Todas las cosas que escribí cuando Juanjo no miraba

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Buscando


Unos veranos antes de conocerte inicie un viaje, uno de esos interiores que crees que no acabarán o que quizás lo harán algún día. Yo aún lo estoy adivinando, aunque cuando te miró parecen que las cosas se aclaran en mi mente. Fue el verano justo antes de ir a la Universidad, ese verano que separa el ser un adolescente colegial a ser uno pero universitario. Cuando parece que te vas a comer el mundo y lo máximo que te comes es una boca o poco más. Crees que el futuro es tuyo, que todo es posible..... Que el mundo es una posibilidad cuyo acto está en tus manos. Ohhh, juventud que enfermedad ciega, tonta, engreída, egoísta y egocéntrica. ¿Crees que ya me he curado de eso? Calla, mejor no me lo digas quizás no me guste tu respuesta. Conozco esa cara que pones, ya sé que no soy tan madura como pienso. Pero aquel viaje continuó y continúa. Aunque mientras duermes de vez en cuando, me paro, te miro, y todo cuadra. Justo entonces el universo tiene sentido más allá de cualquier libro, idea o duda. Me doy cuenta de qué existes y existo, y todo es tan perfecto o por lo menos sereno. Te miro dormir tranquilo, siguiendo el movimiento de tu respiración y me relajo, me preparo para vivir la vida y encontrarme en tus ojos.


La advertencia


Te dije ven y no viniste.

Te dije vete y regresaste.

Te dije no y me besaste.

Te dije adiós y no te fuiste.

Tú siempre me estas descontrolando, volviendo loco mi corazón alado que vuela, vuela siguiéndote y nunca encuentra tu piel.

Dejas que me ahogue en tus mentiras y confusiones.

Y dejas que me rompa en mil pedazos sin soluciones.

Te veo como regresas y me miento.

Te creo cuando mientes y disfrazas la verdad con palabras que saben a engaño.

Me intentas disuadir dejando que penetre en mi oído el veneno de tu lengua.

Otra vez me tienes suplicante y te rezo como a un dios profano en busca de tu magnanimidad.

Pero en ti no hay nada bueno ni siquiera los diez minutos de felicidad.

Me dejo enfermar por el virus de tu presencia y me dejo morir con una muerte que lleva tu nombre.

La vida pasa y yo me paso la vida esperando.

Y tú pasas, ni me miras y cuando intento pasar me obligas a quedarme con una orden que proviene de tus ojos, que me deja hipnotizada.

Entonces ya no paso, entonces me dejo.

Me usas y luego me apartas como si fuera una sucia basura indigna del posar de tus ojos, de tu mirada.

Me enfrento a la realidad, te veo en el clímax de tu naturaleza y eres tan dañino como el cáncer, el sida o una mala droga adulterada que me mata más que me excita.

Siento como caigo y me dejo caer en la circularidad de lo nuestro.

Aprecio que nuestra historia es como una cinta de Moebius, infinita y repetitiva.

Te miro, te mato y me largo.

Me arranco las cadenas que me ataban a ti dejando en ellas jirones de mi propia piel.

Todas las cosas que escribí cuando ninguno de ellos mirabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora