Capítulo II

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«—¿Bajaste del cielo o me llevaste a él?

—Te convertí en él, en mi cielo.»


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—No tienes el cabello tan mal como ayer.

Dijo Key mientras avanzaba en la habitación, dirigiéndose a la camilla. El olor de su perfume perforó mi nariz. No lograba comprender lo que había ocurrido ¿Estaba confundiendo sueños con la realidad? Pero Key era parte de ese «sueño», los sueños no aparecen en la realidad, al menos hasta ahora era así...

—En un rato te examinarán, —me decía Key— luego te darán de alta. No te preocupes.

Iba a cogerme la mano, pero sin pensarlo la esquivé. Aún no entendía muy bien la situación. Podía decir que hasta me sentía incómoda (como si no hubiese estado más cerca de él). Y sin embargo, todo el tiempo algo estuvo impidiendo que me alejara.

—Si muerdo, pero no lo voy a hacer —bromeó.

Ahora tenía tantas dudas acerca de quién era realmente Key. Lo único que podía pensar era en ese misterio, así me encontrara en una clínica después un intento de suicidio y de la muerte de dos amigos.

—¿Quién eres? —le pregunté sin poder resistirme en hacerlo.

—Yo te hice una pregunta antes, recuerda —apuntó su cien cubierta de cabellos blancos—. Mientras más tiempo esté aquí, más tardarán en sacarte. Nos encontramos luego.

Guiñó el ojo y salió sin decir nada más ¿Qué pregunta? Deberían prohibir dejar a la gente con la duda, estoy segura de que en algún lugar de la biblia lo deben señalar como pecado. Traté de recordar lo mejor que pude, mas no alcanzaba encontrar una pregunta en mi memoria, ni siquiera la que yo misma acaba de hacer. Perdí el cerebro entre tanta información y falta de ella.

Luego de que me atendieron, mi familia entró a conversar conmigo. Esperaba más regaños de su parte, sin embargo no fue así; lo que querían decir, lo decían como comentarios por debajo. Posiblemente sabían que no estaba lo suficientemente estable para soportarlos. Ellos no vivían en este estado, sólo fueron hasta aquí debido a mí, sé que estarían muy preocupados al enterarse, me disculpé por ello. Me aman mucho, y más siendo su única hija. Al retirarnos de la clínica, partieron de vuelta a su hogar. Yo fui junto a mi tía hasta su casa ¿Adónde habrá ido Key? Esperaba encontrarlo afuera... quería. No fue así.

Cuando me gradué, universidades en mi estado natal mayormente eran privadas. La única universidad pública daba tres carreras; ingeniería, administración y contabilidad. Por supuesto, no eran de mi interés. Así que me mudé a casa de mi tía, en otro estado, pues, en este lugar sí tenía la oportunidad de estudiar lo que yo deseaba: La Medicina. Estúpidamente irónico, trabajando la medicina donde no hay medicamentos (Uno de muchos problemas en la fuerte crisis que abundaba en el país). La carrera tenía muchas entradas, tantas que muchas personas quedaban afuera esperando poder ingresar, incluyéndome a mí (dos años tratando de ingresar). El que quiere puede, ¿o así dicen, no? Mientras tanto, trabajaba vendiendo accesorios, no muy lejos de casa. No soy la única que tomó ese tipo de decisión. Mi primo de 25 años también se mudó con ella, hace tres años. A diferencia de mí, él no decidía que estudiar, ni siquiera tenía un trabajo fijo. Desde mi punto de vista, él era un vago estrella, (y no por esa razón).

Mi tía Luisa es una persona demasiado amable y muy sensible, aunque no tan correcta y doctrinaria como mi mamá. Ha accedido completamente a ayudarnos, sin pedir nada a cambio. Estaba divorciada y nunca tuvo hijos. De seguro se sentía sola antes de que nosotros nos mudáramos, su única compañía había sido su chihuahua, «Gongju».

Una segunda oportunidad (¿Te quedarás esta noche?) | Keyber ver.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora