Todas las cosas que escribí cuando Ulises no miraba

201 8 0
                                    

Ojos de sol

Las pestañas eran rayos centelleantes que se alimentaban de la luz de sus ojos. Tanto deslumbraron que me vi obligado a retirar la mirada para no cegarme nunca más.


La niebla y tú

Ya ha pasado, ya se ha ido. El momento que tanto esperaba, que pensaba que se quedaría grabado en mi memoria para siempre, estoy tan confuso. ¿Ya ha pasado? ¿Sólo era eso? ¿Tanta ilusión por unos minutos? La vida es tan efímera. ¿Se diluirá esto también entre mis recuerdos? Me vienen momentos del pasado por los que también sentí lo mismo, pero una neblina lo cubre todo. Entonces sé que el tiempo convierte la vida en imagen y niebla. Y tú allí, aunque ya apenas recuerdo tú cara. No sé porque me acuerdo ahora de ti, justo ahora que acabó de conocer a ese alguien que hará que no te recuerde. Y no puedo pensar que tal vez dentro de algún tiempo más o menos largo o corto estaré recordando de esta forma a mi nuevo amor de hoy. El tiempo es tan fugaz, los recuerdos tan caprichosos y el corazón tan bobo. El amor se me parece a una enfermedad mental incurable y contagiosa que nos devora porque la dejamos. ¿Acaso mi amor de hoy se perderá también entre mis recuerdos? ¿Cuántos amores se guardan en los archivos de mi memoria? ¿Cuántos más tendré que guardar? ¿Cuántos serán amores? ¿Cuántos desamores? El tiempo seguirá pasando, continuaré viviendo momentos que luego recordaré y que con el paso de los segundos, minutos, horas, días, meses, años...se cubrirán de niebla. Pese a todo seguiré indudablemente nutriendo mi memoria, y ahora será contigo.


La petición

Mátame, pero hazlo de corazón. Ódiame, pero esta vez que sea de verdad. No me hagas perder más tiempo hundiéndome en tus contradicciones.


Vacío

No te quiero.

No quiero tus palabras, puñales llenos de veneno que lanzas sin ton ni son.

No quiero tus pensamientos, ramaje pleno de podredumbre eliminador de vida.

No quiero tu boca, esa asquerosidad que habita tu cara cuyo hedor hace que mi estómago se revuelva queriendo morir.

No quiero tus ojos, esos dos pozos negros sin fondo en cuyo interior nada bueno puede sobrevivir.

No quiero tus manos que son cortantes cuchillos conocedores únicamente de daño.

No quiero tu piel, esa desquebrajada y raída cuya caricia desgarra la carne más dura mostrando la sangre.

No quiero tu corazón, ladrillo, piedra muerta que nunca ha llegado a latir.

No quiero tu alma, y aunque la quisiera ¿cómo encontrarla?

No quiero tus verdades, esas que ya no me creo, esas llenas de ponzoña, vileza y patraña.

No quiero tus mentiras aunque eran las mayores guardianas de la realidad.

No quiero tus recuerdos, conjunto de archivos mentales que merecen ser extirpados con una irrevocable pena de muerte.

No te quiero, no te quiero, no te quiero, nunca te he querido, nunca te he querido, nunca te he querido, no sé querer a un conjunto de falsedades.


Vacío II

No te odio.

No odio tus palabras que tanto hirieron mi pobre alma cansada.

No odio tu boca desgastada de tanta hipocresía, lugar donde empiezas y acabas, donde lo arreglas y lo jodes todo.

No odio tus ojos víctimas de que sólo seas un pobre hombre, sin más valor que un saco vacío.

No odio tus manos esos témpanos helados que demuestran que en ti no hay calor humano.

No odio tu piel ni sus caricias onanistas que sólo buscan su propio placer.

No odio tu corazón aún virgen de sentimiento alguno, al que no pienso desvirgar.

No odio tu alma que jamás dio señales de vida o presencia.

No odio tus verdades que sin darse cuenta me decían como eras.

No odio tus mentiras con las que jugabas a intentar confundir la realidad.

No odio tus recuerdos que me hacen aprender que es lo que no debo hacer más.

No te odio, no te odio, no te odio, nunca te he odiado, nunca te he odiado, nunca te he odiado, no se puede odiar a quien no se conoce. No te odio y no te quiero.


En el silencio de tus palabras

En el silencio de tus palabras, cuando me miras sin mirar te escribo esta nota sin sentido por no decirte adiós y volver a caer, por no volverte a mirar y abrir la posibilidad de no poder. Ahora que no me miras, en este momento en el que seguramente no existo, te escribo, te digo, te dejo esta nota.

Te escucho, te miro indignada y justo en ese momento cuando parece que los astros se alinean por mí, justo en ese instante lo sé. Sé que puedo olvidarlo todo, puedo olvidar el color de las hojas en otoño, en verano, en primavera, puedo olvidar la luz del sol, la de la luna, puedo olvidar las estrellas, puedo olvidar que el mundo enferma, puedo olvidar el sabor del chocolate, puedo olvidar los veranos en la playa, los inviernos de la infancia en el parque, puedo olvidar a mi abuela, puedo olvidar a mis maestros, puedo olvidar a mi primer amor, puedo olvidar mis cumpleaños, puedo olvidar navidades, viajes, celebraciones, veranos encantados, puedo olvidar los nombres de las constelaciones, puedo olvidar mis pasajes favoritos de Otello, puedo olvidar a Baudelaire, a Bécquer, a Neruda, puedo olvidar las canciones de antaño que me mutilaban el alma, puedo olvidar a Chavela Vargas, puedo olvidar a Jules y Jim, puedo olvidar a Bergman, a Velázquez. Podría olvidar todo lo que existe y podría existir en mi mundo, olvidarlo todo sin que me costara más de un segundo o dos. Te escucho, te miro atenta, y sé, lo sé puedo olvidarte, olvidar tu risa, olvidar tu tacto, olvidar mis recuerdos de Enero, puedo olvidar tus besos, puedo olvidar las caricias ya viejas y en desuso, hasta el daño puedo olvidarlo. Cierro los ojos, soy fuerte, cuento uno, dos, tres, cuatro, cinco, olvido tu nombre. Abro los ojos, te miro por última vez, cierro los ojos, cuento uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez....... Te he olvidado.

Todas las cosas que escribí cuando ninguno de ellos mirabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora