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MELISSA

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MELISSA


Lo más difícil no era saber que tenía cáncer sino ver a toda mi familia fracturada ante esa enfermedad. Desde que me habían diagnosticado, todo se había vuelto un caos en casa; primero la negación, luego el llanto, después la rabia y al final la resignación. Mamá había abandonado su empleo para poder cuidarme; trabajó más de cinco años para obtener un cargo importante, pero al final tuvo que tirar todo a la basura por mi culpa. Algunas veces la veía tan cansada que tenía ganas de decirle que se marchara, que podía cuidarme sola, pero sabía que  no lo haría.

—¡Max, Dylan, dejen de correr!

—Déjalos, ma, solo están jugando —dije, mientras disfrutaba de la risa contagiosa de los mellizos.

Ni siquiera mis hermanitos estaban a salvo de las terribles consecuencias que trae consigo el cáncer; la familia estaba dividida, mamá pasaba casi todo el día conmigo, mientras ellos eran cuidados por alguna nana: era como si les robara la tranquilidad.

Miré el reloj; eran las cuatro de la tarde, pronto iba a terminar la hora de visitita y yo tendría que volver al rutinario silencio de la habitación.

Mi celular sonó, anunciando un mensaje de texto.

—Es Hannah —comenté—. Dice que se hizo otro tatuaje.

—Uhm, esa niña no cambia. ¿Y cuándo regresa?

—Ni idea. Voy a preguntarle.

En ese instante, la puerta se abrió y apareció papá.

—¿Cómo está mi pequeña mariposita?

—Mucho mejor. —Sonreí.

Él besó mi frente y me sumergió en un abrazo que me supo a hogar, a cariño, a dedicación.

Extrañaba tanto su compañía; esa forma tan aterciopelada que tenía de hablarme, casi como si las palabras flotaran en el aire.

—¿Trajiste lo que te pedí? —pregunté.

—¿Cuándo te he dejado mal? —Abrió un paquete y sacó la caja de pizza.

—Deberías dejar de consentirla tanto, sabes muy bien que tiene prohibido la comida chatarra.

—Ay, mamá, por un día que coma pizza no me pasará nada.

—¿Un día, Mel? No me hagas hablar.

—No te molestes, por favor, prometo que no como más pizza el resto del mes.

—Aja, y yo nací ayer.

—Bueno, bueno... dejen de discutir que hoy es un día para estar felices —añadió papá—. Mira lo que te traje, hija.

Me extendió una Hello Kitty con traje de roquera.

(Completa) Mi Dulce DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora