Parte 1

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Amelia

Me abrieron la puerta, salí y la cerraron detrás de mi, lo más agradable que habían hecho por mi en cinco años, miré atrás, perturbada por la idea que ahora no había quién me detuviera, de que estaba prácticamente sola, o al menos por unos minutos, llegaría luego a la casa de mi abuela, hace mucho no la veía, ella siempre iba a visitarme, pero yo nunca acepté visitas, no quería que me vieran así, no quería dar lástima, frente a aquella prisión, que robó cinco años de mi horrible vida recordé la primera vez que entré, era de entre las más jóvenes, un blanco para aquellas prisioneras que tenían ahí un buen rato, sobretodo para la gran maría, lesbiana, grande, tanto como un hombre con escalas impresionantes, varias veces trató de propasarse, pero no sé como de repente las policías empezaron a defenderme, supongo que algunas de mis escasas amistades les pagó, estoy casi segura de que fue Sasha o Alex.

Hablando de ellos este año se graduaron, o bueno, eso supongo. A veces pienso que fue muy mal de mi parte no permitirles visitarme, pero de las primeras veces que fueron Alex no paraba de decirme cosas que me lastimaban, y con ello me refiero a muestras de cariño, no las necesitaba, no ahora, sólo hacía que me arrepintiera de lo que eh hecho, y eso me dañaba como no tenían idea.

Caminé para llegar a la casa de mi abuela, pero no mucho, ya que en la parada de autobuses mi abuela esperaba, me dolió tanto verla nuevamente, más vieja que nunca—y perdón por la palabra—pero estaba muy arrugada, se miraba que hacía mucho esfuerzo, que no sé como envejeció tanto, sé que cinco años son suficientes, pero nunca me la imaginé así, sin fuerzas, sin esperanzas, tal y como el último día que la ví, pero lo diferente era su físico, más decaído de lo normal.

            —Abuela—dije en voz baja, cuando me acerqué lo suficiente.

            —¿Hija?—dijo con voz quebrantada—Estás muy diferente—dijo tapándose la boca con la mano.

Me hizo muchas preguntas, entre las cuales estaban ¿cómo has estado?¿te sientes mejor?¿ha sido duro?, a las cuales respondí: bien, sí y más sí.

No quise entrar mucho en detalles, pero ella sí y aprovechando pregunté por Alex

           —Él no ha dejado de visitarme, de llevarme lo necesario—dijo sonriendo sus mejillas se restiraban de una forma rara y hasta me atrevía a decir que chistosa

Me hizo algunas preguntas, de estre ellas si estaba lista para volverlo a ver y que si estaría dispuesta a hacerlo, a las cuales no respondí, porque no pude hacerlo, me estuvo preguntando muchas cosas relacionadas con él, hasta cierto punto me molestaba, no la veía desde casi cinco años y lo único que hacía era hacerme preguntas relacionadas con él, y me llamaba la atención como desesperada esperaba la respuesta a cada una de las preguntas que me hacía, me dolía la forma en la que se refería a mi, la sentía con menos confianza, y no la culpo.

Al llegar la casa estaba igual que cuando me fui, pero se miraba diferente, algo en ella lucía diferente, y no era la misma pintura desgastada por el sol, ni por las plantas ya marchitadas, recorrí toda la casa de un lado a otro, y encontré lo que era distinto, un automóvil lujoso fuera de la casa de mi abuela.

           —¿Quién es?—dije seria

           —Averígualo—dijo mi abuela, lo dijo en un tono desafiante, me dejaba intranquila su nueva forma de ser, pero bueno, estaba frente a una asesina, así que no la culpo. Pero hasta sus últimos días apesar de todo me quería y me apreciaba, por más raro que fuera.

Entré sigilosamente, como si se tratase de aquella noche en que entré a la casa de Iván, desde hace mucho tiempo que no se me venían a la mente esos recuerdos, hasta cierto nivel me sentía tranquila, no feliz, pero era mejor estar tranquila, ahora pareciera que aunque estoy libre no se dice lo mismo de mis pensamientos y mis recuerdas que se esfuerzan en no dejarme.

Ya no sé quién soy: La libertadWhere stories live. Discover now