Y ahora, en marcha.
9 p.m. de un sábado de noviembre. Joni, Zayn y yo salimos a pasear. Zayn es de la ciudad vecina y le urge salir más. Sus papás son extremadamente religiosos. Ni siquiera importa a cuál religión pertenece: en un momento dado, todas son iguales, y pocas aceptan que un chico gay salga a pasear con sus amigos el sábado en la noche. Así que cada semana Zayn nos relata historias de la Biblia y los sábados nos presentamos en su casa versados en parábolas y formalidad, e impresionamos a sus padres con nuestra cegadora pureza. Le dan veinte dólares y le dicen que disfrute de su grupo de estudio. Entonces nos vamos a gastar el dinero en comedias románticas, juguetitos de la tienda de todo a un dólar y canciones de la rocola de la cafetería. Nuestra felicidad es lo más cerca que estaremos de un Dios generoso, así que suponemos que los padres de Zayn entenderían si tan solo estuvieran menos decididos a no entender tantas cosas.
Zayn debe regresar a su casa a la media noche, así que emprendemos la misión "Cenicienta". Con esto en mente, mantenemos los ojos puestos en el balón.
En nuestra ciudad en realidad no hay un mundo gay ni un mundo heterosexual. Todos se mezclaron desde hace mucho tiempo, lo cual me parece mejor. Cuando yo estaba en segundo de primaria, los niños gays mayores que no se iban a la ciudad en busca de entretenimiento tenían que fabricarse su propia diversión. Ahora, ya no es necesario. La mayoría de los chicos heterosexuales tratan de meterse a escondidas al bar Queer Beer. Los chicos que aman a otros chicos coquetean con las chicas que aman a otras chicas. Y no importa si en el fondo de tu corazón te gusta el baile de salón o el punk bluegrass, la pista de baile está abierta para lo que tengas que ofrecer.
Ésta es mi ciudad. Aquí he vivido toda la vida.
Hoy en la noche, nuestro amigo gaystafariano, Zeke, va a tocar en la librería del rumbo. Así que Joni, que tiene una licencia de conducir del estado donde vive su abuela, nos lleva a todos en el sedán de su familia. Bajamos las ventanas y subimos el volumen del radio; nos agrada la idea de que nuestra música se derrame por todo el vecindario, que se convierta en parte del aire. Zayn se ve un poco afligido esta noche, así que dejamos que elija la música. Le cambia a una estación de mope folk y le preguntamos qué es lo que sucede.
—No sé exactamente —responde, y todos entendemos a qué se refiere: a ese vacío sin nombre.
Intentamos alegrarlo y le compramos un Slurp–Slurp azul en la tienda del barrio que abre las 24 horas. Todos le damos tragos para ver quién logra que la lengua se le ponga más azul. Cuando Zayn saca la lengua igual que los demás, sabemos que va a estar bien.
Para cuando llegamos a la librería de la carretera, Zeke ya ha empezado a tocar. Instaló su escenario en la sección de Historia europea y de vez en cuando mete nombres como Adriano y Copérnico en su conjuro rapero. El lugar está a reventar. Una niñita de la sección Infantil se pone al personaje de El conejo de terciopelo en los hombros para que pueda ver mejor. Sus mamás están detrás de ella, mueven la cabeza al ritmo de la canción de Zeke agarradas de la mano. Los gaystafarianos están en la sección de Jardinería, mientras que los tres miembros heteros del equipo de lacrosse están babeando por una empleada de la librería de la sección de Literatura. A ella no parece importarle. Sus lentes son del color del orozuz.
Navego por la multitud sin esfuerzo, asintiendo y sonriendo como saludo. Me encanta este escenario, esta realidad flotante. Soy un piloto solitario que va sobrevolando la tierra de Novios y Novias. Soy tres mitras a la mitad de la canción.
Joni nos toma a mí y a Zayn de la mano y nos lleva a la sección de Autoayuda. Ahí encontramos a unos cuantos tipos monásticos. Algunos están intentando ignorar la música y aprender las Trece maneras de ser una persona eficiente. Sé que Joni nos trajo acá porque a veces simplemente hay que bailar como demente en la sección de Autoayuda de tu librería local. Así que bailamos. Zayn titubea, no es muy buen bailarín. Pero —como le he dicho millones de veces— cuando se trata de bailar de verdad, lo importante no es cómo te veas, sino la dicha que sientas.
La canción de Zeke es pegajosa. Todos la tararean suspirando y sonriendo. Los libros de los estantes se ven como en un caleidoscopio: hileras giratorias de colores, el manchón borroso de las palabras que pasan.
Me balanceo. Canto. Me elevo. Mis amigos están a mi lado y Ashton está metiendo a los protestantes hugonotes a su melodía. Doy un giro y tiro unos cuantos libros del estante. Cuando termina la canción, me agacho para recógelos.
Mientras estoy hincado en el piso me topo, cara a cara con unos tenis deportivos increíbles.
—¿Esto es tuyo? —pregunta una voz encima de los tenis.
Miro hacia arriba. Y ahí está él.
Su cabello va en un flequillo. Sus ojos están un poco juntos, pero vaya que son azules. Tiene un pequeño lunar en el cuello en forma de coma.
Sólo pienso que él es maravilloso.
Me está entregando un libro. Las migrañas están en tu mente.
Me hago consiente de mi propia respiración, del latido de mi corazón. Me hago consciente de que traigo la camisa medió desfajada. Recibo el libro y le agradezco. Lo pongo en su lugar. Ni siquiera la autoayuda me puede ayudar ahora.
—¿Conoces a Zeke? —le pregunto y apunto con el dedo hacia el escenario.
—No —responde el chico—. Solo vine por un libro.
—Soy Harry.
—Yo soy Louis.
Me da la mano. Estoy tocando su mano.
Puedo sentir que Joni y Zayn mantiene su distancia con curiosidad.
—¿Tú conoces a Zeke? —Pregunta Louis—. Sus canciones son sensacionales.
Disfruto de la palabra en mi mente: sensacionales. Es un regalo para mis oídos.
—Sí, somos compañeros en la escuela —digo como si nada.
—¿Van a la prepa?
—Sí, exacto.
Miro hacia abajo. Sus manos son perfectas.
—Yo también voy a la prepa.
—¿De verdad?
No puedo creer que no lo haya visto antes. Si lo hubiera visto, lo tendría bien registrado.
—Entré hace dos semanas. ¿Estás en el último año?
Bajo la mirada a mis tenis Keds.
—Voy en segundo.
—Qué cool.
Ahora siento que sólo me está dando por mi lado. Estar en segundo no tiene nada de cool. Hasta alguien que acaba de entrar a la escuela lo sabría.
—¿Louis? —lo interrumpe otra voz, insistente y ansiosa. Una chica aparece detrás de él. Está vestida con una combinación letal de colores pastel. Es joven pero se ve como si fuera una presentadora de la cadena de tele Sofás y Almohadas.
—Mi hermana —me explica, para mi gran alivio. Ella se aleja alargando los pasos. Queda claro que espera que él la siga.
Dudamos durante un segundo. Nuestro fugaz epílogo de arrepentimiento. Entonces dice:
—Nos vemos por ahí.
Yo quiero responder Eso espero, pero de repente me siento temeroso de verme demasiado atrevido. No tengo problemas con coquetear pero sólo cuando no importa.
Y esto de pronto sí importa.
—Nos vemos —repito. Él se va cuando Zeke empieza otra ronda de canciones. Cuando llega a la puerta, voltea a verme y me sonríe. Siento que me sonrojo y florezco.
Ahora no puedo bailar. Es difícil moverse libremente cuando tienes cosas en la cabeza. A veces puedes usar el baile para ahuyentarlas.
Pero no quiero ahuyentar esto.
Quiero conservarlo.
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BOY MEETS BOY; l.s [ad]
FanfictionYo fui el primer presidente abiertamente gay de mi salón de tercer año. He visto a dos hombres caminar de la mano por la calle en la ciudad y escuché de parejas de mujeres que se han casado no muy lejos de aquí. Encontré a un chico a quien tal vez a...