El chico del trabajo

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Sofia, "A trabajar"

Me desperté en la cama de dos plaza de Bian, y luego de desperezarme un poco, levanté a la residente de la casa, un poco enojada de que sea a las 12 am “Tanta mañana desperdiciada” dijo ella peinado su  cabello por los hombro. Creo que si lo tuviera así de corto ni me molestaría en arreglarlo, pero bueno ella era Bianca Summers y no podría manejar el hecho de tener algo desordenado en su vida. Una vez que se digno a terminar los arreglos formales de su Real habitacion, nos dispusimos a llamar a Ori a ver que era de su vida y si todavía seguía viva. 

Por suerte, contestó. Estuvimos hablamos por tiempo indefinido, y luego del desayuno americano que Margarita preparo, decidí partir a mi amado departamento a prepararme para el trabajo que era en una hora aproximadamente. Afortunadamente no vivía muy lejos de lo de Bian, y solo tuve que caminar unas cinco cuadras.

La verdad es que no quería dejar la mansión de los Summers, su vida era tan perfecta, aunque ella dijera lo contrario, era inevitable negarlo. Su madre era una modelo conocida, y su padre un empresario muy importante en el tema automovilístico, por eso era que Bianca tenía el auto que sería el sueño americano de cualquier chica, un minicooper blanco.

Ella no era la única víctima de los regalos caprichosos de sus padres, su hermana de unos 12 años, junto con un pequeño hermanito travieso de 8, se postulaban al puesto de niños más mimados de todo BellaShore.

En cambio yo vivía en un mini-pocilga con mis padres que se peleaban cada 2 por 3, y un insoportable y desconocido vecino que siempre escuchaba música a volúmenes que superaba el límite de contaminación auditiva. A mí no me molestaba demasiado ya que teníamos casi los mismos gustos.

Abrí la puerta algo frustrada de que la llave siempre se anclar en un lugar y se negara a moverse por unos largos minutos, como dije una mini-pocilga. Extrañamente nadie se encontraba allí, encontré una nota en la mesa que decía que mi madre estaba de guardia en el hospital, que me había dejado comida frisada y que papa no volvería hasta tarde debido a una junta de negocios.

Me duche rápidamente, esponje un poco mi pelo, me encantaba como quedaba despeinado, ese era mi estilo, despreocupado y alborotado. Alcance mis zapatillas más cómodas, y busqué algo que combinara arriba y abajo. Me decidí por una camisa de leñador a cuadros roja, una remera estampada por debajo y unos jeans rotos. Tome las malditas llaves y luche una vez más con la puerta, la cerradura, y mis nervios de punta para finalmente salir del departamento rumbo a una nueva jornada laboral.

《♥》

Entré al café, me puse mi delantal color beige, y comencé a tomar unos cuanto pedidos.

Sinceramente el lugar se comportaba bastante bien. Me llevaba de lo mejor con todos mis compañeros de turno, no diría que es el mejor trabajo de mi vida, ni tampoco que sería uno de los mejores lugares para relajarse, pero su estilo retro y psicodélico hacía que gran cantidad de personas, incluyéndome, sintieran curiosidad y se insertaran a averiguar que tal era el servicio.

La mañana era tranquila, los pájaros cantaban, el sol brillaba apaciblemente, y yo me encontraba llevando una bandeja repleta de muffins hacia una feliz pareja de ancianitos... Si, el sueño de mi existencia.

Pero fue ahí cuando las vueltas de la vida, hacen que el día pase de relativamente normal, a relativamente desagradable.

Justamente a estas horas del día se produce el cambio de turno. Como mi puntualidad no había sido del todo excelente, arregle con mi jefe para quedarme unos minutos más, así cubriría los valiosos minutos de retraso que había desperdiciado según él.

Los cambios de turno eran sinceramente una completa mierda. Gente salía por aquí, gente entraba por allá, los pedidos pasaban de mano en mano y extrañamente los clientes se volvían mas irritantes y comenzaban a quejarse de las demoras, como si ese fuera el momento más indicado para hacerlo.

Wild BitchesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora