Está bien? -

Mi esposa solo me miro con ojos de inconformidad, volteó su rostro y no dijo nada más.

- Te amo - le susurré al oído, bese su mejilla, y me retiré del cuarto junto con la enfermera.

Mientras conversaba con ella, el doctor que estuvo en el parto, se me acercó

- Disculpe, ¿Usted es Joshua? - preguntó

- Si, soy yo - le respondí un poco nervioso

- Necesito que me acompañe - vi en sus ojos un poco de preocupación mezclada con seriedad. Acompañé al doctor a una sala dos pisos arriba, en donde se encontraban mis dos hijos. Vi a mis pequeños en dos incubadoras, empezaron a caer lágrimas de mis ojos al ver que estaban separados por una pared.

- Lo sentimos mucho, la verdad no entendemos que es lo que sucede, pero esta es la situación, literalmente no pueden estar juntos - miré al doctor con ojos llorosos

- Esto no puede ser Doctor, ¿Como va a ser posible que no se puedan acercar el uno al otro? - Dije resistiendo un llanto mayor

- Yo tampoco lo entiendo, e igual me preocupa como a usted, ya que nunca había visto nada igual - escuché en él completa sinceridad, veía que creía firmemente que sentía lo que yo, pero estaba seguro que no era así.

Después de dos días, dieron a los niños de alta, y así pudimos llevarlos con nosotros, primero a uno, luego a otro, debido al problema y a que solo disponíamos de un auto, los llevamos por separado.

Con nuestros hijos en casa, a los que les pusimos como Harry y Christopher, todo era complicado, ya que tenían que estar separados. Estuve buscando ayuda en diferentes lugares, hospitales, centros de salud, especialistas, doctores, y todos respondían lo mismo

- No entendemos qué sucede -

Esa maldita frase la escuché una y otra vez, tanto que hasta en mis sueños estaba, y ni siquiera en mis sueños lograba encontrar respuestas.

Mi familia y la de Elena, nos intentaban convencer de algo que no queríamos, darlos en adopción, porque no podíamos estar haciéndolos sufrir. Ella y yo no aceptabamos esa opción, no nos agradaba la idea de separarnos de nuestros hijos.

A los 3 meses de que ellos nacieran, todo seguía igual, sin solución y complicandose, no encontrábamos salida de ese laberinto interminable de problemas. La última opción, y en la que nunca quise pensar, era separarlos, dando en adopción a los dos.

Mi esposa no lo tomó para nada bien, obviamente, puesto que ¿Qué madre aceptaría dejar ir a sus dos únicos hijos?

Sin ninguna otra opción, decidimos hacerlo, con el dolor en nuestro corazón, pero no sabíamos qué más hacer.

A Harry lo llevamos al este de la ciudad.

Lo dejamos afuera de una casa, envuelto en sus cobijas. "Por favor, haga que sea feliz" escribí en una carta.

- No te preocupes hijo mío, estarás en buenas manos - le susurré, besé su frente y me retire, después de tocar la puerta. Elena solo se quedó en el auto, no tenía las fuerzas para ver a su hijo irse.

Casi a las afueras de la ciudad, dejamos a Christopher, en una casa hogar.

- El estará bien con nosotros señor - Exclamó aquella señora

- Yo espero así sea - dije sin más por el momento.

En la casa, todo había cambiado, un silencio sepulcral dominaba por todos lados. Elena solo se sentaba todos los días afuera de la casa, rara vez me dirigía la palabra, y no sabía, si sentirme culpable.

Al cabo de 2 años, no soporte más el resistir la depresión, y caí enfermo, ahora estoy en el hospital, aun internado, y al parecer no saldré de aquí. Mi esposa siempre está aquí conmigo, pero en sus ojos aún se ve el alma destrozada.

Joshua falleció después de un paro cardíaco, en 2016, casi 17 años después del nacimiento de Harry y Chris.

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