XVIII: Promesas

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Un mes y medio había transcurrido. Viktor resentía los cambios en su cuerpo con el aumento de peso a causa de su vientre abultado, que lucía de maravilla en él. Las náuseas desaparecieron, pero ahora su bebé se movía en su interior y, a veces, asustaba a los padres primerizos.

La empresa funcionaba gracias a su amigo Chris, quien le llamaba en algunas ocasiones para saber si estaba bien, a pesar de que el embarazo de Viktor era un secreto. No es porque tuviera miedo, o quizá un poco, pero creía que su bebé correría peligro y lo expondría a las acusaciones de la gente. A él no le importaba ser el centro de atención y que lo señalaran por su naturaleza omega, ya no debía tomarlo en cuenta.

Yuuri se había acostumbrado a ir a clases y regresar al apartamento de su omega, en donde tenía la mayor parte de su ropa. Llenaba de mimos a su pareja, le compraba los antojos extravagantes que pedía, lo abrazaba y acariciaba a ese pequeño que crecía dentro del peliplata. Estaba feliz y lo demostraba en su rostro, que se iluminaba al llegar a casa y rodear la cintura de su novio.

Todo era tan tranquilo, que incluso asustaba.

—Nos vemos —avisó JJ, con Yurio a su lado y listos para irse.

—Ajá —asintió el de cabellos blancos, que picaba unas verduras sobre una tabla en la encimera de la cocina—. Cuídense.

Viktor siguió cocinando, hasta que el timbre de la entrada sonó luego de un rato en silencio. Tal vez, Yurio y Jean habían olvidado algo y no tenían llaves, así que se apresuró a atender. Abrió la puerta y, para su sorpresa, no eran ellos.

—Hola, querido hijo —saludó un hombre corpulento, canoso y vistiendo un traje negro que hacía juego con sus zapatos y lentes de sol—. ¿Me extrañaste?

—¿C-Cómo? —balbuceó e intentó cerrar, pero alguien lo empujó hacia atrás—. Déjame en paz. Yo no soy tu hijo.

—Es cierto —afirmó ingresando al apartamento con dos de sus guaruras—. Eres un bastardo y un omega embarazado por lo que veo.

—No te atrevas a lastimar a mi bebé —siseó envolviendo su vientre con ambos brazos, como si fuera suficiente para protegerse—. Mi alfa está por llegar.

—¿Te refieres al universitario? —Se detuvo a la mitad del recibidor y sonrió—. Sí, lo sé. Uno de mis chicos está con él.

—¿Qué quieres? —preguntó asustado—. ¿Qué quieres para no herir a Yuuri?

—A ti, por supuesto —aseveró y le hizo una seña con los dedos al hombre de su derecha.

—¿Prometes no dañar a mi bebé ni a Yurio? —dijo con una voz temblorosa.

—Claro. No me interesa ese adolescente que ni siquiera es de tu sangre y mucho menos tu noviecito o esa escoria que llevas en el vientre —bufó irónico y se dio la vuelta para salir de ese lugar—. Siempre has sido mi objetivo, Viktor Ivanov.

No había escapatoria. Si trataba de golpearlos, no lograría ni derribarlos. Tampoco confiaba en que la recepcionista o uno de los empleados del edificio lo ayudaran porque esos tipos que lo arrastraban eran de temer. Nadie vendría, y era lo mejor. Podrían matar a Yuuri y eso le dolería.

Además, esa libertad no era eterna. Él lo supo y aun así se enamoró, pero no negaría que esos meses habían sido maravilloso. No los olvidaría.

...

—¡Cállate, es mentira, JJ! —exclamó el rubio al entrar con grandes zancadas a su casa—. No se te ocurra besarme sin mi permiso.

Una promesa congelada #YuriOnAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora