Todas las cosas que escribí cuando Raúl no miraba

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Deseos

Me gustaría ser la dueña de aquellas palabras que no nacen en tu boca, de esas que se quedan en el paraíso de tus ideas.


Tras de ti

Después de ti no hay nada capaz de perturbarme, o tan sólo lo haría el recuerdo de asfixiarme entre tus cabellos de olor a menta buscando los labios que te harían palpitar.


De ti

Me alimentaba de tus miradas y te rogaba que no me dejaras morir de hambre. Tus palabras resultaban nutritivas como el manjar más exquisito que me daba trozos de tu esencia, deseaba alimentarme de ti. Y sé que momentáneamente eres mi vida y mi ensueño, lo bueno y lo malo que en ti comienza y acaba todo. No dejes de alimentarme te susurro mientras cambio tus palabras, tus miradas, por tu sangrante carne muerta.


Entre olas y estrellas

Hace rato que la nocturna oscuridad ha caído sobre nosotros, apenas los astros nos iluminan. Rugen las olas con su eterno e infinito baile que hipnotiza la noche. Andamos juntos hacía el muelle, cogidos de la mano. Tú miras el cielo estrellado "una, dos, tres," contemplas una constelación y tu cara se ilumina. Yo, te suelto y no lo notas. Hechizado por el firmamento no comprendes que me voy. Me despido y no me oyes. Subo al barco y no te das cuenta. Pasan los minutos, el ancla se despega del fondo arrancándome un trozo de corazón, mi embarcación zarpa y ni te percatas. Siento que no puedo. Me rompo, intento alcanzarte allí en tierra, estiro el brazo para rozarte al menos, mis dedos intentan crecer, y no llego. Me tiro al agua, soy devorada, consumida por el movimiento incesante por el vertiginoso oleaje y ni escuchas mis gritos de socorro. Me pierdo queriendo llegar a ti y no me distingues. Admiras las estrellas "cuatro, cinco, seis" descubres a La Osa Mayor y ríes. El mar muestra mis entrañas destrozadas y no me ves. Ahora La Osa Menor, te sientes cual Colón y vuelves a sonreír. Me intentas enseñar tu hallazgo sin saber que ni estoy, ni regresaré. Entonces bajas la mirada hacia la tierra, dejas el cielo y aunque abres bien los ojos buscándome ya no me encuentras. Estas sólo, abandonado y sin saber que es tarde.


La huida

Para que no se enteren que me he marchado les daré una poción para que me olviden, para que no me sueñen, ni me piensen, ni sean capaces de buscar restos de mi olor. Para que no se enteren que me he marchado quemaré mis vestidos, finiquitaré los últimos vestigios de mi existencia. Para que no se enteren que me he ido, cogeré mi maleta, apresaré mis recuerdos, y despacio sin apenas hacer ruido cerraré la puerta. Sin notas, sin adioses, sólo los pasos que se pierden.


Diario de un enamoramiento

Lunes: Te veo

Martes: Te miro

Miércoles: Te busco

Jueves: Nos encontramos

Viernes: Nos enamoramos

Sábado: Somos felices

Domingo: Nos mentimos, nos engañamos, nos dejamos de querer, a las 23.55 h. ya ha

terminado todo.

Luego otra semana, otro día, otro comienzo, otra persona, en un eterno retorno personal que como todo empieza por finalizar.


Aléjame de todo lo que no seas tú 

Aléjame de las caricias que no huelen como las tuyas, de un vientre que no me dé tan bien de comer como el tuyo, aléjame de los sinsabores que pruebo no sé por qué razón, aléjame tú que puedes y retórname a ti.


Réquiem

He muerto, has muerto, todo ha muerto justo antes de su total plenitud. Regresas con otro cuerpo, con otra cara, con otro nombre, con otra mente, con otro espíritu y resucitamos. Pasa el tiempo, nos distanciamos y vuelve a sonar mi Réquiem. He muerto, has muerto, hemos muerto, todo ha muerto...


Deberes para ayer, hoy y mañana

Debería vomitar tus recuerdos para olvidar que me gustas, que aún te quiero. Para que una palabra tuya ni cambie ni sane mi mundo. Para que un beso tuyo aunque en la lejanía no nutra tanto mi alma y me dé alegría capaz de volver blanco el más negro infierno subterráneo.

Tendría que dejar de sentirte pero no puedo, te llevo tatuado con tinta indeleble y una sola señal tuya cual ser mesiánico de una religión reveladora me basta para olvidarlo todo, para enterrar aquello que fue malo.

Deberías no volver a hacerme sonreír perdiéndome en la búsqueda de lo que no dices y evitas, de esa mirada de azabache que me inquieta, que me confunde. Apartarme del puzle que eres para mí, uno que nunca acabo por la pieza que me falta, esa que no me das.

Y pienso en las mil posibilidades para vomitarte, pero luego apareces con tu simple ser cotidiano, extraño, normal, un tanto ególatra, y sólo soy capaz de ver lo bueno de ti, tu luz.

Aquí me quedo yo pensando en si meterme o no los dedos en la garganta para forzar el vómito, con el deseo de ser la dueña de lo que no dices, de lo que no haces.


Fin

El término anunciado de todo, el Apocalipsis de lo nuestro llegó. Aquí sentada a más de 100 kilómetros de ti, siento que la distancia se cuenta en universos. Podría estar mirándote a los ojos, la diferencia resultaría la misma.

Ahora que todo ha finalizado, no quedan dudas que resolver, preguntas que formular o problemas que solucionar, ya no me interesan tus incógnitas ni tus silencios. Todo ha terminado, se han agotado las páginas de nuestro libro, no me restan hojas para ti, ya ni tengo segundos que regalarte. ¿No lo ves?, siempre has estado ciego en tu no dicho y no hecho, en tu frialdad imperturbable. Quizás sea el norte que te ha helado la sangre de tus venas y no sabes qué es ser humano.

Hachazos brutales me han desconsolado, partiéndome, rompiéndome en pedazos, pero no quisiste reagruparme e involucrarte en el arduo trabajo de intentar recomponer mis trozos. ¿No lo intuyes?, pero ha terminado, abrirás los ojos algún día de tu historia y adivinarás que no te espero, que no te hablo, que he dejado de existir para ti que ya ni te quiero. Se perdió el amor, se perdió el cariño, y no quedó ni la amistad, a jirones nos hemos erosionado. Yo lo veo, tú sigues ciego. Me has visto golpeada y no has dicho, no has hecho.

Estaba en la oscuridad esperando que llegaras con tu luz para iluminarme, cogerme de la mano y llevarme a un sitio seguro. Pero no haces ni dices, mientras espero tu poderosa luminosidad veo para mi decepción que apenas te limitas a chisporrotear. No hay nada peor que la decepción que nos lleva a cada uno a una diversa punta del universo, tú allí, yo aquí, mientras el cosmos sigue expandiéndose, alejándonos en distancias insalvables.

Ya no queda nada, ni tú, ni yo, ni siquiera quedan palabras que decirse, sólo una. FIN.

Todas las cosas que escribí cuando ninguno de ellos mirabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora