Caminé por los pasillos de la universidad al terminar la primera clase. Me dirigía a la cafetería para comprar algo de beber.
Cuando estaba a punto de salir por la puerta, algo -o alguien- chocó conmigo, logrando que me tambaleara y tuviera que apoyar una mano en el marco de la puerta.
Pero la otra persona no tuvo la misma suerte. Ella cayó de trasero al suelo.
No supe como logré aguantar la risa para que no lo notara. Ella se quejaba por el dolor e iba a ayudarla a levantarse, pero me quedé observándola bien por un momento.
Era una chica morena de menor estatura que yo, con el cuerpo muy bien definido. Desde arriba podía ver parte de su sostén blanco de encaje que sobresalía por el escote que llevaba. Su oscuro cabello rulo caía delicadamente por sus hombros. Tenía uno de ellos en el medio de su rostro.
Me agaché hasta quedar cerca suyo, apartando con delicadeza el fino mechón de cabello de su suave rostro, colocándolo detrás de su oreja. Me alejé un poco de ella, ofreciéndole mi mano para ayudarla a levantarse.
Ella la miro durante unos cuantos segundos hasta que la aceptó.
Arregló su camisa y revisó que nada se le hubiera caído de los bolsillos; levantó su vista hacia mi y levantó una ceja lo más que podía, cruzando los brazos debajo de sus senos realzándolos, logrando así que mi vista se alojara en ese punto por unos segundos. Una sonrisa apareció en su rostro y por un segundo pensé que era atracción por mi pero me equivoqué, claro está.
— Si me dices que te caíste cuando eras pequeño y por eso no ves bien por donde caminas para poder ver a una belleza como yo enfrente tuyo, tal vez no te golpeé. — Sus palabras crueles se contrariaban con la dulce voz que tenía y la manera tan sutil en la que las musitó.
Le di mi mejor sonrisa coqueta y estiré mi mano derecha hacia ella de forma caballerosa. — Bueno, tal vez si me acompañaras por un café, podríamos conversar y por tu propia cuenta determinar si me caí cuando era pequeño, o simplemente me deslumbraste con tu belleza.
Ella me miró de arriba a abajo y exclamó con la mayor sorna posible — Ya quisieras. — Sacudió su cabello hacía atrás mientras emprendía su marcha para alejarse de mi, contoneando a su vez la caderas a más no poder.
Me quedé mirando su trasero mientras se alejaba, y pude notar como volteó disimuladamente a verme de nuevo, por lo que le sonreí y guiñé el ojo emprendiendo así mi camino al interior de la cafetería.
Compré la bebida que deseaba de la máquina expendedora, y caminé hasta la mesa dónde me senté con Matthieu, Noah, y otros chicos por los que nunca me preocupé en memorizar los nombres. Estos se encontraban rodeados de chicas que no se apreciaban a sí mismas, y que los perseguían por un poco de atención a pesar de que sabían muy bien que jamás esos chicos estarían con ellas 2 veces.
Me daban asco.
Estaba consciente de que yo no era muy diferente, pero prefería no llamar tanto la atención estando con chicas detrás de mi cuál perros falderos.
Matt apartó la vista de la persona que observaba desde hacía unos cuantos minutos, para acercarse a mi y pasar su brazo por mis hombros.
— ¿No conoces el espacio personal, cierto? — Musité mirando la botella de Coca-Cola que sostenía en mi mano.
El sonrió. — ¿Sabes que elegiste una presa difícil, cierto? Esa chica no es nada fácil, y menos cuando está rodeado de ese grupo que se encuentra allá. — Los señaló con su dedo índice, dejando ver su uña pintada con barniz negro.
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• He & Him •
RomanceExisten toda clase de personas en este mundo. Las que saben que comerán luego, que ropa llevarán al día siguiente, las que ansían tener una relación amorosa, las que tienen definida su sexualidad, y por supuesto, las que conocen que letra llevan con...