XXVI: No era el mejor, pero era mi padre

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En la madrugada, cuando el reloj de la sala marcó las cuatro, un helicóptero aterrizó en el techo del edificio. Jean descendió con un chaleco antibalas y dos hombres vestidos con traje negro lo guiaron al departamento en donde se hospedaba Viktor, Yuuri y Aleksei. Ninguno de ellos sabía los planes de Eduard Ivanov ni que había desaparecido para ir a confrontar a su hermano.

Leroy entró sigiloso a la habitación del omega y observó a su alrededor antes de guardar su arma. Estaba pensando si debía decirle que su padre se había ido a escondidas o si sólo necesitaba llevárselo dormido, aunque probablemente despertara en el trayecto y le haría un interrogatorio.

Katsuki interrumpió cualquier pensamiento de Jacques al salir del baño con un niño en brazos, durmiendo como su madre lo hacía en la cama. Se miraron el uno al otro; ambos descifrando los motivos de su estadía o por qué actuaban precavidos si eran amigos. Bueno, quizá eran un par de tontos asustados.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó el de cabellos negros al moreno, quien le señaló la puerta—. Acostaré a Alek y te seguiré.

Luego de unos minutos, los dos alfas fueron al pasillo exterior. Jean suspiró, no sabiendo cómo explicar lo que no tenía explicación porque era obvio. Eduard no avisó que iba detrás de Nikolai para no preocupar a su hijo, pero eso significaba que, tal vez, no volverían a verlo.

—Recibí un correo electrónico con la dirección de este lugar. Creo que conoces el panorama, ¿verdad? Tenemos que marcharnos, así que trae a Viktor y a ese pequeño —ordenó con una enorme sonrisa—. Te diré los detalles cuando sepa que estamos seguros.

—¿Y él? ¿No vendrá con nosotros? ¿Nos dejará ir sin despedirse de Vitya?

—Él no está, se fue con varios de sus guardaespaldas porque hallaron la pista de Nikolai. Si te quedas, estarás exponiendo al peligro a tu familia y a ti —bufó en voz baja para no ser escuchado—. No seas terco y...

—Yo no seré el terco —advirtió y se cruzó de brazos—. Viktor no querrá abandonar a su padre.

—¿Y qué hará? Tiene a Aleksei, él es su futuro. Si ustedes mueren, ¿quién lo cuidará? No hay tiempo para razonar, es una decisión que Eduard tomó al elegir matar a su hermano por la libertad de su hijo —bramó dispuesto a todo para sacarlos de allí—. Yuuri, no tenemos que convencerlo. Lo llevaremos quiera o no.

Leroy rebuscó en los bolsillos de su pantalón hasta mostrar un botecito plateado con una jeringa nueva empacada en una bolsa de plástico. Katsuki comprendió de inmediato lo que haría con eso y estuvo de acuerdo, pues no iba a permitir que dañaran a su familia. Ellos se irían, sí o sí.

...

—¿No es precioso? —interrogó el moreno al rubio sentado en el sofá con Alek recostado en sus piernas—. Se parece a su papá.

—P—Pa, pa —balbuceó, contemplando la expresión del que se convertiría en su hermano mayor a partir de ese día—. ¡Pa, pa!

—¿Papá? —replicó Yurio—. Él está descansando en su recámara, ¿quieres que vayamos a buscarlo?

—¡Pa, pa, pa!

—Los bebés son difíciles de entender —murmuró el alfa—. Además, ¿hueles ese aroma? ¿No está sucio?

—¿Sabes cambiarle el pañal a un bebé? —preguntó el omega, desviando su atención a su novio.

—Ni me veas, yo no sé y no lo cambiaré. Los pañales son como bombas de olor y contaminan el aire —anunció, reincorporándose de un salto—. No, no, yo no lo haré —negó una vez más, sólo por si no había aclarado su posición contra el pañal.

Una promesa congelada #YuriOnAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora