Mis sospechas eran ciertas, mi temor de que Uriel hiciera una tontería por los misterios de un pasado que no nos pertenecía se hicieron patentes cuando Emmanuel se detuvo en la entrada del jardín de la abuela Martha.
— ¿Qué está planeando?— inquirí apenas estuve a salvo y lejos de esa máquina mortal a la que llaman motocicleta.
— Creo que ya no lo está planeando sino llevándolo a cabo— respondió Emmanuel con un brillo de diversión en la mirada.
— Hablo en serio, ¿Dónde está?
— Debe estar dentro, probablemente en la oficina de tu abuelo...
— No puede ser, Uriel, ¿qué pasa contigo?— me quejé.
— Ahora debemos entrar nosotros sin que se note y sacarlo de allí antes de que alguien más lo note— dijo Emmanuel sin darme opción.
— ¿Cómo sabías que estaría aquí?— pregunté de pronto y Emmanuel hizo una mueca casi imperceptible que desapareció al instante y no supe si la había imaginado.
— Porque yo lo traje— admitió,— dijo que necesitaba venir, creí que quería verte, se la pasa hablando de ti todo el tiempo.
— ¿En serio?— pregunté con más interés del que quería demostrar, me aclaré la garganta y añadí: —Ahora eso no importa, debemos entrar y encontrarlo, como has dicho.
— Muy bien, espera— dijo volviéndose hacia su moto— antes debo ocultarla de miradas indiscretas—la escondió detrás de unos arbustos y volvió a mi lado, juntos cruzamos el umbral del jardín y nos adentramos a cualquier posibilidad allí plantada.
La puerta trasera estaba abierta, nos colamos por ahí y después de comprobar con varias ojeadas que nadie estuviera merodeando por ahí, entramos. Dentro reinaba el silencio, motas de polvo bailaban doradas junto a la puerta por donde hilos de sol entraban a raudales e inundaban el lugar de un modo mágico.
Nuestros pasos eran lo único que podía apreciar, Emmanuel no era capaz de caminar en silencio, por mi parte no le veía sentido a intentarlo siquiera con alguien tan ruidoso pisándome los talones. No obstante no nos topamos con nadie camino al estudio del abuelo, la puerta se hallaba cerrada, voces provenían del interior y tuve la terrible certeza de que Uriel ya había sido descubierto. Al parecer Emmanuel pensaba lo mismo porque se detuvo en seco y me miró sin saber qué hacer.
Caminé lentamente hacia la puerta cerrada y pegué el oído a la madera, era la voz de Uriel, sin duda, pero ¿A quién pertenecía la otra voz? Era una voz varonil, profunda, una voz proveniente de un sueño que no podía identificar y entonces me di cuenta de que se trataba de mi abuelo, una voz del pasado, no solía hablar mucho con él.
— Entiendo tu inquietud por mi cuñada, pero nunca hubo nada extraño en que Ulises y ella no siguieran juntos...— iba diciendo el abuelo.
— No me parece raro eso precisamente... Sino que siempre aseguraron que él la había dejado porque no podía darle bebés, pero ella tenía apenas diecinueve años, poco más, poco menos, pero nada de qué alarmarse— dijo Uriel.
— Eran otros tiempos, es obvio que Ulises quisiera tener hijos...—murmuró el abuelo con un tono poco convincente y deseé poder ver su expresión.
— No dudo que quisiera tenerlos, pero ella era una muchacha de otro nivel, por lo que sé iba a la universidad—continuó Uriel con voz inmutable.
— Así es, pero el amor nos cambia, el amor es el punto de partida para muchas personas, nos despierta interés por la vida. Mi cuñada era una mujer excepcional, solía escribir mucho, vivir en otros mundos, ella murió de eso, se quedó perdida en el mundo donde Ulises había huído por una buena razón, quizá por eso nunca lo olvidó...
— No sé mucho sobre el amor, pero estoy seguro de que el amor no hace milagros, no cambia del todo a las personas, si Ana era una soñadora entonces el amor sólo la habría ayudado a volar más alto, no a estancarse aquí como lo hizo, estoy seguro de que algo pasó aquí, algo malo—Uriel está perdiendo las casillas, lo conozco lo suficiente como para asegurarlo.
— Muchacho, dices que el amor no cambia y aun así estás aquí pidiendo respuestas a las dudas de mi nieta, ¿Crees que no la conozco? Ustedes dos pasaron gran parte de sus vidas en este lugar, sé lo que sientes por mi nieta, pero no te dejes llevar por sentimientos que pronto se desvanecerán, a tu edad no hay mucho que decir, las palabras son reflejos de vacíos en nuestras vidas, a su edad, es lo que más hay, vacíos y agujeros imposibles de rellenar con otra persona, te recomiendo que detengas esto antes de que alguno de los dos salga lastimado...— no pude evitar sonreír ante la idea de que mi abuelo creía que Uriel tenía sentimientos por mí.
— No voy a lastimarla y si se refiere a que descubramos algo en el pasado de su familia que nos decepcione y de algún modo nos haga sufrir, entonces lo siento mucho, los vivos suelen pagar las deudas de los que se han ido, no seremos los primeros ni los últimos en descubrir que nuestra familia no era lo que esperábamos de ella— siguió Uriel ignorando gran parte del comentario anterior del abuelo.
— La estás lastimando mientras intentas desenterrar recuerdos demasiado dolorosos para esta familia, déjalo ya...
— Su nieta y yo no nos detendremos ante una recomendación de alguien que no sólo miente sino que protege a personas malas— noté que Uriel estaba a un tris de perder el control, sonaba realmente escéptico y molesto.
— ¿Ni siquiera si esas personas malas eran su propia abuela Ana?— preguntó el abuelo con tristeza.
—Eso no es posible—refutó Uriel, pero había cierta duda en su voz.
— Lo es, lo fue...
— Necesito saber todo lo que pasó, si es demasiado horrible para que lo sepa Citlalli, me ocuparé de que no lo descubra — le aseguró Uriel en un susurro casi imperceptible.
— Por lo que me dijiste ella tiene el diario de Martha y las cartas de Ulises para Ana, no hay mucho que puedas ocultar...
— Encontraré el modo de protegerla, lo prometo— le dijo Uriel y sentí el puñal de la traición en mi estómago, dolía a pesar de que apenas los conocía, ambos eran parte de la vida de otra persona, no de la mía.
Me recargué en la pared y respiré hondo, estaba molesta pero más que nada, dolida. Emmanuel me miró con cara de disculpa y siguió escuchando la conversación que se llevaba a cabo al otro lado de la puerta, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba a mi lado, escuchando.
Ya no estaba segura de querer descubrir lo que había sucedido, quizá el abuelo tenía razón, quizá todo estaba mejor en el pasado, seguro en un ataúd y una vieja caja oculta bajo un escritorio.
Volví a mi posición junto a Emmanuel y las voces flotaron hacia mí, eran como palabras sueltas de un libro inacabado, estaba en mí ordenarlas, intentar comprender lo que había sucedido décadas atrás. Entonces lo decidí, llegaría hasta donde la abuela Ana hubiera querido llevarme. Aún no sabía hasta donde era eso, pero algo me decía que no era muy lejos de aquí, quizá terminara con un viejo diario y varias cartas o con un adiós a todo el pasado, al presente y al sinsentido de la vida.
— Esto es lo que pasó... — comenzó el abuelo y todos le dedicamos nuestra atención por completo.
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Entre música y poesía
RomanceHablaban sobre viejas idas y venidas, vueltas que da la vida y una que otra sacudida. Solían hablar de muchas cosas, de sus rutinas divertidas y menos estiradas, de las ferias antiguas y mal diseñadas, de guerras, de casas, de cosas pasadas. No solí...