ฅ^Parte tres^ฅ

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Las cosas para la chica habían "mejorado" de alguna forma, todo se había convertido en una rutina.

Dormía, siempre en el jardín del parque junto a las noches frías que le hacían anhelar sentir un poco del calor de su reconfortante habitación.

Ahora deambulaba por las calles, no soportaba el hambre por más tiempo, todas las posibilidades de comida le eran arrebatadas por otros animales.

Pasaron horas hasta lograr ver a lo lejos un trozo de manzana. Era lo único que su estómago tendría por ahora, por ende, trataba de degustarlo todo lo que podía. Sin embargo, percibió que alguien la elevó, interrumpiéndola así. Se sentía aterrada, no sabría que daños podía causarle aquella persona, después de todo la palabra «confianza» ya no pertenecía más a su vocabulario.

Pensó en defenderse, así que hizo su mayor esfuerzo para desatarse del agarre, pero entre más resistencia mayor era la fuerza del chico, quién no planeaba bajarla.

El chico empezó a caminar haciendo que el temor de Emilie regrese, un temor que parecía estarla siguiendo. En su pequeña mente intentaba hacer un plan de escape que le evitaría "daños" luego. Pero el muchacho masajeaba su pelaje con tanta suavidad que le hacía a Emmy perder la concentración.

Y empezó a hablarle. Hablarle tal y como lo haría con una persona, fingiendo poder escuchar a la minina y viceversa. Y aunque esta última en realidad sí podía entender sus palabras, había perdido la noción del tiempo completamente.

Quizá porque se sentía sola, quizá porque extrañaba la atención que antes lograba captar de los demás y ahora lo había vuelto a conseguir, o quizá porque sabía que lo había juzgado mal.

Al llegar a casa, el chico no tuvo más alternativa que dejarla en el suelo por algunos segundos para así poder abrir la cerradura de la puerta.
Y sucedió lo que ya había esperado. La gata huyó, se escondió entre los arbustos en un lugar inalcanzable.

      —Ven aquí, no te haré daño —dijo él, intentando ver el lugar exacto de su escondite— lo prometo...—murmuró casi en un susurro y estirando los brazos en su dirección, en señal de un abrazo..

Emilie lo dudó, por cada paso que daba regresaba dos más. Era tanta su desconfianza que finalmente optó por correr lejos de allí, sin pensar en lo que habría pasado.

Él tuvo intenciones de seguirla. Pero era imposible, algo le detuvo.

      — ¿Anthonie? ¿Eres tú? —escuchó desde adentro.

      —Sí, mamá... —dijo, la perdió de vista, y sin insistir ingresó.

ฅ^•ﻌ•^ฅ.

Al igual que Emilie, esa tarde Anthonie recibió una "sorpresa", pero a diferencia de ella, esta le gustó.

Un gato negro con un lazo en la cabeza apareció por su ventana, quitándole las ganas de seguir enfadado consigo mismo por haberse permitido dejarla escapar antes.

Abrió las persianas permitiéndole el pase hacia su dormitorio.
Notó algo que antes no, el colgante de Emmy, con la abreviatura de su nombre. Lo examinó buscando alguna posible dirección o referencia, pero no halló nada.

La dejó estar, se veía cansada, hambrienta, sin haber completado sus necesidades básicas. Así que buscó una pequeña caja entre el desorden de su armario, colocó una vieja playera y la posicionó allí.

Haciéndole captar el mensaje.

La intrépida gata que se enamoró Donde viven las historias. Descúbrelo ahora