VIII: Acorralado

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Una semana había transcurrido desde la última vez que Viktor y Yuuri se vieron. Al principio, Katsuki pensó que el adulto sólo estaba ocupado con sus obligaciones de jefe, pero conforme pasaban los días y no tenía la oportunidad de entablar una charla con ese hombre que le roba el aliento, comenzó a sospechar que, quizá, esa frase acerca de los omegas lo había lastimado. Ahora se detestaba por haber sido tan insensible.

—Aprendes rápido, Yurio. No entiendo por qué no estás asistiendo a clases en una escuela, si tus calificaciones son excelentes —comentó Phichit de la nada y el rubio hizo una mueca de disgusto.

—Antes de mudarnos a esta ciudad, mi padre viajaba mucho y, según él, sería pesado estar en escuelas diferentes cada semestre —respondió cortante y continuó a pesar de que no le gustaba hablar de su pasado—. El viejo intentó que me mezclara con chicos de mi edad y yo terminé ocasionándole problemas.

—¿Por qué viajaban mucho? —preguntó Yuuri sin percatarse de que había metido su nariz en una plática ajena.

—Negocios familiares —dijo JJ saliendo del pasillo que conectaba a las recámaras de los que residían allí—. Viktor es una persona ocupada y es lo único que deberían saber.

—S-Sí, perdón —balbuceó el joven pelinegro, pero la contestación del mayor sólo provocó que las dudas lo carcomieran.

¿Por qué ese sujeto conocía a Viktor mejor que él? ¿No se supone que era un guardaespaldas de Yurio? Es cierto que el peliplata lo presentó como un amigo, pero, ¿qué clase de amigo? ¿Un amigo que vive en su casa y que se atreve a expresarse de Viktor con toda esa confianza?

Si Nikiforov no estuviera huyendo de sus encuentros, ya le hubiera pedido explicaciones. No obstante, Yuuri sabía que estaba comprometido y traicionaba a Yuko con los pensamientos. De hecho, las citas y las visitas que acostumbraba a tener con su prometida se habían reducido a una o dos veces por semana.

Y el culpable era el mismo que no tenía la cortesía de aparecerse en su apartamento cuando los chicos llegaban a enseñarle a Yurio. Sí, el mismo que lo esquivaba descaradamente y que pretendía tener exceso de trabajo.

—Mañana te traeré varios libros para que practiques los sábados y domingos —informó el moreno a su estudiante—. El lunes te aplicaré un examen, pero necesito que el señor Nikiforov esté presente al finalizar mi horario. ¿Se podrá?

—No te preocupes, yo obligaré a Viktor a venir puntual —confirmó JJ, haciendo que Katsuki hirviera de celos.

—En ese caso, nos veremos aquí el lunes. —Phichit se reincorporó, seguido de su amigo, quien agarró una parte del material que utilizaban con Yurio.

Los dos chicos salieron del lugar después de una despedida seca y sin ánimos, pues Chulanont ya se había dado cuenta de que el pelinegro estaba deprimido y eso no le agradaba. No quiso indagar más porque él era consciente de que su compañero sentía algo por Viktor Nikiforov y, al parecer, Viktor correspondía los sentimientos de Yuuri..., o al menos creía que la atracción era mutua.

—¿Por qué no vas a su empresa? —Ingresó al ascensor con Katsuki detrás de él y oprimió el botón de la planta baja.

—Romperé mi compromiso con Yuko hoy —aseguró, evadiendo la pregunta de Phichit y sonrió.

—Me gusta tu determinación, pero, ¿qué piensas decirles a tus padres?

—¡La verdad! —exclamó decidido a finalizar con esa relación que jamás le alegró la vida—. Les diré que amo a Viktor y que me quiero casar con él.

Una promesa congelada #YuriOnAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora