Capitulo 4.

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Sentado al borde del sofá en este frío apartamento podía casi palpar la soledad. Me había levantado más temprano de lo normal a causa de un repentina ventisca fría de la madrugada que había entrado por la ventana de mi habitación.

Pasé ambas manos por mi rostro mientras miraba cada parte de el espacioso lugar.

A veces este sentimiento de soledad me invadía, y sentía una gran nostalgia combinada de tristeza, al haber abandonado mis raíces y mi familia por perseguir mis sueños.

Recordé aquella última vez, en ese frío y lleno de personas aeropuerto, cuando me despedí de mi familia.

— Abrígate bien, hijo. — Dijo mi madre mientras acomodaba la chaqueta de cuero negro que me había regalado en mi cumpleaños número 16.

Resoplé y le sonreí de medio lado. — Viviré muy cerca de la playa, Ma'. No será necesario el abrigarme.

Ella encogió los hombros y arrugó el rostro conteniendo las ganas de llorar. Lo había hecho desde que le dije que me mudaría. — Solo abrígate. Y cuídate mucho. — Asentí y ella pasó su mano por mi cabello peinándolo hacia atrás.

Solo a ella le permitía tocar mi cabello.

— Necesito... — Carraspeó la garganta un poco. — Necesito que recuerdes algo muy importante, pequeño James. — Su voz quebrada estaba logrando sacar ese lado débil que siempre he tenido, pero me esfuerzo en ocultar. — Tu serás libre. Irás a donde siempre haz soñado, a perseguir tus deseos. Y ahí podrás ser quien realmente eres. — Acarició mi mejilla suavemente con la parte trasera de sus dedos, tal y como hacía en las noches de mi niñez, cuando le temía a la oscuridad, o cuando en la adolescencia me partieron el corazón por primera vez. — No permitas jamás que nadie te diga que estás errado o confundido.

Levanté una ceja interrogante. — ¿Confundido de carrera o...?

Sonrió apacible, y negó con su cabeza. — Quizás allá entiendas en su momento de que hablo. Solo recuerda que cuando lo descubras, yo te seguiré amando como ya lo hago. — Asentí no muy convencido y ella sonrió mostrándome todos sus dientes. La acerqué a mi y la abracé con fuerza, intentando no lastimarla entre mis brazos. Ella comenzó a sollozar y mojó con sus lágrimas la camiseta blanca que llevaba la última vez que nos vimos. Pero no me importó; pues eran las lágrimas de la mujer más importante en mi vida.

La voz de que indica la salida de los vuelos me trajo de vuelta a la realidad. Ya estaban abordando el avión.

Me separé lentamente de mi madre y ella sonrió, limpiando las lágrimas que aún caían cual cascadas por sus mejillas. — Te amo, mamá. — Ella besó mi frente y mis mejillas, acariciando estás con su suaves manos.

— Te amo, mi pequeño James.

Acaricié su hombro con delicadeza y me despedí rápidamente de mis hermanos.

Mi padre se acercó a mi y me dio una fuerte palmada en la espalda. — Cuídate hijo. — Dijo simplemente. Jamás había sido la clase de hombre que conversaba mucho o expresaba demasiado lo que sentía, pero no importaba; no era necesario. Mi madre siempre decía que me parecía mucho a él en ese aspecto, guardando todo excepto a quien le daba la oportunidad de conocerme.

Ahí mostraba todo lo que ansiaba en ocultar.

Caminé hacia el lugar donde se abordaban los aviones y me despedí una vez más de todos con la mano.

No los he vuelto a ver más allá de unas cuantas llamadas por Skype.

Froté mis ojos repetidamente. No debía dejarme invadir tanto por los sentimientos, o rompería en llanto.

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