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Durante el resto del  recorrido Tord miraba de soslayo al universitario, tratando de ser lo más discreto posible, escuchaba la parsimoniosa voz ajena que le comentaba las diferentes anécdotas a lo largo de su día, sin embargo, como si Tom tuviera ojos en los oídos, siempre giraba la vista haciendo contacto visual con el de menor estatura, detenía su amena charla y le sonreía, tan pulcro, tan correcto, tan puro como suponía el blanco de sus dientes, alguna vez le explicó que el blanco en las batas de cocina, laboratorio o clínicas se debía a que simbolizaban inocuidad "Confiarías en una persona que viste de blanco. Así tendrían que estar limpios todo el tiempo, no podrían esconder su suciedad en una prenda oscura. En tales áreas es indispensable estar limpio", siempre que ve la hermosa sonrisa, sabe que Tom nació para desenvolverse como un magnífico científico. 

Se suponía estaba molesto, atrapado in fraganti  baja la vista torpemente, no tarda en devolver su plateada mirada al exterior, sin embargo, nota un pequeño detalle; ve pasar un poste con el nombre de una calle. Definitivamente este no era el camino a su casa. Miró al de ojos oscuros.

— Vas incorrecto, Thomas. Este no es camino a mi casa. — alzó una ceja con una mirada y sonrisa retadora. Conocía como la palma de su mano aquel recorrido. Thomas alzó los hombros sonriendo aún sin despegar la vista del volante.

— Va a llover, no querrás mojarte, mi casa queda más cerca — El de preparatoria entrecerró, mirándolo acusadoramente mientras negaba con la cabeza sonriendo ladino.

Al llegar a la entrada de la casa del mayor, estacionó el auto. Tord abrió la puerta de su respectivo lado y salió,  Thomas se encarga de bajar las ventanas. Miró en panorámica la casa del mayor, no era muy grande ni muy pequeña, era perfecta para una familia pequeña, los matices de aquel lugar eran azul pastel y algunos muros blancos.

 Expectante, sintió un brazo recorrer su cuello, parpadeó y miró al de cabellos puntiagudos, lanzó una risilla burlesca y se quitó el brazo del mayor a la par de que del nublado cielo unas gotillas se precipitaban.

El británico, sacó de su característica billetera un par de llaves que usó para abrir el portón que conducía al jardín y después de aquel, a la puerta del recinto. Al abrir el barandal, se hizo a un lado cediéndole el paso al de cuernos, quien le miró arqueando la ceja y cruzando los brazos.

— ¿Qué? Las damas van primero. — aplastando sus propios labios, uno contra otro, Tord da un puñetazo a nudillos equivalentes en el torso y luego de acomodarse el morral correctamente camina sin apuros hacia el interior, Tom se quejó un poco por el dolor, pero está consciente de que se lo merece y con una sonrisilla cerró el portón detrás suyo.

Tord tenía la manía de quedarse embelesado mirando las rosas rojas, en cada ocasión que asistía intencional o no a la casa del británico, contemplaba un rato el mismo arbusto con aquellas flores.

El británico aprovecha la distracción del más chico, se acercó con sigilo por detrás, de manera rápida pasó ambos brazos a la altura de la cadera del muchacho y apretó con la suficiente fuerza para que el chico quien dio un respingo, no pudiese zafarse con facilidad, posó su mentón sobre su hombro, con la vista cerrada y un semblante relajado.

— Tom, la última vez que me  a- habló irritado el de polera roja rodando la vista con todo el rostro rojo, no intento oponerse, ni un mínimo esfuerzo porque lo soltara. Sabía que no le soltaría.

- Me gustas mucho Tord- aspiró el aroma de su uniforme, traía puesta la loción que le fascinaba, sonrió, recordó la cantidad exagerada de perfume que solía rociarse cuando era más joven, justo a la edad de Tord. El más bajo estaba con una mueca de molestia y un rostro rojo, como casi todo el tiempo.

Te amo (TomTord) {Tom x Tord}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora